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La 8ª noche

Thriller. Terror Con un rosario en una mano y un hacha en la otra, un monje que en el pasado fue exorcista, intenta dar caza a un espíritu milenario que está poseyendo a los humanos y desatando el infierno en la Tierra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película surcoreana de posesiones que es la primera película de su director, y que está protagonizada por Lee Sung-min (The Drug King, 2018), Park Hae-Joon (Heart Blackened, 2017), y Kim Yoo-jung (The Chaser, 2008).

Con un rosario en una mano y un hacha en la otra, un monje que en el pasado fue exorcista, intenta dar caza a un espíritu milenario que está poseyendo a los humanos y desatando el infierno en la Tierra.

La película resulta demasiado convencional en todos los aspectos como para que consiga dar algo de miedo, con unos personajes que son puro estereotipo, interpretados con bastante acierto, y unos elementos para causar terror, que sobre curiosos por la mitología de la que parten, en la cual parecen sacados de un cómic, carecen de toda efectividad y no pueden evitar dejar la sensación en el espectador de estar viendo, una película de terror sobrenatural del montón. Pese una evidente falta de originalidad, La 8ª Noche se las apaña, con un ritmo bastante bueno, para que el espectador no se aburra e incluso consiga empatizar con unos personajes que no se libran del drama sobrecargado marca del país de origen de la pelicula.

La 8ª Noche consigue ofrecer un entretenimiento decente al espectador, aunque lo excesivamente trillado de su propuesta impide que consiga llegar a ser algo más que un mero pasatiempo con poco a destacar.

Nota personal 6/10
ElChicoDeLosHorrores
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5 de julio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atraído por su tétrico tráiler (han sabido jugar bien esa baza), he decidido darle una oportunidad a este film de terror coreano, cortesía de Netflix y que acaba de estrenarse en la plataforma. Las pocas críticas que han habido (no es de extrañar, ya que es otro estreno que llega por la puerta de atrás) no han sido demasiado entusiastas, por lo que no sabía qué me iba a encontrar. La verdad es que no tenía demasiadas expectativas, habiéndome conformado con una propuesta que me entretuviese, no pidiendo mucho más (ya me conformo con poco…). Pues ni eso, ya que estamos ante un thriller (que no cinta de terror) demoníaco, que desaprovecha sus elementos y que acaba siendo un producto tan insípido como carente de garra.

La dirección cumple, aunque jamás llega a infundir terror, abusándose de unos efectos digitales bastante mejorables. ¿Cuándo se darán cuenta de que siempre es mejor usar maquillaje que no artificios visuales? Y más si hablamos del género del terror, siendo la película tétrica (que no terrorífica) cuando se depende del efectismo de los actores (esas sonrisas…) y quedándose en tierra de nadie cuando se abusa de los efectos. Ellos verán. No obstante, y a pesar de una labor correcta (sin más), el director no se libra, ya que también es el responsable de un guion que hace aguas por todos lados.

La película comienza con interés, al presentarse un punto de partida que llama la atención. El problema es que la cinta jamás despega, conformándose con lo justo y necesario, en dos exageradas horas de duración en las que pasan cosas, pero sin que ninguna de ellas tenga el suficiente atractivo como para justificar el visionado. Yo he mantenido la esperanza de que esto remontase en algún momento, llegando finalmente hasta un insustancial clímax que confirma que sus responsables han puesto el piloto automático, tirando por tierra un argumento (thriller de posesiones) que daba para más, mucho más.

Y es que el problema de la película es que quiere ser muchas cosas y contar demasiadas otras, con unos personajes sin chispa. Que nadie espere grandes diálogos, ya que éstos brillan por su ausencia durante casi toda la película, al presentar a unos protagonistas silenciosos y parcos en palabras aunque, en honor a la verdad, hay que reconocer que uno de ellos mantiene un voto de silencio durante la mitad del metraje, pero siguen siendo unos personajes sin alma y que nos importan más bien poco.

Tampoco ayuda una ridícula subtrama detectivesca que no va a ninguna parte y que no aporta absolutamente nada al film, ralentizando el ritmo y el devenir de los acontecimientos. Creo que si se hubiesen recortado ciertos elementos habríamos salido ganando todos, en especial los espectadores. Por último, y para redondear el desaguisado, hay un giro tramposo que supone la guinda de un pastel con sabor amargo. Y bueno, respecto al reparto, hacen lo que pueden con los personajes que les han tocado, destacando a los protagonistas, uno con la misma cara casi todo el film, y el otro esforzándose por caernos bien, cosa que logra en parte. Al menos la banda sonora es estupenda, siendo el único elemento (junto a la dirección, aunque tampoco nos volvamos locos) que funciona en un conjunto que decepciona y se olvida bien rápido.

