Vamos a contar mentiras

Sencilla comedia negra de enredo que es adaptación de la obra de teatro homónima original de A. Paso.
Muy del estilo del autor, adquiere forma de entretenida película en la que se saca máximo partido a la vis cómica de J. Menéndez, J.L. López Vázquez y A. Soler Leal.

Una intrascendente velada navideña se convierte en campo abonado para todo tipo de malentendedidos y situaciones equívocas en la que no faltan cadáveres y visitas inoportunas.
Largometraje que permite una velada distendida y amena en clave de humor para disfrutar del buen cine español de los años sesenta.

A raíz del éxito de la adaptación cinematográfica de "Usted puede ser un asesino", Isasi se propuso conseguir un resultado parecido con otra obra de Alfonso Paso similar, "Vamos a contar mentiras". No logró que triunfara en taquilla, pero sí realizar un sólido juguete cómico mezcla de la obra teatral y de la imaginación de los guionistas.
La película se separa de la obra con gags añadidos y un desenlace distinto. Se diría que Isasi, tan devoto del cine norteamericano, quiso añadir a Paso un estilo propio de Hollywood, inventando situaciones hilarantes y dotando a la narración de un estilo vertiginoso. El robo del coche de bomberos, las monjas que invaden el chalet acompañadas de los niños de un orfanato, el ladrón que se esconde bajo una mesa con ruedas o debajo de la cama de matrimonio y la secuencia del cura en la ducha son unas pocas muestras de las modificaciones efectuadas sobre el texto original. No obstante, se respetan el sentido del argumento y la mayoría de los divertidos diálogos.
El duo Juanjo Menéndez-López Vázquez funciona tan bien como el de Alberto Closas-López Vázquez en "Usted puede ser un asesino". Hasta se dan el mismo número de cadáveres a esconder, si bien muchas más sorpresas y sustos. El relato policíaco importa poco. Lo decisivo gira en torno al personaje de Menéndez, que acostumbrado a que su esposa (Amparo Soler Leal) mienta a cada momento, no se cree ni lo que ve. Y es que su casa está en manos de un ladrón que no consigue llevarse los dos muertos accidentales. Y que progresivamente se va llenando de vecinos, niños cantores, un psiquiatra y hasta el cuerpo entero de bomberos.
Aparte de divertir, el film tiene un mensaje: el que piensa que lo que sucede debe ser lógico acaba convirtiéndose en un idiota.

Cowboy redimido y aspirante a corsario, llegué a esta obra gracias a la referencia de Torres Dulce en el programa "Cowboys de Medianoche", y su sección de "El Cofre del Pirata", en donde nos presenta buenas películas que no han pasado a la historia con renombre. Y, entre ellas, rescata esta obra menor que es una adaptación de la obra teatral de Alfonso Paso, prolífico dramaturgo y precoz en su partida (con 51 años), que nos dejó una obra inigualable.

El reparto es magnífico, y los momentos en la casa rozan la hilaridad, con unos diálogos repletos de cultura, historia, ironía, críticas veladas y rozando (toreando) a la censura.

Es una buena excusa para reírte, aunque no es una peli navideña, sino un rato de humor.

Sin duda Alfonso Paso tuvo su público. No obstante, desde el punto de vista literario, su popularidad es tan buena como malas son sus comedias, con muy poca parte de su producción realmente salvable. Nada que ver con la dramaturgia de autores como Muñoz Seca, los Quintero, Jardiel Poncela, Carlos Arniches, Buero Vallejo, Jaime Salom o Ana Diosdado, por nombrar sólo unos cuantos. La películo es un refrito añadiendo gags entre neorrealistas y surrealistas. Hubiera funcionado con otro realizador (por ej. Berlanga). En este caso, la puesta en escena es tan inconexa y poco hábil que hecha por completo a perder el trabajo de un impresionante reparto de actores. Una lástima.

"- Ya es Ud. rara.
- No soy rara, soy de Vitoria".

Pues así, más o menos, toda la película. Y es que es una adaptación al cine de la obra de Alfonso Paso, con lo que ya podemos entrever cómo será la función: una astracanada, un esperpento puro y duro.
No pasaría nada si fuera divertida, y sí, tiene sus escenas graciosas, como el gag de la mesa, pero en líneas generales y siempre bajo la premisa de valorarla viéndola en pleno Siglo XXI, septiembre de 2020 (infausto año), pues ha envejecido bastante mal.
Las obras de Paso, de gran éxito en su momento, eran comedias lights de fácil visión y más fácil olvido. En esta ocasión, lo mismo.
No es que aburra pero es escasamente graciosa, comenzando bien pero poco a poco volviéndose repetitiva. Su duración, de casi hora y media, tampoco ayuda mucho a que sea más grácil y ligera, aunque la parte final sea un SinDios de personajes entrando y saliendo por la puerta que hace esbozar una sonrisa.
Menos mal que está llena de estupendos intérpretes, que lo hacen bien, no cabe duda, pero la cinta no tiene mayor enjundia cinematográfica.

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