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Una pistola al amanecer

Western Colorado, principios de 1861. En Denver, Owen Pentecost, un pistolero sin escrúpulos, se convierte en el dueño de un hotel tras ganar una partida de cartas. Dos mujeres se enamoran de él: la empleada del saloon del que es propietario y una forastera que ha llegado con la intención de abrir una tienda de ropa femenina. Los conflictos que preceden a la guerra de Secesión (1861-1865) y, finalmente, el estallido de la contienda sitúan a ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
21 de junio de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Great day in the Morning (Una Pistola Al Amanecer, 1956) es un Western sorprendente, que se aleja en gran parte de la épica Fordiana, para aunar una singularidad que le hace merecedor de un visionado. No en vano, la dirige el cineasta de origen francés Jacques Torneur, quien con anterioridad a esta película ya había realizado alguna incursión al género, como Wichita (Wichita, Ciudad Infernal, 1955).

El Guión, que escribe Lesser Samuels se ambienta en la Architrillada guerra de secesión norteamericana (1861-1865), tantas veces tocada en el Western. (de hecho es casi un icono más, como podrían ser los Indios, que por cierto aparecen en el filme aunque sólo en la secuencia inicial, como carne de cañón de nuestro protagonista). Sin embargo, el enfoque si es realmente original. La película se ambienta en Denver, donde en una pequeña ciudad la población se encuentra dividida en un ambiente bélico entre los numerosos partidarios de la unión y los pocos “Rebeldes”. Nuestro protagonista es un joven sureño, interpretado por Robert Stack, que pronto empieza a ganarse la antipatía del pueblo, tanto por sus condiciones políticas como por los incidentes y altercados que desarrolla con otros habitantes del poblado.

Y es que vayamos directamente al grano, el personaje que interpreta Robert Stack es lo más importante y fascinante de la película de largo. Nuestro sureño no es ni de lejos el héroe ejemplar que encontramos en las películas de John Ford o Howard Hawks, sino un tipo arisco y orgulloso, que sólo mira exclusivamente por su beneficio personal. De hecho podríamos decir que tiene bastante en común con el tópico del empresario capitalista del sur, que no tiene reparos en sacar todo tipo de provecho económico aunque que tenga que traspasar barreras morales. Y sin embargo, no se puede negar que el personaje tiene un carisma magnético. Hábil con las armas, con las mujeres y con los negocios, el personaje que interpreta Stack invita a una seducción al espectador que contempla fascinado el lado oscuro del personaje. También hay que remarcar el individualismo del que hace constante gala la película, y que Torneur parece querer mostrar de manera inconsciente como una seña clara de este prototipo de primitivo americano, tan relacionado con el lejano oeste. De hecho, nuestro propio personaje protagonista, a pesar de pertenecer al Sur, no duda en cobrar hasta el último centavo a sus compatriotas.

La película capta bien el ambiente guerracivilista que se estaba cultivando en aquella América de los años sesenta del siglo XIX, con dos bandos claramente diferenciados. Al igual que sucede con nuestro protagonista principal, la película sigue siendo igual de turbia. Los personajes que representan al norte, no son tampoco un culmen de virtudes, sino que siguen siendo personajes con muchos elementos negativos, que se alejan ostensiblemente del modelo heroico. El personaje que interpreta Stack empieza a hacer rápidamente algunos enemigos en el pueblo, consiguiendo en una partida de Póker ni más ni menos que un Saloon típico del Western. En definitiva, la película gira entre varios ejes, aunque el más importante es el que tiene relación con el inminente conflicto bélico que está a punto de estallar. Volvemos a citar al gran maestro John Ford, para comprobar que su mensaje de camaradería se disuelve en la película, entre odios e iras de compañeros, pese a pertenecer teóricamente al mismo bando.

