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Pájaros de verano

Drama Basada en una historia real que explica el origen del narcotráfico en Colombia, la película se sitúa en los años 70 cuando la juventud norteamericana abraza la cultura hippie y con ella a la marihuana. Esto provoca que los agricultores de la zona se conviertan en “empresarios” a un ritmo veloz. En el desierto de Guajira, una familia indígena Wayuu se ve obligada a asumir un papel de liderazgo en esta nueva empresa. La riqueza y el poder ... [+]
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
30 de noviembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está estructurada como un poema épico dividido en cinco cantos. En «Limbo» (último canto) volvemos al narrador del primer canto, un pastor sobreviviente de la guerra entre los wayús, un ciego que se emparenta con Homero, que también era ciego, sin duda se trata de una tragedia al estilo griego donde prima la inevitabilidad del destino.

El viejo le canta al desierto. «Canto para que los wayús (indígenas que habitan La Guajira) y alijunas (colombianos) no olviden lo que el viento de verano borra… Para que lo canten los pájaros y habite en el lugar de los sueños y la memoria». El cantor es quien rescata las costumbres de los clanes wayús en su tradición oral.

La historia que narra es la de un héroe comerciante, sus inicios, sus años de esplendor y sus últimos días. Algunos de los clanes experimentaron la bonanza marimbera (tráfico de marihuana hacia los Estados Unidos), pero en la actualidad son nómades que crían animales en medio del desierto.

Los wayús son clanes que viven bajo un código de honor, donde la familia es lo más importante y donde las mujeres son las encargadas de transmitir las tradiciones. Se centra en el clan Pushaina, donde Úrsula oficia de matriarca, encargada de velar por sus muertos y custodiar el talismán que protege a la familia.

Debido a la tradición oral con que transmiten su cultura, la figura del «palabrero» es central dentro de su universo lleno de rituales. El honor de una familia está unido a su palabra y los mensajeros de la palabra serán los mediadores ante diferencias con otros clanes.

Los directores realizan un trabajo etnográfico sobre las costumbres de los wayús y paulatinamente van mostrando como el tráfico de drogas y el dinero va socavando sus creencias.

La fotografía del desierto y el ritmo pausado convierten el relato en una tragedia que avanza a fuego lento. El montaje es prolijo, se oscurece el cielo ante la irrupción de una bandada de aves.

La película está basada en hechos reales ocurridos en la región de La Guajira entre los años 1968 y 1980. La tradición de esta familia mafiosa podría establecer puentes con «El Padrino» de Francis Ford Coppola, también hay traiciones y asesinatos, pero el honor tiene otro significado para los wayús, relacionado con el poder cohesionador de la palabra.

Es a través de la palabra que se logra la paz y no las armas. La irrupción de estas últimas, trastocan la forma de vida que cultivaron los antepasados. El rompimiento de las tradiciones es lo que trae la muerte de la familia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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5 de abril de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno

Maravillosa epopeya de poder, corrupción y ambición donde se detalla la naturaleza del incio del narcotráfico en la Guajira colombiana, es una tragedia a lo Shakespeare, pasional, violenta, es una historia llena de cultura y folklore colombiano.

Buenísimo desarrollo de personajes, son personajes que interesan y que tienen su arco narrativo y dramático muy bien manejado.

La foto y el manejo de los colores es de gran nivel, levantan la propuesta a nivel de imagen de manera notable.

La música nos suma mucho en la propuesta, una gran calidad de matices musicales en la propuesta.

La mezcla entre lo surreal y la realidad.

Buen manejo de violencia, sin enzarzarla, no hay nada de morbosidad en su modo de aplicar la violencia, de hecho hay situaciones muy bien manejadas desde las escenas de violencia.

Lo no tan bueno

En algún momento el filme estanca su narrativa, parece no avanzar en la formalidad, si no que se siente que es circular en su avance argumental.

9/10

Un filme muy bien desarrollado desde sus personajes y las situaciones que sus acciones genera, en consecuencias. Es un filme potente, bien dirigido y actuado, que nos recuerda las historias shakesperianas, tiene el don que se aleja de todo los productos comerciales de narcotráfico, y eso es un alivio. La fotografía y música magnifican a bien todo lo propuesto.
CINELOCURA
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11 de noviembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho antes que Pablo Escobar y los carteles de la droga colombiana, aparece esta historia real sorprendente contándonos desde el principio el auge de este negocio tan lucrativo por parte de unos indígenas del pueblo wayuu. 

José Acosta interpreta a un joven soltero llamado Raphayet, el cual está interesado en casarse con la hija de Úrsula Pushaina (Carmiña Martínez) pero es un pobre diablo, y la madre le pide una buena dote para ofrecerle la mano de su hija. Es cuando Raphayet comienza a venderles marihuana a unos hippies estadounidenses. Junto con su amigo Moisés (John Narváez) el negocio empieza a florecer y lo que comienza como un pequeño trapicheo acaba desbordado por culpa de la avaricia.

