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Greenberg

Comedia. Drama Atrapado en una encrucijada vital, Roger Greenberg (Stiller) decide mudarse durante una temporada a casa de su hermano, en Los Ángeles. Allí, entabla una insólita relación de amistad con la ayudante de éste, Florence, que aspira a ser cantante. El noviazgo de Florence y Greenberg, aparentemente maravilloso, es bastante precario e inestable. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
7 de julio de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inicialmente la película juega al despiste al presentar en detalle a un personaje que acabará siendo secundario y al cambiar de repente al personaje menos interesante de Stiller que, tan encasillado en comedias de humor abrupto, parece no encajar en el estilo costumbrista-pesimista mostrado hasta el momento. Entonces surge la sorpresa y Stiller y su personaje se adueñan por completo de la película y la elevan a un tratado social especializado en "qué hacer con tu vacía e inútil vida de cuarentón perdedor". Este personaje va creciendo poco a poco y ganándose al espectador.

Sorprendentemente también, Stiller encaja en este personaje cuarentón, perdedor, obsesivo compulsivo, quejoso, inseguro, indigno de confianza, iracundo, asocial, sin expectativas, que no quiere hacer nada... Aquí demuestra ser mejor actor de lo que sus anteriores interpretaciones encasilladas dicen.

Todas las características del personaje de Stiller se exploran y se ponen en cuestión a través de su interacción con los personajes secundarios. El espectador no puede evitar sentirse identificado con algunas de los traumas del personaje, como Vivir una vida diferente a la planeada o perder una oportunidad por anteponer los principios al sentido práctico.
lscem
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21 de septiembre de 2010
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el ya pretérito siglo 20, un joven Noah Baumbach pertrechaba sus primeras películas sin demasiada fortuna, antes de dar en el dique seco de la autoría y buscarse los cuartos como guionista y escritor de diálogos. Comedias caracterizadas por un peterpanismo post-campus universitario o un onanismo judío y neurótico, los primeros filmes de Noah (Kicking and screaming (95) y Mr. Celos (97)) apenas dejaron huella en la memoria cinéfila colectiva. Durante años nadie volvió a ofrecerle una mísera oportunidad, hasta que el cándido y muy independiente Wes Anderson se cruzara en su camino, produciendo su autobiográfica Una historia de Brooklyn (05), la vuelta al ruedo de Noah tras ocho años. Con Anderson, Noah participaría en el guión de La vida acuática (04) y en su última y maravillosa Fantástico Mr. Fox (09) (una de las mejores películas en lo que llevamos de año al decir de Manu Yánez, y que quien esto escribe suscribe). Así, redimido por Anderson para el cine, el retorno de Baumbach se ha consolidado, antes con Margot y la boda (07) y ahora con Greenberg, ambas obras que demuestran la madurez de un autor que ha abandonado el ombliguismo y la pose intelectual que lastraba aún su primer film del siglo 21.
Como la(s) de Wes Anderson (o la de Todd Solondz o la de Judd Appatow o la de Miranda July), esta tragicomedia de Baumbach, escrita a cuatro manos entre Noah y su mujer y musa Jennifer Jason Leigh, gira en torno a sujetos o grupos familiares disfuncionales, con una querencia por los personajes fracasados y/o inadaptados sociales. En este caso, el personaje interpretado por Ben Stiller es un paciente recién salido del frenopático por una rara dolencia: perdió la movilidad de las piernas de forma psicosomática, por su propia angustia. Vuelto a casa de su hermano por una temporada con el fin de “no hacer nada” y cuidar del perro mientras su familia política veranea en Vietnam, Roger Greenberg conoce a Florence, la asistenta de la casa recién salida de una larga relación, con la que vivirá una neurótica y rarificante historia de amor, salpicada por sus paranoias. No exenta de ternura, la historia que Noah nos cuenta se aleja mucho de una cinta romántica típica, tomando por momentos un cariz cruel y sádico: más que agridulce, la de Noah es una comedia “trilce”, si se me permite citar aquí a César Vallejo y su juego de palabras entre triste y dulce. Más allá de la falsa disfuncionalidad de las junos y las miss sunshines, la de Greenberg está transida por una especie de autenticidad que invade cada plano, alcanzando instantes de verdadera conmoción, algo a lo que no es ajena la incorporación de Stiller, todo un ejercicio de dramatización de una cara estólida al estilo Jim Carrey en El show de Truman (98), de Peter Weir; o Adam Sandler en Embriagado de amor (02), de P.T. Anderson, genial film con el que Greenberg tiene no pocos puntos de encuentro, además del logro de sus dos actores protagonistas.

(continúa en spoiler)
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McCunninghum
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29 de julio de 2010
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta noche he tenido el enorme placer de conocer al personaje cinematográfico más interesante de los últimos años: Roger Greenberg. Sus miles de matices dotan al film de una cantidad de escenarios y situaciones posibles que parecen no tener fin, como la imaginación de Baumbach. Un notable Stiller, que cada vez que se aleja de papeles comerciales e intranscendentales cumple, da vida a este curioso a la par que errático personaje.

La historia, bien alimentada con suculentos secundarios, habla de los diversos modos de vivir una vida, y de como las expectativas se convierten en frustraciones con el paso de los años.