También se incluyen unas gotas románticas, entre el trió protagonista que incluye a los actores: Virgina Mayo, Robert Stack y Ruth Roman. Nuestro protagonista principal, Robert Stack, conoce a una bella mujer en su camino a Denver, interpretada por Virgina Mayo, esta protagonista encarna la élite social y económica del poblado, sin embargo el amor entre los dos no fluye con totalidad, en parte por el personaje que interpreta Ruth Roman, de carácter más popular y atractivo, se acaba metiendo por medio, consiguiendo el cariño del personaje que encarna Stack.

Resulta destacable la fotografía que emplea la película, y que se puede relacionar con otras películas de Jacques Torneur, con ese tono titilante tan característico de su filmografía. También es verdad que hay alguna secuencia que podría haberse mejorado, como son algunos de los tiroteos (en especial los que suceden en el Saloon), que resultan bastante inverosímiles tal y como se desarrollan.

En definitiva, Una Pistola al Amanecer es una película intensa, que consigue ser un Western con alma propia (algo difícil en un género tan popular en aquellos años) y que tiene sus puntos propios que la hacen ciertamente disfrutable. Es verdad que también nos encontramos con algunos defectos, sobre todo en cuanto el filme duda si seguir adelante, con un final predecible.

https://neokunst.wordpress.com/2015/06/21/una-pistola-al-amanecer-1956/S
Kyrios
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11 de septiembre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los westerns de Jaques Tourneur, como éste que nos ocupa, son poco conocidos y casi nada valorados, a pesar de realizar “Wichita” y “Tierra generosa”, dos ejemplos admirables, nunca figuran en esas famosas listas que se publican periódicamente, pero para los amantes del género presentan unas cualidades muy definidas y genuinamente americanas para un cineasta de origen francés. Sus films gozan de una ejemplar fluidez como “Una pistola al amanecer” donde encontramos a un jinete vestido de negro, una especie de caballero romántico que vive una aventura fatalista entre personajes enfrentados, con ninguno de los cuales llega a identificarse plenamente: “Yo solo pertenezco a mí mismo”, afirma en una ocasión.

En 1861, poco antes del estallido de la guerra de Secesión, un hombre de extraño nombre, Owen Pentecost (Robert Stack), llega a un pueblo de Colorado y gracias a una partida de cartas se convierte en propietario del “Saloon” local. Poco se sabe sobre su pasado: un escueta referencia que hace él mismo sobre una trifulca que le obligó a marcharse de su natal tierra sureña. Es, pues, un hombre del sur, y como tal está señalado con el dedo en un lugar del norte donde se palpa la inminencia de la guerra civil, donde el norte contaba con riqueza, industria y armas, mientras que el sur presumía de orgullo, negros y algodón. La ocupación de Pentecost es hacer negocios con los mineros nordistas de la localidad luego conocida por Denver, pero sus ojos están puestos en ayudar a otros mineros, sudistas como él, a desviar dos millones de oro en pepitas de la vigilancia de los soldados del norte. Pero la suya no es una ayuda desinteresada, él no es un patriota, no tiene bandera, ni Dios, ni hogar.

Con una excelente fotografía, la intensidad de la luz y el color, Tourneur filma un western de pasiones encontradas que recrea una trascendental etapa de la historia de los EEUU. Apoyándose sobre un ramillete de ofertas temáticas: la fisicidad del paisaje, la fiebre del oro que no tiene banderas, la caballería de la unión vigilando ese oro decisivo para el conflicto armado, un forastero que se debate entre dos mujeres de distinto carácter, una le ama incondicionalmente, la otra con reparos, en un ambiente viciado y prebélico, lleno de odio en una lucha fratricida. Un drama paterno-filial de un huérfano educado por un padre adoptivo al que debe confesar una terrible verdad. En medio de todo ello hay que añadir una historia de celos entre “Jumbo” el nordista (Raymon Burr) y “Boston” la chica del “Saloon”, antiguos amantes.

