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Tartuffe

Comedia. Drama Fábula moral basada en la famosa comedia de Moliere sobre la hipocresía de un hombre que quiere adueñarse de una gran fortuna. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
15 de mayo de 2009
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras leer las críticas de los usuarios acerca de esta película, me he decidio escribir la mía tras verla ahora mismo. He sacado esta peli de la Biblioteca Pública de Valladolid, en donde tienen el DVD de Divisa, el cual ofrece el monatje americano de la presente película.

Digo que me he decidido a escribir tras leer las críticas de los compas porque he apreciado que han salido con una impresión muy parecida a la mía tras ver la pelícua, y quizá con importantes "carencias" o "desconocimiento" de la historia de la produción de este film de Murnau (como las mías, que no se me interprete mal, jeje). Y es que, por suerte en el DVD que he sacado de la biblio, hay un pequeño documental de algo más de 30' titulado "Tartufo, la película perdida".

A estos usuarios -como al resto- les recomiendo que se hagan con este pequeño documental, y no sólo porque les resolverá algunas dudas de esta película, sino porque a los amantes del cine les parecerá tan curioso como revelador (por ejemplo en la explicación de la utilización de "ángulos" o de "falsas perspectivas"). En él se nos explica que la película hoy está perdida, pues no se ha encontrado su negativo original; al contrario, de lo que hoy se dispone es de cuatro versiones en las que la americana es la mejor conservada. En el documental compararán los metrajes, las censuras (que las hubo, e importantes) y se podrán ver rodajes alternativos de diferentes escenas, que en algunas ocasiones parecen insignificantes, pero se rodaron muy a propósito según donde se fuera a exponer la película (versión alemana, versión americana, versión de exportación...)

No creo que haga falta un segundo visionado de la película para "pillar" matices o significados de escenas. Es claro, por ejemplo, el carácter anticlerical que tiene la película de Tartufo; y, sin embargo, visionar las escenas cortadas, o las rodadas para según qué exportación, te harán entender hasta que punto para Murnau esta película (que hizo a regañadientes) fue algo muy personal: El Clero como represor sexual, la religión como negocio por encima de la doctrina, la satisfacción del beato alcanzada por hacer sentir culpables a sus "seguidores", etc; o la historia que sirve como prólogo y epílogo, que más que una curiosidad cinematográfica (la de que una película se muestre como dentro de otra), es una denuncia de Murnau a una sociedad y un sistema familiar que le obligó cambiar de apellido, primero por ser artista, y además por ser homosexual.

Posiblemente no sea la mejor película de Murnau -cosa que tampoco podemos saber porque ninguna copia es completa-, pero si investigáis sobre ella (yo lo hice casi de rebote), la veréis desde otro punto de vista, mucho más interesante y profundo. Tanto la historia contada, como la historia de su genial director.
Yago Rojo
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24 de enero de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el documental incluido en la edición en DVD a cargo de Divisa, “Tartufo” es una película perdida. No lo es en el sentido estricto, en la raíz técnica, como tantas otras obras de la época silente firmadas por Mizoguchi, Ford o Browning, pero sí en el moral, ya que no se conserva copia alguna del original, la alemana, que era la más acorde con el montaje ideado por su director. El “Tartufo” que hemos conocido en la edición de Divisa, pertenece a la que se distribuyó en Estados Unidos, restaurada por Berriatúa, que parece ser la más fiel y la que se encontraba en mejor estado, no sólo hay planos cortados con respecto a la versión pensada por Murnau y varía la tipografía y el momento de inscribir los rótulos, sino que muchos encuadres aparecen alterados, algo habitual en las películas mudas.

Escribir hoy de “Tartufo” parte de esta desventaja. Analizar determinadas posiciones de cámara puede resultar tarea estéril, ya que es difícil concretar si este o aquel encuadre fue el elegido realmente por el cineasta o el impuesto en el laboratorio o sala de montaje al tirar negativos y copias para la exhibición internacional. La película es un encargo que la UFA hace a Murnau. Carl Mayer, el guionista, había terminado la libre adaptación de la obra de Moliere en 1923 y hasta 1925 no comenzó el rodaje. La trama de “Tartufo” es por todos conocida, pero Murnau arremete de forma contundente contra la religión, el fanatismo religioso y la hipocresía social que el cineasta padeció por su homosexualidad, mucho más que en el texto de Moliere, aunque en descargo del escritor francés debe decirse que la primera versión de su obra fue excomulgada en 1664 y tuvo que suavizarla considerablemente para poder estrenarla.

