Cartas a Dios

Es una película regular, con pocos alicientes. Tiene su buena volutad, su defensa de la fe religiosa como una enorme terapia que ayuda mucho a los enfermos terminales; pero está todo contado de una manera demasiado dulzona y ñoña, lo cual hace que la película se haga pesada.

Un niño con cáncer terminal escribe cartas a Dios y un cartero que tiene problemas con el alcohol se hace su amigo y le lleva estas cartas a donde más beneficio trascendente hacen.

No confundir esta película con un reciente estreno, filme belga de mayor calidad, titulado también "Cartas a Dios", dirigido por Eric-Emmanuel Schmitt en 2009.

Es posible que muchos cataloguen ésta cinta de sensiblera o quizás de poco valor, pero es importante destacar las buenas actuaciones y el mensaje de valor de un niño que a pesar de su situación trata de llevar una vida normal y busca canalizar su imaginación y fe escribiendo cartas a Dios, cartas que pueden cambiar vidas...

Una película basada en un hecho real que podría haber sido un buen drama, de no ser por la insistencia y la mención de la palabra Diós a cada dos frases que acaba dando la impresión que la cinta está intentándo convertirnos al cristianismo. Una película poco objetiva en ese sentido dirigida de tal modo que nos quiere hacer creer, que si nos salvamos de una grave enfermedad es gracias a una intervención divina y nos lo machaca cada segundo. Aunque la película está realizada correctamente, su larguísima duración y el constante bombardeo religioso, la convierten en un film sin objetividad ninguna, sosa y eterna.

Es de esas películas inspiradoras y repleta de personajes con sus propios demonios y luchas. Sin embargo, la lucha principal es del pequeño contra el cáncer y la forma en cómo nos hace meditar acerca de la fe. Si se es creyente o ateo carece de importancia porque se trata de la fe en uno mismo y en los que rodean a aquel que padece de esa enfermedad y que debe enfrentar la realidad de que la muerte rodea cada segundo de su vida. En lo que a mí respecta, me parece conmovedora, desgarradora y con ciertos pigmentos de humor como la vida misma.