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La cacería

Drama Tras un divorcio difícil, Lucas, un hombre de cuarenta años, ha encontrado una nueva novia, un nuevo trabajo y trata de reconstruir su relación con Marcus, su hijo adolescente. Pero algo empieza a ir mal: un detalle cualquiera, un comentario inocente y una mentira insignificante que se extiende como un virus invisible sembrando el estupor y la desconfianza en una pequeña población. (FILMAFFINITY)
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Críticas 253
Críticas ordenadas por nota
14 de septiembre de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de esta película es extraordinariamente auténtica. Las actuaciones son formidables y están enmarcadas en un sólido argumento que no desvanece en el transcurso de los minutos.

La película te deja incógnitas que podrían dejarte pensando durante minutos y quizá horas. Uno de los mejores finales que he presenciado.
Víctor
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19 de octubre de 2013
50 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es cine sobrio en la forma (el Dogma 95 sigue teniendo su influencia) pero de fondo terriblemente complejo, denso, polémico, incómodo, enervante. Como en “Celebración”, Vinterberg sigue teniendo un don especial para meter el dedo en una llaga infectada y supurante y retorcerlo con saña hasta que por dentro tienes ganas de gritar de pura rabia, casi como si te estuviera pasando a ti, o peor, podría pasarte a ti. Podrías ser un infeliz perseguido por una bola de nieve gigantesca que empezó con un copo de nieve imaginario, o ser uno de los que han añadido un montón más a la bola que amenaza con aplastar al infeliz. En el primer caso, te sentirás completamente superado, acosado, señalado, destrozado. En el segundo, podrías ser uno más del montón que grita “¡culpable!” junto con la masa y podrías estar convirtiéndote en verdugo de un inocente. Todos podríamos ser Lucas, todos podríamos ser los demás. ¿Cuántas veces no hemos gritado y gritaremos “culpable”?
Vinterberg te cabrea de lo lindo porque te pone delante tu propia jeta, representada por una sociedad bastante hipócrita que comete mil fechorías y perrerías bajo tapadillo en sus propias casas pero que se vuelve muy decente y moralista en público. Muchos niños son maltratados o invadidos en algún momento por sus padres, hermanos u otros miembros de su entorno familiar (basta con que los padres se lleven mal y se pasen el día discutiendo, que el padre acostumbre a llegar borracho a casa, que la madre cierre los ojos y mire para otro lado, o que el estúpido y malcriado hermano mayor adolescente les enseñe cosas que no son para niños de cinco años), pero después ellos se tienen por unos padres intachables, cuando lo que tenían que haber hecho era todo lo posible por darles un entorno estable y protegido a sus niños, para que éstos no buscaran fuera la estabilidad y la felicidad que no encuentran en casa, para que no alimentaran unos traumas que se enquistan, ni proyectaran en otras personas externas sus ilusiones y sus miedos y las cosas que no comprenden. Tal vez si cada uno lavara sus propios trapos en lugar de buscar manchas en los de los demás, si se preocuparan más por la educación que están dando a sus hijos o por ver en qué negligencias incurren, la pequeña e inocente Klara no habría empezado la bola de nieve porque no habría visto cosas que no debía ver ni habría oído cosas que no debía oír, ni se habría formado una confusa película en su cabeza que tenía que estallar por algún lado. Y en quién iba a proyectar todo eso, si no era en su querido maestro, la figura por la que ella siente ese “enamoramiento” infantil e idealizado que muchos pequeños sienten (lo sé porque yo también me “enamoré” a los cinco años de alguien que era mayor que yo, y uno se siente como flotar en completa felicidad y como aún no se tienen esas barreras que nos detienen a los adultos, eres capaz de seguir literalmente a tu ídolo hasta el fin del mundo sólo escuchando su voz, pero claro, ese ídolo tiene que ponerte los pies en la tierra porque conoce las barreras que separan a las personas).
