El pico 2

Eloy de la Iglesia no era un buen director, solo ahí que ver la escena final, el clímax, que da pena de lo mal rodada que esta. Eso si, el tío con mas cojones de la historia del cine español. Ya lo dijo José Sacristán " Donde otros ponen la cámara, el pone los huevos".

Y es que no queda títere con cabeza en esta secuela. Especial mención merece el tema de la corrupción de una Guardia Civil huntada de los pies a la cabeza cuyo lado más oscuro está encarnado aquí por el posibilista teniente Alcántara, encargado de la sección antidrogas en Bilbao. Sus métodos antiterroristas incluyen la compra de informadores mediante el suministro de estupefacientes. De todos es bien sabido que no hay persona que esté más al tanto de qué vientos soplan en la calle que el traficante. Pues bien, en este caso se cumple a la perfección el refrán de que a veces "es peor el remedio que la enfermedad", pues los métodos del teniente Alcántara, a parte de dudosos suponen un claro prejuicio para la sociedad. Todo ello para desconcierto del bueno del comandante Torrecuadrada (que por desgracia acmbia de intérprete en la secuela, aunque con buenos resultados), con el que uno empatizará definitivamente en esta segunda parte. El teniente Alcántara, hombre bien relacionado al que poco le preocupan los efectos colaterales de sus métodos (al fin y al cabo para algo se inventaron los eufemismos), también se dedicará a vender exclusivas a la gente sin escrúpulos de la prensa. Para la historia queda esa escena de impotencia y soledad del comandante Torrecuadrada en la fila de visitas de la cárcel de Carabanchel enfrentándose a ese buitre que dice estar haciendo su trabajo. Por tanto tampoco el periodismo se va a librar de una amarga crítica por parte de Eloy de la Iglesia, sector fundamental de toda democracia que aquí se muestra en connivencia con las autoridades y plenamente comprometido con el amarillismo más repugnante dejando a un lado los temas que verdaderamente importan. Aún tengo en la mente esa escena en que Paco llora a su padre muerto y el fotógrafo, guiado por el periodista, cerca y abruma el duelo del joven con la luz y el ruido de su flash.

El lehendakari, personaje de dudosa moral rebotado de ETA nos va a mostrar otro de los lados de la heterogénea y multifacética organización terrorista, utilizada por muchos delincuentes comunes y pragmáticos desde siempre como pretexto para desarrollar todo tipo de actividades delictivas y altamente lucrativas. He aquí una crítica a la supuesta pureza de los ideales de una lucha que perdió sentido hace mucho tiempo.

Por último Eloy de la Iglesia no deja de lanzar una chinita al gobierno socialista al enfocar de un modo directo el tema de los GAL, en un momento en que además el tema no estaba muy claro todavía. Esto hace doblemente atrevido y digno de mención el atrevimiento del director vasco, ya que nos muestra en toda su complejidad el entramado y bases sobre las que se asentaba esta guerra sucia que se saltó los límites de la legalidad en todos y cada uno de sus procesos.