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El congreso

6,7
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Ciencia ficción. Drama. Animación La necesidad de dinero, lleva a una actriz (Robin Wright) a firmar un contrato según el cual los estudios harán una copia de ella y la utilizarán como les plazca. Tras volver a la escena, será invitada a un congreso, que se desarrolla en un mundo que ha cambiado completamente. Basada en una novela de Stanislaw Lem, se trata del retrato de un mundo que se dirige inevitablemente hacia la irrealidad.
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
8 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frente a una propuesta de la naturaleza de la de EL CONGRESO lo primero que cabe reconocerle es el arrojo de su intención y de su planteamiento. Podremos intentar catalogarla de muchas maneras, pero nadie podrá acusar a su creador de timorato adaptador literario. Quizás lo más positivo de su resultado final sea el trabajo que tanto en guión como en puesta en escena el israelí Ari Folman ha consumado para tratar de que la sorpresa de las importantes variaciones aportadas abundara en la pertinencia fidedigna que, en esencia, hay que requerirle a toda adaptación audiovisual de un material escrito.

La adaptación impelida por Folman muestra rápidamente unos cambios tan severos como jugosos con respecto a CONGRESO DE FUTUROLOGÍA. Ijon Tichy, el memorable viajero de los tiempos protagonista de varios relatos de Lem, sufre la sorprendente transformación de convertirse en la actriz Robin Wright. La narración cinematográfica absorbe la presencia y la biografía real de la actriz para involucrarla en una serie de sorprendentes peripecias ficticias. La acción se traslada al futuro. La actriz pasa por un lastimoso bache profesional. Vive apartada con sus dos hijos en un paraje desértico junto a un aeropuerto. El más pequeño de sus dos vástagos sufre una rara enfermedad degenerativa. De pronto, por medio de su viejo agente personal, le llega una extraña oferta profesional: un productor de cine le propone que le venda los derechos de su identidad cinematográfica durante veinte años, tras ser escaneada digitalmente por un programa informático que se apropiará de todos sus gestos y de su eterna juventud, de tal forma que la productora podrá utilizarla para siempre en cualquier film sin que ella pueda impedirlo y comprometiéndose a retirarse de la profesión y de la vida pública a cambio. La necesidad económica la obliga a aceptar que su imagen pública sea siempre ya la del rostro que protagonizó LA PRINCESA PROMETIDA (maravilloso el momento en el que la actriz se enfrenta a la cartelera de ese inolvidable film).

El arranque del film es soberbio. Folman impone una mirada austera, gélidamente incisiva a la problemática de la actriz. Las imágenes que describen la soledad y el apartamiento en su hogar, el carácter y el comportamiento de su hijo menor y el modo en el que ella lo protege contrastan frontalmente con las que encuadran su encuentro con el productor que le propone la compra de su vida y su futuro profesionales. El hálito sugestivamente enfermizo-lírico de las primeras se da de bruces con la impía frialdad contemplativa con la que están despachados los crueles parlamentos del personaje interpretado por Danny Houston.

Este primer tercio concluye con la, sin duda, mejor secuencia del film: el-congreso-imagen-10el momento en el que para facilitarle el trago de la digitalización y la venta de su existencia, su productor le confiesa la importancia que ella ha tenido para él desde el momento en el que la conoció. Folman logra capturar un insólito dramatismo, resultante de la sugestiva confluencia habida entre las palabras pronunciadas por Harvey Keitel, el rostro arrollado de emociones y el cuerpo estático, estilizado de la actriz encerrado en la jaula escáner y la mirada paciente, ordenante y ajena al drama personal de los otros dos que dirime el técnico que controla todo el proceso. La reflexión en torno a lo que el futuro va a deparar al arte cinematográfico es sencillamente brutal, terrorífica: el gesto de los actores convertido en catálogo de opciones acumulado en un programa informático para uso y disfrute de productores sin escrúpulos, ajenos a la pureza creativa del medio (el recuerdo de HOLLY MOTORS es inevitable).

La sorpresa principal del film viene dada por la irrupción de un gran segmento central resuelto formalmente, como ya hiciere en VALS CON BASHIR, mediante la utilización de imágenes animadas. Sin embargo, no es este recurso el que origina el auténtico pasmo narrativo, sino la inesperada ruptura narrativa que se establece con respecto a lo contemplado hasta ese momento. La acción se traslada veinte años más adelante cuando el contrato ha expirado y la actriz aparece montada en un lujoso automóvil con la intención de consumir un fármaco que la trasladará hasta un colorista universo ficticio en el que deberá de vérselas con varios traumas personales irresueltos.