Murnau le otorga considerable importancia al prólogo y al epílogo modernos de la película. Es su forma de llevar a la práctica las teorías vertidas por Moliere dos siglos y medio antes y su justificación para salirse brillantemente de los márgenes del cine de época, del film que evoca el teatro. Y lo hace precisamente utilizando el propio cine como medio de expresión dentro y fuera del relato. Personalmente me gusta más el prólogo que la historia de Tartufo. Los protagonistas son otros, aunque intercambiables con la obra satírica de Moliere: un anciano enfermo, su joven nieto y la ambiciosa criada que intenta embaucar al anciano para heredar sus bienes. Murnau filma de otra manera, saltándose las limitaciones del decorado, con la cámara a ras de suelo para obtener angulaciones que sorprendan e inquieten, los encuadres muy cerrados sobre los rostros del anciano y su hipócrita criada. Hermosa reafirmación del director alemán en el poder del cinematógrafo.
Antonio Morales
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26 de febrero de 2009
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva diana de Murnau, otro cineasta al que cuento sus incursiones por victorias, casi siempre rotundas.

Éste es un nuevo caso. Con la condena de la hipocresía como telón de fondo, y con un sutil hachazo a las contradicciones de la Iglesia como agradable ingrediente, o eso al menos he querido apreciar yo, Murnau vuelve a desplegar su arrolladora habilidad como director para crear una historia sencilla, espartana pero tremendamente afilada, gracias a esa expresividad pesadillesca que imprimía prácticamente en cada plano.

Emil Jennings, al igual que en las desgarradoras El Último o El Ángel Azul, vuelve a dar otro recital, por descontado.

Grande. Mucho.
Barfly
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20 de enero de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tartufo” era un encargo que Murnau se vio obligado a dirigir un poco a desgana cuando estaba preparando la que pensaba que sería su siguiente obra, una adaptación del mito de Fausto. Esta versión de Tartufo sin embargo ya llevaba tiempo gestándose antes de que el proyecto cayera en manos de Murnau, pero el anterior film del director, “El Último” (1924), había tenido tanto éxito que seguramente la UFA decidió volver a reunir al equipo que había hecho posible esa obra maestra para asegurarse la jugada: Murnau como director, Emil Jannings como protagonista, Carl Mayer como guionista y Karl Freund como operador de cámara.

El guión de Carl Mayer no era una adaptación rígida de la comedia original de Molière sino que, al contrario, se tomó la libertad de eliminar unos cuantos personajes así como de algunos matices argumentales para simplificar del todo la historia conservando básicamente el tema y su esencia. Además le añadió un prólogo y epílogo situados en la actualidad que sirven como agradable introducción y cierre del film, enfatizado por el hecho de que el protagonista se dirige al público, casi como si estuviera presentando una obra teatral. Curiosamente, del mismo modo que el propio Molière tuvo problemas en su época con la obra por su contenido, Murnau y Mayer volvieron a tenerlos en pleno siglo XX por los mismos motivos: Tartufo es un personaje hipócrita y aprovechado que hace gala de un alto sentimiento religioso y que basa sus consejos en preceptos cristianos, y ese falso cristianismo molestó mucho también en la época de Murnau, y es que algunas cosas nunca cambian.

La película fue una de las primeras en las que se desarrolló el motivo del cine dentro del cine; el tratamiento que realiza Murnau se aleja de cualquier adaptación cinematográfica que se haya visto con anterioridad a 1925, ya que, de manera muy diferente a lo que presentaba el fenómeno del teatro filmado, Murnau plantearía por primera vez una despedida consciente del final de una época. Me refiero aquí a una época fílmicamente “primitiva” que si no había desaparecido todavía, estaba a punto de hacerlo, era la época del cine ambulante, del cine de atracción ferial o de barraca, también del lenguaje “primitivo” del cine. El tratamiento que realiza F. W. Murnau del cine dentro del cine marca una etapa: la del nuevo lenguaje cinematográfico que parecía acabar de comenzar. Murnau ejercita esa marca usando precisamente un nuevo lenguaje y lo haría justamente representando un género que hasta la fecha había sido primitivo: el teatro filmado.

