El dilema

Esa moral cobarde e hipócrita que lastra todo lo que toca y que convierte hasta la comedia más loca, aunque este no sea precisamente el caso, pero ahí andamos igualmente penando, en una sacristía insufrible en la que se dedican a confesar estos pringados todos sus más negros pecados de antaño, todas estas almas llenas de felonía, tan protestantes de América del Norte, oye, contándonos sus cuitas más mezquinas, que me acosté, hace varios siglos y borracho como una cuba, con tu santa, seguro que me perdonas, hermano, no lo volveré a hacer, te lo prometo, que además, ya de paso te cuento, se tira a un tatuado tarado muy drogado la muy perdida, perdónala también a ella, no sabe lo que hace, esa mala pécora, amigo del alma que tanto te quiero y entiendo, yo, que soy un jugador en pleno proceso de recuperación o mucha sanación, a pesar de que mi Jennifer no se fía y no quiere ir a Las Vegas la muy traidora por todo ello, todo sea para que no recaiga, en fin, que cuando no es el sexo pecaminoso, es el juego ominoso y si no, cualquier degeneración semejante, toda esa entente o enorme mierda llena de culpas, penas, purgas, confesiones, mentiras, reconciliaciones o terapias de choque, toda esa amalgama ético médico psiquiatrico filosófica capaz de echar por el suelo y arrastrar por el barro lo más sagrado, de deprimir al más pintado o sano, de entristecer y atorar al más feliz o majo, todo de chichinabo o saldo, por no hablar de que así resulta imposible también llevar a cabo cualquier intento de hacer una película con cierta gracia, qué desgracia, la nuestra, cuánta afrenta si además pensamos que justo en Jólivud, y más los que ponen el dinero hermoso para hacer estos engendros, tienen la moral de un sicario en paro, entre una hiena hambrienta, un sádico hasta arriba de cocaína y un atracador de farmacias sonado, para después tener que aguantarles estos sermones de la montaña para adolescentes retrasados, hartos estamos ya de homilías, buenas palabras y los mejores sentimientos, que se vayan por done han venido, al carajo, que sigan con sus aburridas depravaciones en privado y nos dejen de dar la murga en público, estos mercaderes desalmados.
Pues eso, que los arrebatos inspirados o algo más apasionados, quizás bien humorados y urdidos son forzados, no vienen muy al caso, están solo de paso, y el resto, las bajadas precipitadas de las montañas en este valle de lágrimas poco disimulado son nefandos, a pesar de que todo esté bien hecho y de que tenga sus buenas ideas, una correcta dirección y estupendos actores, más o menos, y de que resulte un agradable y tal vez estimulante pasatiempo.
Viva Winona Ryder, la echamos de menos en las más grandes ocasiones que vieron los tiempos.
Y lo dice la misma película, no hablamos de homosexualidad, nos da igual ese encaje de bolillos en el ámbito carnal si las posibilidades de acoplamiento son limitadas y finalmente muy aburridas por tan repetitivas, pero está claro que nos estamos amariconando, no hay remedio.
Cuanto más acelero...
Coches, deportes, ayuntamiento, qué más quieres, Baldomero, si también te puedes atracar a triglicéridos.
La reina Latifah también algo nos gusta, tan salida.

A pesar de que la trama no da mucho juego, la película se permite el lujo de pasar de puntillas por algunos temas importantes, por ejemplo la ludopatía de Ronny (¿de verdad que esto es una comedia?), la cual sólo sirve para preparar el desenlace.