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La Zarina

Comedia. Drama El joven y apuesto teniente Alexei Chernov (William Eythe), llega a palacio para advertir a la emperatriz Catalina de Rusia (Tallulah Bankhead) de que está siendo traicionada y su vida corre peligro. Pero al ser revelado por el canciller Nikolai Illytch (Charles Coburn) que ya ese caso está resuelto, la zarina se decepciona un poco con el mensajero… aunque queda encantada y supremamente halagada al saber los sacrificios que hizo ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
28 de agosto de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué comedia! ¡Qué protagonistas! ¡Unos diálogos inolvidables!, ¡Unas situaciones desternillantes! ¡Una puesta en escena de absoluta sobriedad! ¡¿Quién pide más?!

Todo comienza con la obra “Die Zarin: schauspiel in drei aufzügen” (La zarina: espectáculo en tres ascensos) (1912) de Lajos Biró y Menyhért Lengyel, que, el director Ernst Lubitsch, había llevado al cine en 1924 (tiempos del cine silente) con el título “Forbidden Paradise”. A la película le fue muy bien en su momento, porque la historia de entrada se sostiene sola… y por aquello, bastante habitual, de: “Bueno, ya estamos en el sonoro, tenemos nuevos recursos y una nueva generación. Creo que vendría muy bien hacer otra versión del filme tal… con el que triunfamos en el año tal…” se pensó entonces en un remake.

Lubitsch, que sabía la gema que tenía entre sus manos, entregó la obra a un nuevo guionista, Edwin Justus Mayer, y él mismo luego, decidió asumir las veces de productor y director, a sabiendas de que su salud no andaba en los mejores tiempos. Pero se sentía tan animado dirigiendo a ese portento de actriz llamado Tallulah Bankhead -que aquí ofrecerá la que es, probablemente, la mejor actuación de su vida-, que Lubitsch lo dio todo… hasta que su corazón estalló de nuevo y tuvo que retirarse del rodaje, el cual dejó en manos de su compatriota y amigo Otto Preminger, quien accedió a que Lubitsch -convaleciente-, supervisara cada escena -lo que hizo con la mayor dedicación- y que también su nombre figurara con el crédito de productor.

Aunque acreditada a Preminger, “LA ZARINA” al final es puro Lubitsch, con su picardía… sus puertas… sus diálogos mordaces y de doble sentido… su ambiente sofisticado… y con ese eterno aroma a palacio –con emperatriz, militar y canciller a bordo- donde las trapazas, las marrullas, los complots y otras menudencias, están aquí al orden del día. Y el resultado nos deja más que satisfechos, porque el filme se sostiene de cabo a rabo con una gracia inolvidable.

Estamos en tiempos de Ekaterina Alekséyevna (Tallulah Bankhead), emperatriz de Rusia desde 1762 hasta su muerte, acaecida en el año 1792, y en aquellos días en que la zarina –según reza el filme- “no era madre ni precisamente grande”. Un día, a palacio llega el teniente Alexei Chernov (William Eythe), quien, con gran premura, solicita ver a “la madre de todas las Rusias”. Ante las barreras que se le anteponen, él se las ingeniará para infiltrarse hasta los aposentos de la zarina, y por fin consigue comunicarle que una traición se planea contra ella… pero terminado su cuento, el socarrón y pícaro canciller, Nikolai Illytch (magnífico Charles Coburn), lo dejará como un necio, explicando a la emperatriz los pormenores de como ese caso ya ha sido resuelto. No obstante, al ver al joven, guapo y leal oficial, y al conocer los sacrificios que hizo en su afán de protegerla, la emperatriz, ¡que sabía bastante de mantener ocupado el lecho! decide ofrecer sus favores al leal militar –y como solía hacer en la vida real con sus protegidos-, cada que lo saluda le hace un ascenso… con lo que, el sorprendido oficial, no tardará en subir como la espuma.

