Tierras lejanas
7,4
6 070
19 de julio de 2008
19 de julio de 2008
59 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western de Anthony Mann, escrito por el especialista Borden Chase ("Río Rojo", Hawks). Se rueda en Alberta/Canadá (Jasper National Park y Banff National Park). Producida por Aaron Rosenberg ("Winchester 73") para Universal, se estrena en EEUU el 12-II-1955.
La acción tiene lugar en Seattle (Washington), Skagway (Alaska), Dowson (Yukon, Canadá) y en el camino entre las dos últimas localidades, en 1896. Jeff Webster (Stewart) es un vaquero de pasado oscuro y solitario, que con su socio Ben Tatum (Brennan) traslada una partida de ganado vacuno a Dowson, donde piensa venderlo a un precio varias veces superior al de Wyoming. En Skagway conoce a una viuda emprendedora, Ronda Castle (Roman), a una muchacha franco-canadiense ingenua y entrometida, Renee Vallon (Calvet), y al cacique del lugar, Gannon (McIntire).
El film combina elementos de western itinerante, fronterizo y finisecular, de cine de aventuras y de romance. El protagonista no se ajusta a la tipología de los héroes de Mann: no es solidario, abierto y generoso, sino individualista, desconfiado, reservado y solitario. La sucesión de hechos impone una interesante evolución del personaje, bien fundamentada, que se traduce en un cuestionamiento claro del egocentrismo y del individualismo. La búsqueda exclusiva del lucro personal es empobrecedora, dice Mann, en la medida en que aparta al personaje de la obtención de la gratificación moral que sólo se deriva del servicio a la comunidad. De ese modo Mann se posiciona a favor del hipnotismo de las viejas leyendas y romances caballerescos.
Como western finisecular incorpora cambios de escenario: buques a vapor, puertos de mar, aguas del Pacífico, tierras frías de Alaska, territorios de Canadá, etc. Como western fronterizo focaliza la atención en espacios donde todavía no se ha producido el desarrollo institucional necesario para garantizar el orden social y el imperio de la ley. El paisaje deviene un personaje con vida propia, que se integra en la narración, aportando elementos expresivos propios (aspereza, peligrosidad, rudeza, inaccesibilidad...). Hacia el final, en un ambiente oscuro, inhóspito y sucio (húmero, enfangado y frío), el realizador construye un climax de gran tensión dramática, no exento de apuntes trágicos. Brennan y Flippen aportan humor.
La música ofrece una partitura de viento y metal, descriptiva y solemne, que habla de amistad, soledad, peligros, amenazas, paso del tiempo (violines), amor, presencia del mal. Añade una canción propia a tres voces: "Pretty Little Primrose". La fotografía, del gran William H. Daniels, en color, prescinde del cinemascope tan grato a Mann. Presenta un recital de imágenes soberbias, de exterior e interior. Magnífica actuación de Stewart, actor fetiche de Mann, en un papel de hombre duro y seguro, alejado del que era habitual en él. Notables secundarios (Bennan, McIntire, Flippen, Calvet...).
La acción tiene lugar en Seattle (Washington), Skagway (Alaska), Dowson (Yukon, Canadá) y en el camino entre las dos últimas localidades, en 1896. Jeff Webster (Stewart) es un vaquero de pasado oscuro y solitario, que con su socio Ben Tatum (Brennan) traslada una partida de ganado vacuno a Dowson, donde piensa venderlo a un precio varias veces superior al de Wyoming. En Skagway conoce a una viuda emprendedora, Ronda Castle (Roman), a una muchacha franco-canadiense ingenua y entrometida, Renee Vallon (Calvet), y al cacique del lugar, Gannon (McIntire).
El film combina elementos de western itinerante, fronterizo y finisecular, de cine de aventuras y de romance. El protagonista no se ajusta a la tipología de los héroes de Mann: no es solidario, abierto y generoso, sino individualista, desconfiado, reservado y solitario. La sucesión de hechos impone una interesante evolución del personaje, bien fundamentada, que se traduce en un cuestionamiento claro del egocentrismo y del individualismo. La búsqueda exclusiva del lucro personal es empobrecedora, dice Mann, en la medida en que aparta al personaje de la obtención de la gratificación moral que sólo se deriva del servicio a la comunidad. De ese modo Mann se posiciona a favor del hipnotismo de las viejas leyendas y romances caballerescos.
Como western finisecular incorpora cambios de escenario: buques a vapor, puertos de mar, aguas del Pacífico, tierras frías de Alaska, territorios de Canadá, etc. Como western fronterizo focaliza la atención en espacios donde todavía no se ha producido el desarrollo institucional necesario para garantizar el orden social y el imperio de la ley. El paisaje deviene un personaje con vida propia, que se integra en la narración, aportando elementos expresivos propios (aspereza, peligrosidad, rudeza, inaccesibilidad...). Hacia el final, en un ambiente oscuro, inhóspito y sucio (húmero, enfangado y frío), el realizador construye un climax de gran tensión dramática, no exento de apuntes trágicos. Brennan y Flippen aportan humor.
