Enamorada de mi Ex

A todos los que sean seguidores de las películas de este interesante director no quedarán defraudados con esta , pues a mi entender, es una de las mejores obras de Burns. El tema es el de todas las películas de este director; las relaciones humanas entre personajes centradas en la ciudad de Nueva York. Es una bonita película que trata sobre los amores pasados y las segundas oportunidades. Si bien no me ha acabado de convencer la actuación del propio Burns, los actores Selma Blair y sobretodo Patrick Wilson bordan el papel. Muy recomendable.

Es difícil hallar en la ociosidad, un rédito personal que justifique semejante autoindulgencia. Por ejemplo, si a ti te encanta jugar a los videojuegos, pero eso no te da de comer, tendrás que buscar otra forma de ganarte la vida.
Lo mismo pasa con las relaciones disfuncionales: existen parejas que se soportan sólo por la mera mediocridad de la rutina. El mero placer de mantenerse en la "confort zone" para que la incertidumbre, -sí, esa que tanto nos aterra- se mantenga bien lejos.

Eduard Burns habla erráticamente de ello, en una película muy personal, pero que hace aguas en su forma. Es una especie de Richard Linklater pero sin la osadía ni frescura de éste último. Uno espera los diálogos tan vivos y directos de la trilogía de "Antes del Amanecer", pero sólo hallará diálogos mediocres con alguna muesca de verdad a puños que no justiifca ni el fondo ni la forma. Porque hacer una película a base exabruptos sólo produce arritmias guioniles, un quiero y no puedo, tomándose la libertad de suponer que el espectador perdonará las licencias del director, empatizando con el exorcismo fantasmal de su autor.

No está mal para asumir un poco el dicho ese de "Consejos vendo, para mí no tengo": tras una ruptura, y, salvo estos coletazos a lo Edward Bruns que de vez en cuando puedan entrar, (la nostalgia supongo) esta película viene muy bien como anticonceptivo frente a la preñadura obzecada y confusa que sopone rememorar el pasado.

Edward Burns casi da en el blanco con estas “Violetas Púrpuras” en su guerra de guerrillas en contra de los mass media entre otras causas. Con un buen guión, diálogos inspirados aunque llenos de presunción y una adecuada puesta en escena, nos proporciona viento fresco a la viciada pantalla promedio.
Y decimos “casi” porque la película en varios tramos es una verbalizada exposición de motivos del director/actor sin mediar sutilezas que la emparienta a veces con las comedias convencionales de Hollywood aunque no tenga humor fácil ni giros gratuitos. La coartada, claro está, es que los personajes de Selma Blair y Patrick Wilson son escritores que confluyen en el mismo propósito, el de hacer literatura “de verdad” y como tales detestan los “best sellers” y su obsceno y degradante entorno mercantil y se desviven por escribir lo que realmente quieren aunque eso no les rinda fama ni dinero.
El contrapunto se produce con el personaje de Burns, un abogado de oscuros antecedentes, del cual se duda, incluso, sobre la validez de su título y que sin embargo ha hecho dinero y puede comprarse un piso de tres y medio millones de dólares. Y con el que compone Donal Logue, esposo de Patti la escritora, sujeto histérico y libidinoso cuya presencia hace recordar el mundo de Woody Allen. De ese imaginario parecen sacadas también la pareja de Brian y la mejor amiga de Patti, ex del personaje de Burns quienes al igual que Selma Blair no se caracterizan por ser mujeres voluptuosas ni especialmente atractivas físicamente. Hay una idealización de las relaciones basadas en el amor y la confluencia de intereses aunque duren muy poco, quizá menos que las que se basan en el sexo, concepto que se combina perfectamente con el oficio de escritor satisfecho consigo mismo pero mal reconocido por el público.
Pero hay escenas que además de expresar las propuestas descritas, agregan una atmósfera que Burns ha ido aprendiendo a utilizar mejor en su experiencia cinematográfica y en todas aparece Selma Blair. Por ejemplo, las citas de venta de bienes raíces en amplios y costosos pisos vacíos con grandes ventanas por los que se contempla Nueva York a plenitud, las discusiones con el jefe con la alegoría de la “gran manzana”, los paseos de Patti por la playa y los encuentros con Brian en un pequeño café, remarcados estos últimos con una música precisa que hace recordar a Sofía Coppola; es lo mejor del filme.
Y si convenimos que la propuesta intenta una reformulación del amor, debemos decir que es inversamente proporcional a la realización personal y subsidiaria de esta pero se mantiene constante en el tiempo si las demás variables hacen lo mismo; según el estudioso Edward Burns quien después de 8 ponencias, está en camino de doctorarse en la materia.

Me llama atención el tema...dos autores que buscan tener una voz propia mientras que el mundo sólo busca de ellos que sigan con sus best-sellers. Una idea de partida buena.

Pero me fallan demasiadas cosas, hay algunas escenas (en especial las de un Patrick Wilson, MUY ATINADO) buenas y que hacen que el filme remonte el vuelo.

Pero por lo general...se habla sobre tres temas manidos, las coincidencias ocurren de manera constante y ciertos personajes (Messing) son claramente CARENTE DE INTERÉS.

Y es una pena, porque tengo la sensación de que Burns podría haber hecho algo muy competente (los dos protas están bien escritos y el personaje que él interpreta desde luego es un secundario a tener en cuenta) pero al final todo es muy teatral y con una temática más simple.

Tampoco se profundiza en exceso en la historia de los escritores, sino más en una historia de amor que interesa bastante poco.

Algunos detalles pero por el resto...poquita cosa.

Entiendo que Edward Burns quería exorcizar algún fantasma con este film, que recomiendo a todos los estudiantes para que vean como no debe ser un diálogo desde el punto de vista cinematográfico. Cargada pues la información en un cien por cien a través del diálogo. La imagen, (el mayor recurso audiovisual) queda atrás. Film pues para olvidar.

Ya lo dijo Sergio Leone en el sentido que se aprende más de film malo de que bueno. Y es que para estos temas de amigos literatos, es mejor recurrir a otros conceptos de la escritura de diálogos en el cine, aunque, reconozco que no hay verdades absolutas.