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El mundo es vuestro

Comedia Rafi (Alfonso Sánchez), completamente arruinado, se cuela en la montería organizada por la Marquesa que reúne a toda la alta sociedad española para venderles su negocio y dar el pelotazo por fin. Dentro está Fali (Alberto López), que ha sido reprogramado, y ya no es un compadre. Juntos descubrirán que la montería no es lo que parece, y que en la finca se está decidiendo el futuro de España.
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
18 de marzo de 2022
31 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
A burro muerto, la cebada al rabo. Y hasta que al otrora último bastión de la españolada genuina Santiago Segura se lo permita su pánico a la incorrección política parece que a Alfonso Sánchez le tocará alzar la bandera de la charlotada ibérica él solo. Y no tan solo, porque mientras haya trilogía, o tetralogía o a lo que expriman el invento a mí que me metan cucharadas hasta "jartarme".
Yo ya no sé si esto es la trilogía de los pronombres posesivos, la de los mundiales o de los compadres, o si el Rafi (Alfonso Sánchez) y el Fali (Alberto López, el que le da un aire a Jorge Cadaval pero menos mazado) comparten universos -que no barrios- con sus dos doppleganger del barrio de Triana -el Cabesa y el Culebra-, pero sí que son lo más parecido que verás, por el momento, a una adaptación cinematográfica de 'Ortega y Pacheco': su similitud estriba en que el recochineo autoconsciente surja a costa de una desacomplejada carta de amor al caciquismo ibérico (y específicamente el andaluz) disparándole dardos a dos frentes ideológicamente enfrentados.
A propósito de ideologías y de sátira sociopolítica: habría que tener los huevos muy gordos para concederle el sambenito de las influencias berlanguianas a cualquier menudencia únicamente por ser cine español y negar a este festín escopetero de cumbres en romerías chinoespañolas el mérito de ser el mejor homenaje a la trilogía nacional del cine contemporáneo. Si son capaces de vencer al prejuicio y la desconfianza, para los que apreciasen la primera entrega ésta es imprescindible.
No esperaba menos autenticidad de un tipo que aprovecha las escenas postcréditos de una comedia de acción firmada por encargo ('Superagente Makey') para bromear admitiendo que la mejor parte de dedicarte al cine es la parada del rodaje a la hora del bocata.
Hablando de rodajes: no se tiene conocimiento de ningún incidente mortal al término de éste. Así que deduzco que Carmen Canivell no ha sido adiestrada en el uso de la escopeta por los mismos armeros que Alec Baldwin.
Y voy a acabar con la cita de un antiguo proverbio austrohúngaro: "el que nace lechón, muere cochino".
antonio lopez herraiz
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25 de junio de 2022
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un poquito de sobreactuación, un poquito de actores atacaos necesitando dos cajas de lexatin, unas cuantas escenas de todo el mundo hablando a la vez, que se entiende menos que una psicofonía de chewbacca, una falta de gracia con gags más predecibles que un estribillo... Y ya tenemos el último truño de los compadres, que parece pretender llegar al esperpento de Azcona, pero que se queda en el ridículo.