Ninguno de los temas se tratan a fondo, todos se manifiestan de modo simultáneo, convergen y divergen, y lo que queda de ello es una visión desencantada y melancólica de la naturaleza humana. Lo más admirable de este gran western radica, sin embargo, en el hecho de que, a la hora de contar la historia, Tourneur opta por la elección más radical y difícil de llevar a cabo: conceder a todos los hechos la misma importancia dramática y exponerlos simultáneamente sin dar prioridad a unos sobre otros.
Antonio Morales
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1 de diciembre de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Tourneur dirige este Western enfrentándose a un error de casting, como dice otro usuario en esta sección, pues Robert Stack nos hace una verdadera exhibición de lo que no debe ser un actor, al menos en este papel que le ha tocado en un film del oeste. Frío, inexpresivo, estático, sin cambiar de cara en toda la película, así transcurre todo el film. El resto de los actores cumplen adecuadamente, pero muy en especial la bella Ruth Roman, que demuestra pasión, inquietud y amor en su papel.
Esta producción tiene un exceso de diálogo, lo cual resta acción a la historia, y si esto lo encajamos en un exceso también de secuencias en interiores, rodadas en estudio lógicamente, quitan a la película el verdadero gancho de los grandes paisajes y exteriores que caracteriza a los westerns que son dignos de recordar.
La fotografía, aún siendo aceptable, da con su iluminación artificial en los interiores, cierto aire de estudio fotográfico que quita credibilidad a las imágenes de un film de estas características.
Un western tal vez fallido, pero que se puede ver para pasar el rato.
Como curiosidad señalo que este film fué rodado en formato panorámico y trasladado a los cines para su exhibición en copias en formato Scope reducido, llamado Superscope, manipulado en laboratorio, por lo cual fracasó totalmente, pues no se podía comparar con el verdadero Cinemascope. La copia que contiene el film actualmente es en formato 1'85, por lo cual es una película más en este formato panorámico.