Y de esa manera, de una infantil desilusión momentánea surgirá la calumnia que no es más que un pequeño desahogo, una secreta venganza porque el ídolo no ha actuado como la niña quería, pero en oídos adultos esa pataleta tomará unas proporciones desorbitadas, surgirá el monstruo de la duda, de la acusación, y la reacción enfurruñada de una niña (aún demasiado pequeña para medir todas las consecuencias de un enfado que se le habrá pasado a los cinco minutos) puede destrozar a otro ser humano.
Y hay mucho más. La paranoia colectiva. La psicosis comunitaria, inventando cosas que el espectador sabe que no existen pero este espectador no puede gritarles que todo eso es falso, en la vida real no hay un espectador omnisciente que sepa sin la menor duda lo que ha ocurrido realmente y que conozca la hondura total de las heridas de las víctimas.
O incluso, como he llegado a sospechar, porque Vinterberg te hace pensar en todo lo malo que pueda pasar, puede que haya en la misma comunidad un verdadero culpable que se está encubriendo y pasando impunemente tras el cabeza de turco al que está lapidando todo el mundo. Tal vez la cosa no llegue a tal extremo, pero nunca se sabe. Vinterberg te hace dudar hasta de tu sombra.
Un hombre bueno que ve truncada toda su vida en un instante.
Un pueblo entero soliviantado por un rumor.
Personas "decentes" convertidas en monstruos.
Y aún así, podría haber sido muchísimo peor. Porque la acusación de pederastia en cualquier parte es suficiente para hacer caer a alguien a lo más bajo para siempre, sea fundada o no. Porque la verdad es que no creo yo que exista nadie o casi nadie que, ante una sospecha de tal calibre que nunca se irá, rompa una lanza en favor del sospechoso. Podría pasar, pero es poco probable. Los espectadores mudos que conocemos la verdad lo vemos como algo que provoca sentimientos muy encontrados, poniéndonos en el lugar tanto de la gente como del acusado. Sea el sospechoso culpable o inocente (y la gente nunca lo podrá saber, no puede afirmar ni negar con absoluta certeza, cada uno creerá lo que considere necesario creer)... ¿No estará suelto en la sociedad un engendro infrahumano que puede cometer más atrocidades? ¿No se estará condenando a un inocente? ¿No es absolutamente comprensible que la gente tenga ganas de matar al que sea capaz de poner una mano encima a sus niños o a los niños de sus vecinos?
Vinterberg te hace reflexionar sobre miles de cosas, y ninguna te hará sentir mejor.
¿Dónde termina la verdad? ¿Dónde empieza la mentira? ¿Dónde comienza la amistad, el cariño, la confianza? ¿Dónde se destruyen?
El problema está en que la verdad es lo que cada uno quiere ver. Y la mentira, lo que cada uno quiere esconder.
Y un mensaje escalofriante: “Te estaremos vigilando”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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4 de diciembre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser “visto por otro”, postulaba Jean-Paul Sartre. Thomas Vinterberg encara esta visión existencialista de forma dramática: una niña asiste a un jardín infantil y desliza una mentira con tal de acaparar la atención de los adultos y de sus mismos padres. Este primer tema, la supuesta inocencia de niños que no saben mentir, incluso hace pensar en que el ser humano puede ser más cruel que nunca durante la infancia, época en que los niños están calibrando sus límites de acción, sabiendo de antemano que los van a perdonar.

La maldad de “los otros” se anticipa en esta película. El director siempre va un paso adelante del espectador, y va sugiriendo los acontecimientos mediante elipsis, incorporando muy bien los cambios climáticos a la narración, desencadenando un “infierno creado por los otros”, segundo tema importante dentro de esta pequeña comunidad, donde todos se conocen y comparten tradiciones de salir a cazar y beber entre amigos sin decirse nada trascendente. Lucas es el empleado bonachón que trabaja en el jardín sobre el cual recae ese rumor maledicente que se esparce como una enfermedad contagiosa.