La música ofrece una partitura de viento y metal, descriptiva y solemne, que habla de amistad, soledad, peligros, amenazas, paso del tiempo (violines), amor, presencia del mal. Añade una canción propia a tres voces: "Pretty Little Primrose". La fotografía, del gran William H. Daniels, en color, prescinde del cinemascope tan grato a Mann. Presenta un recital de imágenes soberbias, de exterior e interior. Magnífica actuación de Stewart, actor fetiche de Mann, en un papel de hombre duro y seguro, alejado del que era habitual en él. Notables secundarios (Bennan, McIntire, Flippen, Calvet...).
7 de agosto de 2006
7 de agosto de 2006
40 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha dejado un magnífico sabor de boca este western adulto –otro más de Mann– en el que la soledad, la amistad y el amor se mezclan en un extraño cóctel. El guión es ágil en todos los sentidos, el aspecto técnico está muy cuidado –Mann no era tan "chapucero" como otros– y la mayoría de los actores son de primerísimo nivel.
Se respira la tensión cada vez que aparece el sheriff Gannon (McIntire), porque sabes que aunque Jeff (Stewart) no hable, es hombre que consiente pocas tonterías. Brennan y Flippen, los dos coprotagonistas más maduros, añaden un punto cómico realmente entrañable, aunque también ofrecen sus registros trágicos.
Me ha gustado bastante más ahora que cuando lo vi de niño. Suele pasar con los westerns de este director.
Se respira la tensión cada vez que aparece el sheriff Gannon (McIntire), porque sabes que aunque Jeff (Stewart) no hable, es hombre que consiente pocas tonterías. Brennan y Flippen, los dos coprotagonistas más maduros, añaden un punto cómico realmente entrañable, aunque también ofrecen sus registros trágicos.
Me ha gustado bastante más ahora que cuando lo vi de niño. Suele pasar con los westerns de este director.
18 de enero de 2007
18 de enero de 2007
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre ( James Stewart ), acompañado de su eterno amigo ( Brennan), realiza un viaje para vender unas reses en Canadá. Ese viaje le dará una oportunidad de redimirse y ayudar a una comunidad de honrados pioneros...
Temas como la redención de un hombre con un pasado turbio, la amistad imperecedera, el amor, la violencia, la solidaridad o la barbarie son representados por Mann con su habitual buen gusto visual. Las bellísimas laderas heladas, los multitudinarios bares, el ganado, los riachuelos, las hogueras nocturnas sirven a Mann para adentrarnos en su mensaje humanista, profundo y aleccionador.
Con una fotografía extraordinaria, un reparto excelente ( maravillosas actuaciones de Stewart, Brennan, Corinne Calvert y John McIntire ), un ritmo narrativo perfecto ( gracias a Mann, pero también a los excelentes guiones de Borden Chase ) y una banda sonora muy acertada que expresa en diferentes momentos aventura, amor desenfrenado, delicadeza y amistad, Tierras Lejanas se nos presenta y permanece en la memoria como un bellísimo fresco humanista, como una deslumbrante ensoñación en el oeste de los pioneros, como otra obra maestra más de Mann.
Temas como la redención de un hombre con un pasado turbio, la amistad imperecedera, el amor, la violencia, la solidaridad o la barbarie son representados por Mann con su habitual buen gusto visual. Las bellísimas laderas heladas, los multitudinarios bares, el ganado, los riachuelos, las hogueras nocturnas sirven a Mann para adentrarnos en su mensaje humanista, profundo y aleccionador.
Con una fotografía extraordinaria, un reparto excelente ( maravillosas actuaciones de Stewart, Brennan, Corinne Calvert y John McIntire ), un ritmo narrativo perfecto ( gracias a Mann, pero también a los excelentes guiones de Borden Chase ) y una banda sonora muy acertada que expresa en diferentes momentos aventura, amor desenfrenado, delicadeza y amistad, Tierras Lejanas se nos presenta y permanece en la memoria como un bellísimo fresco humanista, como una deslumbrante ensoñación en el oeste de los pioneros, como otra obra maestra más de Mann.
30 de noviembre de 2009
30 de noviembre de 2009
32 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Mann hubiera rodado a día de hoy “Tierras Lejanas”, Jeff Webster (James Stewart) jamás hubiera sido candidato al papel de héroe homérico. Jeff Webster, es a todas luces, en este siglo XXI, un claro ejemplo de una persona con síndrome de Asperger.