José Antonio ZG
Jose Antonio ZG
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22 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amanece en los montes de Colorado. Corre el año 1861 y un puñado de indios que andan por allí tienen sitiado a Owen Pentecost (Stack) que se defiende como puede. Menos mal que por allí pasaban unos viajeros que con sus disparos ahuyentan a los indígenas. Ya no volverán a aparecer, pero hacían falta para presentar a un energúmeno que se arrepiente de la ayuda prestada a Owen y lo llena de insultos e improperios al enterarse que procede del estado sureño de Carolina de Norte. Estamos en vísperas de la guerra civil y el guionista quiere ponernos en antecedentes sobre lo caldeado del ambiente político. Lo consigue.
Forma también la comitiva la bella Ann Merry Alaine (Mayo), que quiere establecerse y abrir una tienda de ropa de mujer, y un oscuro personaje que la pretende, Stephen Kirby (Nicol). Llegan todos a Denver y la primera cita, como no, es en el saloon. En este caso Saloon Cirqus con decoración alusiva a este arte, especialmente de elefantes, animal por el que siente predilección su orondo propietario, Jumbo Means (Burr). No confundir con Dumbo, que allá se van de dimensiones. Nuevos personajes se unen a la trama, entre los que destaca la guapa y resuelta señorita de saloon Boston Grant (Roman), el buen párroco católico del lugar, el Padre Murphy (Toomey) y otros personajes secundarios pero asimismo interesantes.
Con todos estos antecedentes vamos a aistir a un doble enfrentamiento entre unos y otros, el amoroso o sentimental y el político o ideológico. En el primero Bostón y Ann compiten por Owen, muy al fondo quedan los otros pretendientes Jumbo y Stephen. Magnífica la interpretación de las mujeres, como también la de Stack. Critican a este su actitud hierática e inexpresiva, pero es que seguramente es este el papel que debe desarrollar. Se trata de un pistolero de oscuro pasado, jugador, descreído, bebedor, mujeriego y pragmático, si, pero también es un hombre cuya personalidad experimenta una lenta transformación a lo largo de la cinta. Poco tiene que ver el de los inicios con el del final. Y aquí está una de las mayores virtudes de la obra, que el argumento justifica perfectamente esta evolución de su forma de ver la vida. Ambas mujeres influirán, como también la presencia de un niño huérfano de cuya educación se encarga y que aborda al modo cómo debió ser la suya propia.
El segundo enfrentamiento es la antesala de la inminente guerra civil que se barrunta y se palpa en el aire. El director poco a poco nos sumerge en este ambiente mostrando una sociedad rota, donde los unionistas, mayoritarios en Denver, organizan desfiles patrióticos, insultan y disparan contra sus adversarios. Al frente de aquellos figura Jumbo, pero en realidad están dos agentes secretos unionistas, un coronel y Stephen, este último con el grado de capitán. Sus víctimas son unos pocos mineros confederados que, sin embargo, ponen a disposición de la causa dos millones de dólares en oro, que también buscan denodadamente sus adversarios.
En muchas películas, sobre todo en el arranque cuando llega al pueblo el consabido forastero, siempre nos ha llamado la atención la presencia de grupos de niños jugando por las calles a policías y ladrones con sus pequeñas pistolas de madera. En esta ocasión desfilarán con desusada marcialidad como bizarras tropas infantiles que marchan alegremente al frente de batalla. Bien azuzados, como no, por los mayores que tempranamente les están inoculando el veneno del odio y de la intolerancia.
Basada en cierta novela, el guión muestra una extraordinaria solidez, ideas claras que se reflejan en cada escena. Pero también originalidad, hay muchos western dedicados a la gran guerra americana, pero ninguno como este nos muestra los entresijos de sus preludios. Nada que añadir a la belleza de su colorido, con esos tonos tan cálidos de las escenas nocturnas. Una gran película en suma.
En lo sanitario la presencia del doctor de Denver que debe curar un balazo superficial que ha recibido Owen en un de los tiroteos en que interviene, antes de empezar la operación se atiza un buen golpe de whisky, y es que la noche ha sido dura con dos partos y media docena de proyectiles extraídos. Se lo había ganado.
Lafuente Estefanía
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6 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un notable western de un director, Jacques Torneur, que todos deberíamos repasar ( El halcón y la flecha, La mujer pantera, Yo anduve con un zombie, Wichita...), que nos traslada al Denver de 1861, en los meses previos al estallido de la Guerra de la Secesión, cuando era una población minera en plena fiebre del oro y la ciudad era un hervidero de toda clase de buscavidas, donde a las rivalidades por la tierra o el oro, se unían las enemistades y fanatismos que generaba la proximidad de la guerra y la población empezaba a dividirse entre unionistas y sudistas, azuzando aún más si cabe, las pasiones y el odio.
Allí recala Owen Pentencost,( Robert Stack), un hombre del Sur de incierto pasado, buscador de fortuna, que en una partida de cartas ganará varias propiedades, un hotel, un salón y un bazar, así como varias concesiones de explotación de minas, con lo que se hará dueño del lugar.
La proximidad de la guerra le pondrá en la tesitura de tener que decidir su posición en ella.
También conocerá a dos mujeres. La terrenal y firme Boston ( Ruth Roman) y la refinada y romántica Ann ( Virginia Mayo), que establecerán con él un triángulo amoroso lleno de sentimientos encontrados y frustrados.
Es una película muy interesante, con cierto tono amargo, que explora un montón de sentimientos y plantea muchos dilemas morales.
Owen es un hombre atormentado, individualista feroz, que se niega a tomar partido por nadie y niega cualquier causa..." No pertenezco a nadie, excepto a mí mismo", afirma en más de una ocasión, pero cuando las circunstancias le planteen tener que tomar partido, ya sea en la guerra, en el amor o incluso una paternidad accidental, tendrá que tomar decisiones aún en contra de sí mismo.
La fotografía que utiliza Jacques Torneur para sus westerns es muy inusual. Son colores cálidos, pasteles, mezclados con otros sombríos que tiñen de inusitado romanticismo el film y le prestan una personalidad muy singular.
Adivinamos una incapacidad en Owen, no puede darse, ni amor, ni patria, ni bandera pero, quizá, el amor verdadero pueda salvarlo. ¿ Quién sabe?.
Izeta
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