Qué diferencia con aquella elegancia, calma y serenidad de los primeros vídeos. Qué diferencia de aquella genial ópera prima con el culebra y el cabeza. A D. Alfonso se le acaban las ideas, y este bodrio lo certifica. No la he quitado y la he visto hasta el final por el cariño que tengo (bueno, tenía) a los compadres desde el "eso es así", pero vamos, entre esta y la de "Para toda la muerte" será difícil que me vuelva a sentar a ver una ¿peli? de estos señores porque, amigos, a una comedia se va a reírse, no a aburrirse. Menos mal que me esperé a verla en Prime.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Daniel
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21 de marzo de 2022
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renunciar a personajes tan carismáticos como los compadres es complicado. Conseguir un producto que llegue al gran público bajo el velo de la sátira también. Posiblemente la comparación con Berlanga esté haciendo demasiado daño a una producción que logra varios de los objetivos que se propone y muere en la orilla de la autoparodia. Porque dos dosis menos de chabacanería, un toque de acidez y varios retoques de guión y montaje podrían haber hecho de esta una de las comedias más divertidas (o al menos, más estimulantes) de los últimos años. Desde los títulos de crédito del inicio (firmados por el cada vez más inspirado ant0ni0_ales), pasando por las escenas en las que la química de los protagonistas atraviesa la pantalla, pierde un poco de encanto por un innecesario abuso del griterío y un reiterado subrayado del trazo grueso.
Peor que la primera, mucho mejor que la segunda y con visos de que, si llegase una cuarta, puede pillar a su director en un interesante punto de maduración.
Kinteselmalo
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20 de marzo de 2022
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los compadres, el Rafi y el Fali, han vuelto a traernos una nueva ración de enterismo. El problema es que no es una ración, sino veinte, treinta raciones. Un empacho de raciones de enterismo, que ya intenta utilizar todos los recursos posibles argumentales y estilísticos para crear un verdadero delirio en lo que debería ser una comedia. O mejor dicho, una sátira. Lo que sucede es que este tipo de reflexiones, se realiza con una precisión milimétrica, con una intención vitriólica, para acertar en el tiro de lleno. Sin dudas, sin titubeos. Al centro y hasta el fondo.

El problema es que en esta tercera película (que se supone cierra la "trilogía" que creó Sánchez con "El mundo es…") se tocan demasiados palos, demasiados temas, y demasiados tonos: a veces sarcástica, a veces reflexiva, a veces realista. De manera que no sabe uno a qué carta quedarse. Y luego está el tema del barullo: porque hay demasiado. Prácticamente desde el brillantísimo arranque (lo mejor con diferencia, con un duelo entre el protagonista Sánchez y Antonio de la Torre, realmente antológico…) toda la temática parece metida con calzador: pelotazos, empresarios, corrupción, una montería, Chinos, políticos de todo signo, poder, dinero… un delirio demasiado aturrullado que explota cada cinco minutos. El referente berlanguiano no sólo está presente en el homenaje a tres de sus mejores trabajos (La trilogía de La Escopeta Nacional, Bienvenido Mr. Marshall -ahora en versión China- y La Vaquilla), sino también en la narrativa, ya que Sánchez hace uso del plano secuencia, a modo del maestro valenciano, sólo que ahora todo parece menos controlado, más caótico, incluso diría que confuso. Se solapan personajes, diálogos, temas, sin llegar a quedarse en nada. Todo a borbotones. Y es cierto que en algunos momentos hay aciertos totales (o parciales) pero en la mayoría de los casos, está demasiado confuso todo.

Eso me lleva a reflexionar no sólo con Berlanga, sino con otro "referente" que el director, guionista y protagonista de la historia, Alfonso Sánchez, ha citado en la promoción de la película, que son los Monty Python, el genial grupo humorístico británico que revolucionó la televisión y el cine en el siglo pasado. La mayor diferencia, es que en películas tan locas como "La vida de Brian", lo que parece sorpresivo, está milimétricamente calculado. Y ese control no se transmite en ningún fotograma de esta aventura compadril. Es más, yo diría que la comedia, como uno de los más difíciles géneros de la historia del cine, necesita un alarde de control argumental y de chistes, que si no se hace, queda todo deslabazado, el mensaje se pierde y lo único que se consigue son chistes la mayoría de veces ineficaces. Baste citar a maestros de la comedia como Blake Edwards, Billy Wilder o el citado Berlanga. No sólo conseguían que nos troncháramos de risa en la silla, sino además colar soterrados (e inteligentes) mensajes de toda índole, desde la política a la misma naturaleza humana. Claro que se hacía con la finura de un cirujano que manejara un bisturí finísimo que es capaz de eliminar capa a capa del mensaje, y ahora lo que se utiliza es un torpe martillo que no hace más que ruido, quedando todo demasiado obvio, demasiado burdo, demasiado tosco.

