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Los camaradas

Drama La acción se desarrolla a finales del siglo XIX en una fábrica textil de Turín. Los obreros reivindican la reducción de la jornada laboral de 14 a 13 horas, para evitar los accidentes que provoca el cansancio. La aparición del extraño y entrañable profesor Sinigaglia (Marcello Mastroianni) hace que la protesta desemboque en huelga. La película, que oscila entre el sainete y la tragedia, presenta una galería de personajes antagónicos: ... [+]
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
19 de marzo de 2018
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abanderado de la comedia italiana denominada “cine nacional-popular”, Mario Monicelli cultiva aquí, de forma magistral, una tragicomedia de sibilina ironía, mordaz y tierna a la vez, un cineasta poco valorado actualmente que fue el gran creador de un cine popular y humilde pero sin renunciar a plasmar la condición humana. Se trata de un fresco testimonial y social de un tiempo concreto. “I compagni” realiza una aproximación a los inicios del movimiento obrero en la ciudad de Turín, con el auge de una revolución industrial que se apoya en la explotación del proletariado. Enseguida asistimos al factor desencadenante, la ingenua reclamación de una hora menos de trabajo dentro de una larguísima jornada laboral. Para evitar el agotamiento que solía provocar muchos accidentes laborales, asunto que desembocará en una crómica de la resistencia trabajadora. Naturalmente la organización solo podrá comenzar con la llegada del personaje “concienciador”, un activista de aspecto estrafalario, desaliñado, también conmovedor, el profesor Sinigaglia (Marcelo Mastroianni) quien será el ideólogo en dar forma pragmática a la lucha obrera, más allá de la mera reforma que piden los sobre-explotados.

La huelga cuya amenaza de fracaso reside en el tiempo que transcurre mientras el hambre y la miseria corroe la resistencia ante la injusticia, los desesperados esquiroles que ponen en peligro el equilibrio de la contienda, el desasosiego ante la pasividad de las negociaciones y la inquietante demora que cercena la solidaridad. Son los inicios del socialismo en clave de comicidad, en tono bufonesco, sabido es que la sátira ha sido el mejor arma contra la opresión. Si algún reparo se le puede objetar, a una película tan honesta, éste sería, el tratamiento de algunos personajes convencionales y arquetípicos, como el niño mártir, la prostituta de lujo, o el hombre rudo de “buen corazón”. La cinta no solo trata de la huelga de unos obreros textiles, sino sobre las consecuencias del desarrollo industrial, sobre los papeles históricos de la burguesía y el proletariado, sobre el problema como ocurría en “Rocco y sus hermanos” de la inmigración meridional hacia tierras del norte, la Lombardía en el film de Visconti, la región del Piamonte en el film de Monicelli. Todo ello filmado con viveza, basculando entre la gravedad y la farsa, entre lo trágico y lo grotesco, alimentando en el fondo, la idea básica de una historia de fracaso.

De extraordinaria recreación estética para finales del siglo XIX, goza de una estupenda fotografía de Giuseppe Rotunno de tonos grises que refleja la amargura de una clase social sufridora para ganarse el sustento. La película propone un canto a la esperanza, desde el humor, el esperpento y el drama, la conciencia de clase, la continuidad de la lucha por unos intereses obreros que darían lugar al nacimiento de los sindicatos. Lo que yo me pregunto es por qué existe tanta desafección actualmente (escasa afiliación) a estos organismos que se crearon para defender al obrero frente al poderoso. Quizás porque se han convertido en correas de transmisión de ciertos partidos políticos, olvidando su verdadera naturaleza convirtiéndose en aparatos burocráticos, afortunadamente para ellos, siguen subvencionados por papá Estado al menos en España.
EL ALBATROS
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5 de septiembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Monicelli fue uno de los mejores directores italianos en una época en que el cine transalpino levitaba. Cuesta pensar que el autor de tan excelentes comedias sea el mismo que nos embarca en este drama obrero del siglo XIX. O, quizá no tanto, ya que, pese a lo terrible de lo narrado, no se renuncia al sentido del humor, como refleja ese entrañable profesor caracterizado por Marcello Mastroianni, un actor extraordinario, por cierto, al que hay que revindicar.

"Los camaradas" logra, gracias a la buena mano de sus intérpretes y director, evitar caer en el mero panfleto. El mundo que refleja es complejo, no se edulcora absolutamente nada de las espartanas condiciones de los trabajadores, si bien también se muestra una atmósfera de tonos grises. Solamente hay que pensar la astuta jugada de presentar a no de los esquiroles como un personaje muy agradable. Avisa a sus compañeros cuando no va a hacer la huelga, se niega a denunciar a sus "camaradas" ante la presión de los chupa-tintas de sus superiores (curiosamente, más déspotas en su trato que los propios dueños de la fábrica) y se ve arrastrado por las muchas bocas que debe alimentar, pero no es presentado como ningún traidor.

Conforme el film avanza, uno va viendo los peligrosos paralelismos con el presente. La incomprensión y la falta de empatia por parte de quienes controlan los medios de producción. Tampoco se cuentan mentiras sobre la violencia de los activistas, las peleas que rueda Monicelli son cutres en el mejor sentido de la palabra, callejeras y de pedradas en la cabeza, no son nada épicas, sí muy peligrosas. Remar cada uno la rueda para su molina llevará a empleados de distintas industrias a batirse entre ellos por un trozo de pan.