Pese a que este magno viraje de expectativas no resulta en modo alguno caprichosamente gratuito (hay una válida interrelación entre esa imagen cinematográfica que permite la vida profesional de un actor y el universo irreal al que acude el personaje), digamos que el principal pero que se le puede adjuntar a EL CONGRESO es el desequilibrio resultante de abandonar la soberbia línea narrativa planteada en el primer tercio. El etéreo dramatismo, la incomodidad extrañante, la fuga poético-futurista hábilmente alcanzados no hayan parangón en el riesgo que supone el salto narrativo propuesto. Da la impresión que el film funciona muy bien a nivel de estructura y de planteamiento teóricos de partida, pero no tanto en su concreción. La fractura tambalea durante demasiado tiempo la atención del espectador. Afortunadamente, el desenlace del film vuelve a estar a la altura de este irregular y siempre subyugante ejercicio de radical funambulismo
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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31 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del buen sabor que nos dejó "Vals con Bashir" (2008) ya tardaba el siguiente trabajo de este director israelí de 52 años, que ha acabado descolgándose con esta "estravaganzza", rara avis, que va por libre muy vagamente inspirada en "El congreso de futurología" (1971) del autor polaco de ciencia ficción Stanislaw Lem (1921-2006).
Compartimentada y caótica, utiliza el metalenguaje para hablarnos del cine, de la personalidad, de la sociedad que tenemos encima donde la única solución posible para remediar la desastrosa realidad que hemos construido es evadirnos a otra virtual donde podamos ser lo que deseemos a través de nuestro mejor activo: la imaginación. ¿Que es mejor, el mundo real o el "irreal"? ¿Qué es mejor lo que nuestro cerebro debe admitir o lo que puede crear, lo que siente o lo que quiere sentir?. Allá cada cual. Otras cintas ya han tratado directa o tangencialmente el tema, recordemos el mundo virtual de "Matrix" o como el paralitico soldado de "Avatar" pude sentir trotar a su antojo en su personaje de ficción. El tema da para mucha tertulia.
Tres cuartas partes son de animación, una animación primorosa y lisérgica que bebe de muchas fuentes y que nos invita a disfrutar, a dejarnos llevar sin ser exigentes con la coherencia narrativa.
Los humanos de carne y hueso defienden que presencias como la de Robin Wright o actuaciones por pequeñas que sean como la de Paul Giamatti, Harvey Keatel o Danny Hustón siempre estarán un paso por delante de cualquier digitalización de última generación.
ELZIETE
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20 de abril de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque El congreso trate en un principio sobre la vida de una actriz en realidad se refiere a cualquier ser humano. Robin Wright es actriz, es bella, es querida por el público, tiene dinero, etc, pero Robin Wright es como cualquier otro ser humano y tiene defectos y carencias, su vida no es perfecta y a su alrededor suceden desgracias como la enfermedad que padece su hijo.

En un principio se trata el tema de la digitalización de los actores dejando ver que la tecnología hará desaparecer cada vez más la utilidad del ser humano, buscando la perfección del actor digital que no se puede obtener de un actor de carne y hueso. Y porqué no de paso, abaratando los costes de producción y aumentando las ganancias. ¿Qué es un actor?. Un trabajador más del que se aprovechará alguien. A Robin no le terminará importando porque tendrá dinero sin tener que trabajar y además siempre será joven como actriz digitalizada, un anhelo real de Robin.

Con esta puesta en escena, la protagonista se digitaliza y firma un contrato por 20 años. Transcurridos éstos, toma la decisión de volver a firmar. ¿Por qué?. ¿Dinero?. ¿Fama?. Robin es como cualquier ser humano, imperfecto y con anhelos, complejos, etc. Pero la tecnología avanzó y en este futuro se ha creado una droga con la que el ser humano decide como vivir y quien ser, eliminando cualquier vestigio de humanidad y convirtiendo en zombies a sus consumidores y Robin firma para ser parte de este nuevo producto.

La película es extraña, creo que para poder realizarla recurrieron a la animación, aunque la animación en sí es un recurso para la película. La parte de actores reales e muy fácil de descifrar mientras que la parte animada es exótica, onírica y delirante, introduciéndonos en ese mundo en el que se controla a las masas con las drogas que anulan la voluntad. Es una película que te hace pensar pero hay que darle la oportunidad y verla entera, pero debido a su difícil narrativa es fácil que el espectador desconecte en la parte animada. Me gusta por ser reflexiva y con un telón de fondo aterrador que no dista tanto de la realidad que vivimos y la que perseguimos. Se pinta un futuro de gente tan hastiada de la realidad que prefiere omitirla e inventarla aunque eso elimine cualquier rastro racional y humano.