Sin embargo, la película no ofrece una visión clara de lo ideal en la trama, sino que invita a la reflexión. Muy interesante el personaje de Florence, una joven que acaba de salir de una larga relación y evita complicaciones hasta que conoce al deambulante Roger para ilusionarse con una relación caótica que curiosamente parece calmar sus inquietudes. Y es que justo cuando Greenberg comienza a comportarse de un modo adecuado y lógico, de pronto lo estropea todo de manera tan irracional como sublime. No busquen alegres parejas que comen perdices ni historias felices en esta película porque lo que aquí encontrarán es ambigüedad e indiferencia. Como la vida misma, pues así somos las personas: cuanto más complicado y difícil se presenta algo, más interés mostramos en hacernos con él.

Además, la cinta cuenta con otros aciertos como una buena dirección, a destacar los largos planos cortos hacia los personajes, y una banda sonora espectacular (James Murphy, ¡qué descubrimiento!). Quizá más de uno vería esta cinta con otros ojos si fuera más "indie". A mí, que soy enemigo acérrimo de las etiquetas, personalmente me ha convencido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jayba
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16 de febrero de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desubicación no solo implica decir lo inadecuado en el momento menos justo, también implica estar donde no se debe con momentos (trágicos) de lucidéz. Ben Stiller desarrolla uno de sus papeles más singulares e introvertidos dentro de esta obra de un tal Baumbach, aspirante a director autor.

Las cámaras siguen a la pareja principal como si de parásitos se trataran. ¿El personaje de Stiller es un parásito? Pues las cámaras hablan por él, lo siguen en su errar casi continuo, en su disconformidad casi constante y, principalmente, en su caracter marcádamente inoportuno.
De esta forma se va construyendo Greenberg: la peli sobre los motores de un personaje incómodo y volátil, como ese muñeco de extremidades desproporcionadas en la estación de servicio.

Pero atención, que esta peli habla sobre esa Greta G. en estado de triste gracia: un personaje tan rico como no del todo aprovechado por la dirección, y sin embargo son sus planos bucólicos e intimistas los que abren la peli, y así queda en claro que algo de guión le faltó para cubrir, dejándola como un destino y no como un camino en sí mismo dentro de la obra.

Baumbach supo armar esta peli con denotada pericia autoral: ciertos planos, ciertas elipsis y la temática de fondo así lo confirman. Le faltó, quizás, un toque más de ingenio para realtar un poco a esta Greenberg que interesa, pero que no llega a sorprender del todo.
Juan Rúas
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22 de mayo de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces nos llaman la atención argumentos sin consistencia en los que no llegamos a entender la razón de ser de los protagonistas, más que nada por su falta de personalidad o que están ahí dando vueltas sin hacer nada, sospechando que llegará el final de la película y, efectivamente, no habrá pasado nada. Yo creo que son personajes iguales a los que se nos presentan de vez en cuando a lo largo de la vida, cuando conocemos a algún compañero nuevo o algún lejano familiar que no habíamos visto y se nos aparecen como esos seres provenientes de la invasión de los ultracuerpos, individuos que sospechamos que no tienen sangre en las venas o que el mundo les es ajeno; gente que sonríe a destiempo y callan mientras los demás no dejan de hablar por los codos. Y cuando se les pregunta se tiran media hora pensando y cuando van a responder ya se les ha pasado el tiempo y nadie les hace caso.

Creo que el cartel de la película es expresivo a tope. Ben Stiller interpreta a un personaje cuyo nombre es el de la película, un tío majara que mira para arriba a un espacio que ocupa tres cuartas partes de la altura y, por tanto, no mira a nada, o mira a las musarañas o mira si hay una telaraña en el techo o está haciendo un ejercicio de estiramiento con el cuello y lleva así 3 horas por lo menos. Creo que se adivina perfectamente que mientras, por abajo, se está rascando los huevos calmosamente.

Pues bien, en este caso, los actores no hacen más que interpretar a dos personas de esas que hablamos. En un principio ella me ha parecido un poquitín tontaina, algo ligerita de cascos o de razonamiento escaso, no sé, tal vez un poco putita, buena chica eso sí, muy maja. Y él un personaje bastante estirado que Stiller le da un aire perfecto al típico amiguete que sabes que nunca logrará aclararse, pendiente siempre de centrarse, que no sabe ni él mismo de qué va, igual coge ahora y se apunta a irse a Australia de golpe como monta un número porque un camarero le canta cumpleaños feliz con todo cariño.

La película me ha gustado. Tiene una lógica argumental que no se sostiene con nada porque no cuenta nada concreto. Las cosas pasan. Habla de canciones que podían haberse escrito que es como decir de cosas que podías haber hecho o de personas que podían haber sido tu pareja, algo en lo que siempre se piensa aunque si hay oportunidad, luego averiguas que es una gilipollez como otra cualquiera. Que hubiera pasado si…

Sé que verdaderamente hay gente así, que se toman las cosas intrascendentes con gran detenimiento y estudio y por eso a veces se distraen con mucho empeño en escribir irónicas cartas de protesta a los responsables sobre el mal funcionamiento de pequeños detalles de los servicios públicos, de cualquier chuminada en general, están convencidos que en el mundo no funciona nada o lo que funciona, funciona mal. Pero pasan de los problemas que agobian al resto de los mortales, están más a una canción que escuchan que si explota la bomba atómica al lado de su casa; son personas que me dan la impresión que saben de lo efímero de la vida y no se preocupan de pensarlo, o mejor dicho, son gente que no tienen ni puta idea de lo efímero de la vida y tampoco se preocupan de pensarlo... Algo así diría yo. Sí te llaman la atención estos tipos, puede ser interesante conocerle.
floïd blue
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