Todo nos va llevando a ese final memorable del que no diremos nada por respeto a quienes aún no la hayan visto. Comparada con otra obra maestra, "Metrópolis", deja la sensación de que no se nos vende la fórmula de la felicidad, que queda un largo camino por recorrer en esa lucha difícil e incierta.

Un testimonio único.
El Libanés
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7 de diciembre de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, si ya digo yo. Sé que voy a contracorriente de todas las modas y gustos actuales, pero sumergirme en el cine clásico, es lo que más alegrías me depara últimamente, sobre todo, cuando me encuentro con semejantes PELICULONES, de los que ni siquiera había oído hablar.
Esta película de Mario Monicelli, el director de Rufufú, me ha dado tal alegría que estoy a punto de llorar de emoción.
Una crónica social repleta de humanismo, rigor histórico, tragedia y humor a partes iguales, donde se nos cuenta la historia de los trabajadores de una fábrica textil a finales del siglo XIX, durante los comienzos de la industrialización y el capitalismo, con los inicios de las primeras huelgas obreras.
No, en serio, no os la podéis perder. Con un perfecto dominio narrativo, Monicelli nos introduce desde los primeros fotogramas, en una de esas horripilantes fábricas en las que los obreros trabajaban de sol a sol, presentándonos a un variopinto grupo de personajes a los que en seguida, dota de alma y profundidad.
Cuando suceda el enésimo accidente en la fábrica y un obrero resulte mutilado, los compañeros decidirán tomar cartas en el asunto. Algo hay que hacer. Pero ¿ qué? y ¿ cómo?.
Marcello Mastroianni, encarna en esta ocasión a un profesor buscado por la policía por agitador, cuya mente preclara le declarará apto para guiar a los humildes y analfabetos obreros por los caminos de una huelga en la que será preciso, estrategia, lucha, resistencia, solidaridad y firmeza para llevarla a cabo hasta el final.
¿Cuáles son sus reivindicaciones?.
Reducción de jornada de 14 a 13 horas diarias, para que el cansancio de los trabajadores no propicie los accidentes, alargar el momento del almuerzo de media hora a una hora, un seguro de accidentes y un par de liras de subida de jornal.
¿ No estaremos pidiendo demasiado?, afirma uno de esos pobres trabajadores. A mí se me pone la piel de gallina.
Y lo que más me ha gustado es cómo presenta Monicelli a todos los diferentes personajes del film. No hay ningún personaje idealizado, ni tampoco ningún maniqueísmo como se podría suponer. Naturalmente Monicelli toma partido por los trabajadores, pero no cae en la tentación de presentar a la patronal como seres demoníacos y sin alma. No. Son personas que defienden sus intereses y utilizan las artimañas e influencias que les otorga su estatus para ganar la guerra, pues de eso se trata.
Y también los trabajadores están retratados con mucho rigor. No nos cuentan patochadas de héroes anónimos e increíbles hazañas de lucha obrera.
Nos muestran a los obreros como lo que son. Algunos cobardes, otros se dejan engañar, otros más míseros cuyas necesidades son más acuciantes, solidaridad y traición, valentía y cobardía...Todos los claroscuros humanos que encontramos en cualquier colectivo.
Y humor. Monicelli deja mucho sitio al humor y eso engrandece esta película que mientras te ilustra sobre un tema tan serio, promueve siempre una sonrisa en medio que hace que, precisamente, te la tomes más en serio.
Creo, sinceramente, que es una de las mejores películas que he visto en mi vida, si no la mejor, sobre este tema.
Es de comprender que no sea más conocida. Esta película estuvo prohibida, ¿ cómo no?, en España y en muchos países.
Sólo ha llegado a España a través de la televisión y en muy escasos pases. ¿ Quién la ha visto?. Ni Cristo.
Pero si tropiezan con ella, háganme caso. No se arrepentirán.
Izeta
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26 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film de Monicelli es un canto al plano general, una auténtica exhibición de músculo fotográfico. No extrañaría si fuera uno de las semillas para obras más contemporáneas: Control en divergencias de lentes panorámicas, robustez de la base paralelográmica, e incluso, una labor de producción asociada en las dinámicas de los extras y figurantes moviéndose como una masa orgánica y compacta.

Parece que el humor de Monicelli anda apagado en este film político-sindical. Pero para nosotros, sus fans, aún nos deleita con un buen par de peos y eruptos en la representación de los obreros en la hora del bocata. !Bien por Monicelli!

Mastroianni encarna al héroe comunista, que visto hoy resulta cómico por su parecido a Juan Carlos Monedero. Y así, tenemos que seguir aguantando la cantinela habitual (a día de hoy también), de una película que no por ser en B/N es tan vieja...Dos años después de Il POSTO.

Hamartia: O el pecado original del filósofo. No darse cuenta de la grandeza de Pericles, pues en el jardin de Pericles, nacen y se cuidan las flores filosóficas de Socrates, sin pisar ni descuidar los tallos de Trasímaco.

Aún esperamos que los comunistas abran los ojos a los signos de la CATARSIS y empiece la Agnorisis.
Travisloock
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25 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos cuentan sin conceciones (ya que las humoradas son completamente realistas y en ningún momento están fuera de contexto) la dura vida de un grupo de obreros que piden revindicaciones sociales, y lo que les cuesta conseguirla, para al final terminar igual que como estaban,ya que los ricos siguen teniendo el poder y haciendo lo que quieran con él.
Destacar los personajes ya que cada uno tiene una particularidad de ellos aunque salgan en escasas escenas.
Una excelente escena final que nos da una idea de la vida que seguirán llevando esos obreros.
Manuel
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