Lucas no conoce otro mundo y se aferra a los lazos de amistad que ha cultivado en el pasado, aunque la comunidad le da de inmediato la espalda y lo aparta como a un virus, de forma despiadada, con toda la violencia atávica que poseen los hombres, echando mano a esa maldad que todos llevamos dentro.

La búsqueda de pertenencia a un grupo social es un tercer tema, crucial a la hora entender el empecinamiento del protagonista por mostrar su inocencia. En lugar de mirar todo desde la vereda del frente y alejarse de esa jauría desbocada, Lucas se deja violentar (acaso ni siquiera se perdona el mismo) hasta que el grupo, eventualmente, vuelva a acogerlo en su seno.

Vinterberg también destruye el postulado de la fidelidad de los amigos, cuarto tema abordado por la cinta, donde la “creencia del grupo” resulta más importante que el pensamiento individual, que se nubla ante la opinión de la mayoría y es capaz de desbordarse en una violencia demencial.

Implícitamente, la película plantea lo peligroso de tener amigos que no estén a la altura del conflicto o hacerse rodear de gente sin convicciones propias, que ante cualquier dificultad vuelven al estado salvaje de la naturaleza. La idea de “pueblo chico, infierno grande” cruza este relato que bien podría ser una tragedia griega, pero que sufre un giro inesperado cuando, luego de la Navidad, la gente recupera la cordura y la tensión parece desaparecer al menos en la superficie.

De alguna forma, Lucas nunca entendió que siempre había estado solo, o mejor dicho, prefiere no enfrentarse a sí mismo y dejarse llevar por el beneplácito de la comunidad.
Anibal Ricci
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7 de diciembre de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen thriller de Thomas Vinterberg, Trata sobre las consecuencias de una mentira que en un momento dado pueden destruir a un inocente. La película mantiene el ritmo y la tensión durante todo el metraje. Excelente la interpretación de Mads Mikkelsen.
José Antonio Monge - www.planeta5000.com
JoseAntonioM
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15 de diciembre de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeña obra maestra de Vinterberg con un argumento que está a la órden del día en nuestra sociedad, la pederastia. Un relato cruel y escalofriante sobre un hombre inocente que pierde todo el respeto en su pueblo por un simple comentario "inocente" y mentiroso de una niña dolida. Sabemos que los niños pequeños tienen mucha imaginación y mienten a menudo, pero hay temas de los que nunca hablan porque no entienden, como el que trata la película. Por eso cuando un niño dice un comentario como el de la pequeña tendemos a creerle, es imposible (según creemos) que pueda haberse inventado algo así. Y sin pruebas ni nada le echan a la puta calle, le dan palizas, le miran mal, le insultan, no quieren verle en su tranquila comunidad. ¿Cómo puedes estar tan enfermo? ¡¡Eres un monstruo!! -le sueltan-.

Así somos, cuando aparece un rumor, como ovejas todos lo seguimos. Sin saber a ciencia cierta si es real. Cuántas veces salen en los informativos sospechosos de asesinato por poner un ejemplo, y soltamos "ojalá te pudras en la cárcel hijo de puta", y quizás es inocente. Normalmente cuando se atrapa a alguien suele ser el culpable pero joder para eso están los juicios, para probar su culpabilidad. Porque si de nuestro puto juicio se tratara pobre al primero que detengan.

Metámonos en la piel del prota. Nos apalean, nos insultan, no nos dejan entrar en ningún sitio, nos miran mal...pero ¿saben qué es lo peor? Que aquellos a los que querías y amabas no confían en tí, ni siquiera ellos, exceptuando a tu hijo y algún amigo. Si no fuera por ellos el suicidio sería la mejor opción. Pues ¿para qué vivir si nadie te respeta y todos piensan que eres un monstruo? Y es más, aunque te perdonen, siempre les quedará la duda de si realmente eres inocente o no, al igual que tú sentirás cada día de tu vida el miedo que te acechaba cuando te creían culpable. Ese peso en los hombros siempre te acompañará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ariakan
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