Hay que elogiar el gran esfuerzo realizado por todo el equipo técnico/artístico mayoritariamente andaluz, pero no es menos cierto que el nivel actoral -bien por la dirección de actores, bien por la inexperiencia o sobreactuación de otros- llega a ser bochornoso en algunos momentos. Porque llegar al extremo no hace falta para hacer reír, y las caricaturas llegan a ser verdaderos esperpentos. Y ojo, que los esperpentos están bien, pero siempre que la película tenga el tono y la vocación de esperpento, y no se pontifique con el bien, el mal y se ponga uno serio y estupendo, ya que de esa manera es cuando todo chirría y no encaja.

Es una verdadera pena que el gran nivel alcanzado por su segunda película sobre "El mundo es…" haya bajado tanto en esta tercera parte, porque las expectativas y los personajes ya estaban sentando las bases para un colofón esperado. Pero es que resulta todo tan infantil, tan anacrónico, que es un despropósito pensar que a día de hoy todo sigue igual que en la época de la UCD (años setenta y ochenta del pasado siglo) donde se decidían las cosas en cacerías. Es más, el intento políticamente incorrecto de ese parche argumental estilo "el juego del calamar" metido con calzador (y que no desvelaré para no hacer spoiler) no encaja de ninguna manera. Se mire por donde se mire. Ni te lo puedes tomar en serio -porque no es la vocación ni la intención- ni tampoco a broma -porque en el contexto, no pega ni con cola-. De esa manera, es como si se quisiera meter en un cóctel elementos tan dispares y contrapuestos que es imposible que el resultado saliera bien, por mucho que se agitara. Quizás lo más acertado son los dibujos animados del comienzo con los créditos, porque es donde no chirrían los personajes y se puede aplicar lo del "todo vale". Porque en el resto de la película, no vale. No funciona.

Tengo la impresión prácticamente desde el inicio, que todo es demasiado incoherente, caótico, apresurado, donde todo el mundo tiene que hablar muy rápido, andar muy rápido, moverse muy rápido… para llegar a ninguna parte.
Federico_Casado
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25 de junio de 2022
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien diferencia contenido de estilo. Gente que traza una delgada línea entre lo que se cuenta, y el cómo se cuenta. La distinción parece razonable en principio: hay muchos argumentos para nada imaginativos que son salvados por la pericia del narrador, y artefactos con ideas a raudales arruinados por una mala dirección, progresión argumental pésima y actores terribles que impiden que no te creas ni por asomo lo que te cuentan. Sin embargo, soy más de la opinión de que ambas cosas van totalmente unidas, que si haces un drama o una comedia, con ello viene cierta imposición de estilo, y que el argumento es totalmente distinto dependiendo de cómo lo cuentes, qué se quiere recalcar y qué no. En una película, el cómo y el qué van de la mano, y uno no tiene sentido sin el otro.

La razón para esta parrafada es que una decisión de estilo, impuesta por encima de lo que se quiere contar, es la principal responsable de matar la película, de desproveerla de la gracia que poseía la anterior entrega “El mundo es suyo”, otra astracanada de trazo grueso con cierto encanto, aunque fuera para mostrarnos una imagen divertida y algo satírica de la fauna sevillana. La decisión tomada no es otra que la mayor muestra de adorno innecesario que posee el cine moderno: el plano secuencia.

Para ver los estragos, solo hay que fijarse en el plano de presentación del emisario chino en España. Al ser una comedia coral, y no poder cortar para mostrar diferentes conversaciones, Alfonso se ve obligado a meter en el encuadre a todo el mundo y hacer que hablen a la vez. ¿Y cómo nos enteramos de lo que dicen? Pues a gritos, montando un galimatías confuso en el que apenas se entienden los chistes y las gracias. Otra razón es que, en comedia, cortar y montar una escena para imprimir ritmo es esencial. Aquí ese sentido del ritmo en la escena es inexistente; no se le puede imprimir el ritmo que se quiera en la sala de montaje. Prueba de ello es que en la segunda mitad, cuando desaparecen los planos-secuencia, el ritmo y la gracia aumentan, aunque el daño ya es irreparable.

Si sumamos esta mala decisión con un guion más flojo que el de su predecesora, nos queda, al menos para mí, una pequeña decepción. Esperemos que suba el nivel para la próxima entrega.
Jesús
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