Centrándonos en este estupendo film de Murnau, quien destaca por encima del resto sin duda es el actor Emil Jannings, de hecho, antes de que Murnau entrara en el proyecto, el film ya estaba concebido como una obra para su lucimiento y no es para menos, Tartufo es el tipo de personaje que un actor de su estilo agradece encarnar: un personaje villano y carismático que además podía interpretar libremente cayendo en la exageración puesto que es una comedia. Sus apariciones continuamente pegado a sus libros religiosos resultan inolvidables, así como escenas abiertamente humorísticas como el desayuno con Orgon, en que devora glotonamente un pedazo de carne con una expresión que quiere parecer seria y reflexiva y acaba siendo bastante divertida, o cuando conversa con la esposa de Orgon y no puede evitar fijarse en el escote y las piernas de ésta.

Film íntimo, con pocos personajes y, sin duda, narrativamente menos complejo que sus obras más conocidas, pero con todo constituye una notable muestra de su talento como director y su genio en el uso del primer plano.
Juan Marey
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29 de septiembre de 2010
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tartufo” (Le Tartuffe ou L'Imposteur), es una obra de teatro encantadora, divertida, valiente, crítica. No obstante haber sido escrita por, Jean Baptiste Poquelin (mejor conocido como, Moliére), en 1664, conserva su plena vigencia con el paso de los siglos porque refleja y sanciona, con el mayor de los tinos, algunos infortunados comportamientos de extremada asiduidad entre los seres humanos: La hipocresía es la base central de la obra, pero de paso, también hay lugar para darle una patada bien trasera a la credulidad y para objetar el afán de disponer de la vida de los hijos para casarlos con quien al padre (o a la madre) se le antoje. Son éstos, despropósitos que han causado infinitos males y que han lesionado moralmente a innumerables seres humanos a lo largo de muchos siglos.

La crítica de Moliére apuntaba sus flechas contra los tantísimos impostores que, vestidos de “espiritualidad”, se aprovechan de la ingenuidad y de la credulidad de los creyentes para arrebatarles sus bienes y sus herencias, y fue tan certera la recreación contenida en su magnífica obra que, altos prelados de la iglesia se pronunciaron contra ella y, en muchos lugares, fue incluso prohibida su lectura.

Vaya a saber por cuales circunstancias de la vida, en 1925, el director alemán Friedrich W. Murnau, se sintió tentado de llevar al cine una versión libre de, <<TARTUFO>>, que había escrito Carl Mayer. El tono de la obra se había convertido en un drama; desaparecían la mayoría de los personajes secundarios; y se incluía un prólogo y un cierre ambientados en la época actual, con lo que se demostraba la vigencia de la hipocresía y su carácter de eterna entre la especie humana.

Para los puristas y fieles a la obra original, éste filme de seguro les traerá desencanto. Pero, en mi caso -aunque la obra de Moliére me resulta de muy grata recordación y me encantaría ver una adaptación cinematográfica con todos sus personajes, que se ajustara a sus magníficos diálogos y a su fabuloso tono de comedia mordaz y edificante-, la versión de Murnau también me agrada porque creo que logra, con su proverbial eficacia fotográfica y con actores muy calificados, dar cuenta del mensaje principal de Moliére pese a que, por tratarse de cine silente, era obligado hacer más visual lo que, en la obra, se sostiene mucho con base en los diálogos.

Probablemente, la película la disfrutarán mucho más quienes no hayan leído la obra de Moliére, pero, les sugiero que la lean luego, porque, <<TARTUFO>>, es un gusto que nadie debe perderse. ¡Ah!, y al final, estoy seguro que desearán regalársela al cura de su barrio, a la profesora de su hijo(a), a su querida suegra… o al político de la familia, pues, en éstas comunidades abunda la hipocresía. ¿O qué tal que, de pronto, fueras tú quien debiera mirarse en el espejo?

¿Cuándo habrá de ser que actuaremos con los demás como nos gustaría que actuaran con nosotros?
Luis Guillermo Cardona
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