El héroe de hoy en día es un Benjamín Buton, Wladyslaw Szpilman ("El pianista" de Polasnki), Hauptmann Gerd Wiesler (Ulrich Mühe en "La vida de los otros"), Amelie o Ed Bloom. Son héroes por antonomasia.
Anthony Mann estaba más preocupados de hacer un buen western que de conseguir novias para el héroe (aunque siempre existe en los westerns del director, la heroína que ofrece la estabilidad al héroe contradictorio). Quizá por ello, sus westerns son de los más redondos y también por ello, a muchos espectadores Mann les deja fríos.
Stewart es el Odiseo de la Illiada. Ni tiene el poder físico de Aquiles ni el corazón de Héctor. Jeff Webster es un corazón frío, empático y solitario. No tiene residencia, ni deseo de estabilidad. Ni va a ningún sitio ni viene de algún lugar. Es sólo un jinete solitario con un cascabel en el caballo.
Jeff Webster es realmente un pionero. Como todos aquellos que cabalgaron alguna vez rumbo al ocaso del sol. Todos aquellos poseían el síndrome de Asperger. Aunque sólo fuera en lo más hondo de su alma.
El héroe de hoy en día es un Benjamín Buton, Wladyslaw Szpilman ("El pianista" de Polasnki), Hauptmann Gerd Wiesler (Ulrich Mühe en "La vida de los otros"), Amelie o Ed Bloom. Son héroes por antonomasia.
Anthony Mann estaba más preocupados de hacer un buen western que de conseguir novias para el héroe (aunque siempre existe en los westerns del director, la heroína que ofrece la estabilidad al héroe contradictorio). Quizá por ello, sus westerns son de los más redondos y también por ello, a muchos espectadores Mann les deja fríos.
Stewart es el Odiseo de la Illiada. Ni tiene el poder físico de Aquiles ni el corazón de Héctor. Jeff Webster es un corazón frío, empático y solitario. No tiene residencia, ni deseo de estabilidad. Ni va a ningún sitio ni viene de algún lugar. Es sólo un jinete solitario con un cascabel en el caballo.
Jeff Webster es realmente un pionero. Como todos aquellos que cabalgaron alguna vez rumbo al ocaso del sol. Todos aquellos poseían el síndrome de Asperger. Aunque sólo fuera en lo más hondo de su alma.
25 de febrero de 2009
25 de febrero de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo en los westerns por encima de los tiros, los caballos, las historias románticas y los paisajes que los hacen tan atractivos para el cine. Ese algo es una buena venganza y, más si está contada por Anthony Mann.
James Stewart es perfecto para saldar deudas a tiros, nada de denuncias y esperar a que la Justicia resuelva; lo tiene más que demostrado.
Pero es que John McIntire consigue uno de los personajes cínicos más logrados en el salvaje Oeste, con ese sombrero de copa y esos rodeos arteros para sorprender por la espalda.
Walter Brennan cumple con su prototipo de amigo al que hay que vengar; como si llegara directamente de estar con Hawks en otra del Oeste.
Y luego Jack Elam, uno de los pistoleros a sueldo que más veces le ha tocado morir. ¡Qué placer verle caer herido de muerte por una bala justiciera! Pero que bien muere el tío, marcando los tiempos; claro… Está acostumbrado. Un lujo. La de balazos que ha recibido en su carrera. Sus enfrentamientos ante Glenn Ford, Kirk Douglas, John Wayne, James Stewart, etc, son una garantía para el espectador.
Una buena venganza necesita siempre un muy buen enemigo. Cabroncete y rápido con el revólver. Hala, Jack, tómate el último whisky y a escena, que te toca morir.
James Stewart es perfecto para saldar deudas a tiros, nada de denuncias y esperar a que la Justicia resuelva; lo tiene más que demostrado.
Pero es que John McIntire consigue uno de los personajes cínicos más logrados en el salvaje Oeste, con ese sombrero de copa y esos rodeos arteros para sorprender por la espalda.
Walter Brennan cumple con su prototipo de amigo al que hay que vengar; como si llegara directamente de estar con Hawks en otra del Oeste.
Y luego Jack Elam, uno de los pistoleros a sueldo que más veces le ha tocado morir. ¡Qué placer verle caer herido de muerte por una bala justiciera! Pero que bien muere el tío, marcando los tiempos; claro… Está acostumbrado. Un lujo. La de balazos que ha recibido en su carrera. Sus enfrentamientos ante Glenn Ford, Kirk Douglas, John Wayne, James Stewart, etc, son una garantía para el espectador.
Una buena venganza necesita siempre un muy buen enemigo. Cabroncete y rápido con el revólver. Hala, Jack, tómate el último whisky y a escena, que te toca morir.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here