No he hablado mucho de la protagonista y de su historia porque a final es la historia de cualquier ser humano con miedos y complejos, con ansia de ser reconocido y tener una vida cómoda y fácil. No deja de ser humana la búsqueda de la vida eterna y de la felicidad eterna, de la perfección absoluta y absurda. No llega al nivel de películas como El Club de la lucha, Matrix, Dark City, etc, pero si que te da a elegir la opción de quedarte dentro o fuera de tu mundo imaginario y eso la hace cojonuda. Un 7,5.
Jab
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17 de septiembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renovarse o morir. Frase atemporal que reflexiona sobre la necesidad de adaptación del individuo en tiempos de continua evolución. Los sistemas cambian, la tecnología avanza, nuestra vida está en continuo aprendizaje sobre variaciones que los tiempos que vivimos ocasionan. Sobre esto, a través de un gran homenaje al cine, y sobre la mentalización del ser humano sobre su escala de valores trata "El congreso", la interesantísima película que el israelí Ari Folman nos trae a los cines de toda España aclamada por público y crítica (Premios del Cine Europeo: Mejor largometraje de animación, Festival Cannes: Quincena Realizadores largometraje en concurso, Festival de Sitges: Premio de la Crítica y Festival de Gijón: Nominada a Mejor película de animación), y que está basada libremente en el relato corto de ciencia ficción del prestigioso autor polaco Stanislaw Lem (1921-2006), quien en sus libros exploran temas filosóficos que involucran especulaciones sobre nuevas tecnologías, la naturaleza de la inteligencia, las posibilidades de comunicación y comprensión entre seres racionales.

“El congreso” es una película poco habitual. Su primera mitad es un drama autobiográfico de la actriz norteamericana Robin Wright, donde vemos como trata de salir adelante en un mundo –el de la interpretación- donde únicamente se buscan rostros jóvenes y la impersonalidad ha inundado la profesión. Robin Wright debe tomar una decisión: Ceder su cuerpo para ser escaneado y cobrar una gran suma de dinero o por el contrario con toda probabilidad terminar fuera de la profesión. Una profesión en la que era una reina años atrás. Una profesión fría y calculada donde las emociones apenas tienen lugar en un futuro no muy lejano.

Esta primera mitad es grandiosa. Plena de matices. Con una Robin Wright esplendorosa acompañada en pantalla por unos también notables Harvey Keitel y Danny Huston. Un homenaje al cine en contraposición a la situación de cuidados especiales que necesita uno de sus hijos. Folman reflexiona sobre la aceptación del paso de los años y el sacrificio de la profesión, incompatible con el adecuado cuidado de una familia en momentos complicados. Excelente parte con especial mención a la secuencia dentro de la burbuja donde es complicado no sentir empatía por la protagonista y donde sus lágrimas se hacen tuyas.
Sin embargo el señor Folman, autor de esa joya de la animación que es “Vals con Bashir”, decide navegar en terreno pantanoso para volverse trascendente. La segunda mitad de la película es en animación, y continúa la historia en una alegoría en clave de ciencia-ficción de una sociedad soñadora sin futuro y sin presente. Una lucha por los valores ante la continua prostitución de los pilares que deben de regir una sociedad estable y sana. Esta segunda parte de la película es ciertamente muy original, en la que podemos jugar a adivinar rostros conocidos en las acuarelas que se nos plantean, pero que rompen con la fascinación sentimental que trasmitían los brillantes primeros tres cuartos de hora.

Una película con una banda sonora notabilísima a cargo de Max Richter que por su valentía merece ser vista. Por eso y por contemplar el alma desnuda y desgarrada de una actriz bella por dentro y por fuera como Robin Wright. Una obra no para cualquier paladar, solo para los acostumbrados a ese “otro” cine que cohabita con nosotros y que merece su espacio. Ese “otro” cine. Ese cine.

Lo mejor: Robin Wright en todas sus dimensiones.
Lo peor: La locura que supone la parte de animación que hace que baje de la más alta excelencia.

Valoración:
Banda sonora: 8
Fotografía: 6
Interpretaciones: 7,5
Guion: 6,5
Dirección: 6
Satisfacción: 6
NOTA FINAL: 6,6


@hilodeseda - www.habladecine.com
Hilodeseda
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15 de septiembre de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director israelí Ari Folman nos brinda su segundo ejercicio en solitario tras la excelente Vals con Bashir (2008) y se nos confirma como un cineasta único, con impronta propia, algo muy difícil de declarar en esta etapa contemporánea.

Folman nos brinda una utopía en la que el cine está en las últimas y en las que los actores se inmortalizan en un nuevo programa. La productora de siempre de Robin Wright, interpretándose a si misma, le ofrece ese servicio por el que será ella para siempre y la productora tendrá todo el derecho de incluir a esa digitalización en cualquier proyecto. Ese mundo se trata de un edén animado en el que la devastadora situación de la realidad no participa.

Después de unos cuantos años, Robin se atreve a visitar ese otro mundo; lisérgico y ccolorido. A partir de ese momento comenzará la exploración de Robin en ese mundo en lo que se convertirá en la búsqueda deseperada de su hijo.

Robin Wright nos deja su mejor interpretación de los últimos tiempos (posiblemente la mejor de su carrera) dejándonos a cuerpo descubierto todo lo que ella representa; fragilidad, inseguridad, autenticidad... No deja pocos adjetivos; una verdadera lección de interpretación que llega a su culmen en la escena del escaner.

Un drama sobre la búsqueda de un hijo acompañado de ciencia ficción y de una imaginativa animación. Algunos la tacharán de que encontramos cierta irregularidad narrativa o cierta pretenciosidad en la obra pero, los que realmente se dejen llevar en este viaje (siempre con Robin) habrán visto una maravilla.
JasenV19
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