La película es inmejorable, productor y director se gozan cada momento de la realización, de tal manera que, Lubitsch, queda tan recuperado que, enseguida, emprenderá solo la también estupenda “Cluny Brown”… y consiguió terminarla apuntándose otro gran éxito.
Luis Guillermo Cardona
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12 de octubre de 2010
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo un día una noticia de hace años donde decía que otra de las candidatas para interpretar La loba de William Wyler había sido la actriz Tallulah Bankhead. Me dije a mi mismo, si esta mujer aspiraba para ese papel tiene que parecerse a mi actriz favorita Bette Davis, y la verdad es que al visionar La zarina, lo comprendí. Desparpajo al actuar inquieto y nervioso y un gesto en la cara de dureza melancólica. Sinónimos que definen muy bien a la dama por excelencia de la historia del cine.
En esta obra Tallulah lleva todo el peso del guión, historia en un momento de amoríos de la reina Catalina la grande.
alcoleas
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22 de julio de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No había visto aún esta película. ¡Es una fuente de ingenio! Las actuaciones son muy buenas, y los diálogos... ¡Maravillosos! En un época de comedias predecibles, para cerebros predecibles, el aire fresco, el aire "nuevo" viene del pasado para rescatarnos.
Ildefonso González Sarmiento
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23 de marzo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"- ¿Sabe qué es Ud.?
- Lo sé. Pero lo niego".

Film que, al parecer, dirigieron al alimón los grandes Otto Preminger y Ernst Lubitsch. Finalmente, si hacemos caso a los títulos de créditos iniciales (en la copia que he visto), solamente aparece como realizador Preminger.
En cualquier caso y aunque el producto sea la unión de ambos genios del cine, la realidad es que la cinta no es, precisamente, lo mejor de cada uno de ellos. Ambos las tienen muy superiores, aunque esta tiene calidad.
Ocurre que el guión está llena de diálogos (prácticamente ahí reside todo). Son rápidos y certeros, tocando temas como la ambición, la fuerza del amor, la lealtad, el despotismo...
Pero es claramente irregular.
Su primer tercio está muy bien y las diatribas entre Catalina la Grande y el apuesto soldado que aparece de súbito en su palacio, tienen mordiente y resultan graciosos de veras.
Sin embargo poquito a poco el ritmo se resiente y se vuelve algo repetitiva, hasta llegar a un final falto de fuerza, muy facilón y en lo que a mi respecta, carente de ingenio.
Pero en líneas generales es sin duda simpática y los intérpretes lo hacen de maravilla.
Algunos personajes, como el canciller son excelentes aunque quizás lo haga más grande la estupenda composición del siempre magnífico Charles Coburn:

"- Soy un diplomático curtido. He pasado toda mi vida inclinado ante quien manda".

Creo que en algunos aspectos ha quedado anticuada, pero sigue siendo un buen ejemplo del cine que se hacía en el Hollywood dorado.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Baraka1958
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18 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un corcel árabe, un perro lobo alsaciano y un gran tonto en el rococó del rococó.
La primera parte es magnífica, después algo más se atasca o flojea.
Ironía a tumba abierta, inteligencia a espuertas, levedad pese a lo que se juegan, el trono ruso convertido en un vodevil sainete o lío de faldas que se basa o ciñe o ata a los sucesivos hombres que pasan por la agitada concurrida cama regia de la estupendísima Tallulah, hip hip hurra.
Los revolucionarios son idiotas para variar, loa amantes tontos igualmente como siempre y solo el consejero real le sigue el juego a la dueña o doña, como rival Anne Baxter también es pistonuda, duelo de gatas, qué malas listas son las condenadas, y como personaje delirante bufonesco el general Ronsky lo parte, esa simpática alimaña (Juego de Tronos) que tan bien nos espía desde Rusia con amor.
Comedia deliciosa que a ratos se vuelve demasiado explicativa y redundante, pero que acierta plenamente con el tono desprejuiciado amoral sabio, una mirada sobre las intrigas e intereses de la corte, de los allí aglutinados o reunidos, esos implicados de la más alta alcurnia, tan sarcástica como compasiva, no somos nada, ni siquiera, o mucho menos que cualquiera si cabe, la madre de dragones, de todas las rusias, ya que pese a ser la posible perfecta pérfida malvada por antonomasia (haces cosas bajas, le dice con razón la otra), al fin y al cabo no comete gran pecado o algo que valga la pena, darse algún gusto, es carnívora, y poco más, y la película nunca se mete en camisa de once varas, no mira hacia abajo, hacia ese pueblo que les importa tan poco como parece, se centra en los de arriba, esa miseria o fauna, es un juguete elegante e inofensivo por lo tanto.
Está claro que se nota la mano de Lubirtsch que por ahí anda con a cuestas toda la más santa retranca, con toda la carga sexual o de crítica política que subyace en escenas de apariencia más anodinas, ese vitriolo supeditado o sacrificado en el altar de la dulzura amarga del juego de ingenios suaves punzantes chispeantes.
No llega a mayores porque se conforma con entretener, no quiere hacer sangre, pero bien, sobradamente, preparada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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