Después de dirigir en blanco y negro la estupenda "El Abrazo de la Serpiente" Ciro Guerra se junta con su productora Cristina Gallego para realizar esta interesante historia (esta vez en color) que comienza en 1968 y termina dos decadas despues. En cinco capítulos (Hierba salvaje, las sepulturas, Prosperidad, la guerra y Limbo) y hablado en una mezcla de arawak y español se nos presenta este magnífico narco-thriller.

Personaje curioso es el tío de su esposa (José Vicente Cotes) llamado "mensajero de la palabra"una especie de mediador entre familias en conflicto para llegar a acuerdos, que tiene un buen protagonismo. En resumidas cuentas es una gran película, con unos personajes muy bien construidos y una estupenda fotografía.
Destino Arrakis.com
videorecord
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13 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es interesante observar el desarrollo de la película completa, la cual comienza con una muestra excepcional de la tradición wayuu acompañado de una mezcla de sonido finísimo y de aquí la historia se procede a dividir en cantos (si no mal recuerdo) para llevarnos de la mano hacia el clímax y el esperado crepúsculo de cada uno de los integrantes envueltos por la decadencia, la ambición, la traición y el poder (en estas ultimas instancias podría tratarse de cualquier sociedad envuelta en el narcotráfico -México- y es lo que suma puntos para el largometraje). Es así como, a través de pasos bien esclarecidos, comprendemos la tradición colombiana de un pequeño poblado que se fue consumando poco a poco por la traición y no solo por el narcotráfico, que solamente fue el pequeño empujón a la salida de la miseria esencial del hombre (visto en múltiples visiones por las mujeres del filme en forma de plagas). Retomando la universalidad de los vicios con los que se podría empatizar, también cabe destacar valores como la amistad, el amor, la confianza y el respeto que, empero la severidad, de igual manera somos capaces de entender la necesidad de la trascendencia de estos valores para la preservación de la paz en nuestro núcleo social.

Con una dirección casi impecable (resaltando cada secuencia bien lograda y el manejo de cada personaje) logra contar una historia alrededor del desaforado y mediatizado mundo del narcotráfico ahora aludiendo a grandes producciones cinematográficas, como podrán observar en las primeras negociaciones entre el tío que maneja los plantíos con su casto sobrino Rapayet, al estilo del histórica encuentro con el coronel Kurtz en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979).
The Wild Side
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12 de marzo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pájaros de verano es una canción popular de romancero, una leyenda local cantada por los juglares más ancianos que será transmitida generación tras generación. Esos pájaros son dos dinastías de jefes locales que fueron erradicadas por su propia mezquindad, un imperio que será olvidado por su fugaz paso por la historia de La Guajira, igual que las bandadas migratorias de aves que dominan el cielo para no volver a cruzar esa zona nunca más. Como dijo el paisano del dúo de directores "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra" Las dos familias que se enfrentan en esta obra maestra del matrimonio Gallego-Guerra no son una excepción.

Los Wayuus, pueblo guajiro entre Colombia y Venezuela, siguen a rajatabla tradiciones ancestrales y se resisten a cualquier integración de los criollos descendientes de los invasores españoles. La película comienza en los años 70, con el problema que supone casar a la única hija de una gran familia con alguien de fuera de la tribu: Rapayet, un urbanita que habla castellano. Paralelamente, hippies norteamericanos se establecen en la zona. Al haber fuerte demanda de drogas, los agricultores comienzan a cultivar marihuana y cocaína. Asistimos así a la primera piedra del imperio narco. Estos dos mundos serán conectados por la figura de Rapayet, que supondrá el portador de la maldición del pueblo wayuu.

La película comienza con un ritual en el que la joven inicia su madurez. Una danza hipnótica, cámara en movimiento, una mezcla de colores y luces que hacen que la mujer ronde en círculos desplegando su mantón, como un ave desplegara sus alas volando bajo. Es una manera espectacular de introducirnos en una tribu desconocida, combinando elementos visuales y sonoros del folklore que recuerdan a Paradjanov. Un cine que mezcla costumbrismo con mitología, realidad con leyendas, los dilemas del presente con el peso del pasado.

Pero lo realmente sorprendente de Pájaros de verano es ver cómo la película cambia de registro y de técnica a medida que la trama avanza. Es decir, según el capitalismo del cártel se instaura en la región mediante Rapayet y que las familias comienzan a vivir del cultivo de droga y de la venta a los americanos, los directores adaptan un estilo más estadounidense, más hollywoodiense. Pasamos del retrato de una tribu a la tensión de los enfrentamientos. Pasamos de la antropología al entretenimiento. De la mirada documentarista al western. De Paradjanov a John Ford. De maestro del cine a maestro del cine atravesando la historia del cinematógrafo y medio mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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