En conclusión, estamos ante una película que es mejor olvidar cuánto antes, sorprendiendo que sea tan floja siendo una película de Corea del Sur, ya que suelen ofrecer producciones más que competentes. Lo de que sea de Netflix ya no me chirría tanto… Una oportunidad perdida de ofrecer algo mínimamente terrorífico y entretenido, siendo una de las propuestas con menos garra e interés de los últimos años. Lo que podría haber sido y lo que ha acabado siendo… Prescindible.

Más críticas: ocioworld.net
Javi McClane
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13 de julio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pérdida de tiempo con este thriller que puede dar lugar a confusión. No es una película de terror al uso (con todo el enorme potencial que tiene Corea del Sur para ello) si no mas bien un thriller con temática demoníaca.

Personajes planos, poco interés general en la trama, algún que otro momento que provoca algo más de interés o te saca una sonrisilla, pero poco más.

No sé valorar muy bien este tipo de films con su estilo peculiar, su casi obligatoriedad de 2 horas de duración... pero en lo que he visto de cine asiático proveniente desde Malasia a Japón pasando por Tailandia, Singapur etc, hay mejores propuestas. Parece que casi todo lo que toca Netflix lo rompe y pese a jugar muy bien sus cartas engaña al espectador en el resultado final.

Reservadísima para amantes o puristas del cine asiático y aún así puede decepcionar.
Vampiro
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15 de agosto de 2022
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Mira que me apasionan el cine y las series que salen de Corea del Sur y que he disfrutado muchísimo de todo lo que he visto de ese país, presenciando como se está convirtiendo poco a poco en un referente para el resto del mundo. Sin embargo, esta película de Kim Tae Hyung me ha dejado un poco fría. Ni siquiera parece una producción coreana y me ha recordado más al cine de terror chino o japonés. Creo que ese es su error, intentar emular otras cintas sin mucho éxito en vez de buscar crear un producto original y novedoso que aporte algo diferente al género.


Otro error es la excesiva duración. El visualizado llega a resultar tedioso y las casi dos horas de duración se hacen muy pesadas. El elenco de actores está conformado por actores y actrices muy populares dentro de la industria del entretenimiento coreano. El joven veinteañero Nam Da-reum tiene una larga carrera a sus espaldas. Lleva actuando en kdramas desde que era un niño y se está convirtiendo en un gran actor a tener en cuenta en el futuro. Aquí realiza una actuación simpática, pero sin garra o profundidad dramática, incapaz de dejar huella en el espectador. Lo mismo ocurre con Kim Yoo-jung, famosa por sus papeles en kdramas y con gran experiencia en el mundo de la actuación, también lleva actuando desde niña en series y películas coreanas. El resto de actores tampoco consiguen emocionarme. Y la culpa no es de ellos. No pueden defender mejor sus papeles porque el problema está en lo mal caracterizados que estos están.


En resumen, otro título más que pasará sin pena ni gloria por el catálogo de Netflix. Una verdadera pena. Nunca pensé que escribiría una critica así para una película coreana.
Nadja
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12 de marzo de 2024
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«La Octava Noche» (2021), de Kim Tae-hyung, es otro de estos platos surcoreanos raros, mal etiquetado. El supuesto perfil de terror con el que se le atribuye una adscripción a un género, queda no poco diluido en la vereda de lo simplemente «cine fantástico», y su tono épico, por no decir el formato «cómic», concretamente «manga», con el que se sirve esta exótica ensalada. Sin olvidar, claro, que todos los productos como este, en los estantes de Netflix son como las verduras en. un supermercado: por guays y exóticas que parezcan, igual que las locales, saben todas a pepino.

La película no deja de adoptar una anatomía y fisiología de «Bola de Dragón»; un híbrido de «anime» japo con esos interminables dramones (que no dragones) épicos chinos, que el más corto no baja de las dos horas y media. El esquema es bastante sencillo de entender: el japo idea, el chino fabrica, y el coreano.... (el del sur, porque los del norte están en su particular inopia del pleistoceno comunista)... simplemente, copia.

La influencia de plataformas como Netflix en la distribución y producción de contenido global ha sido notable, ofreciendo a las producciones de diferentes países una audiencia más amplia pero también introduciendo cierta presión hacia la accesibilidad y la apelación a un público diverso. Esto puede llevar a una neutralización de contenidos específicos, intentando hacerlos más digeribles para audiencias globales, lo que desvirtúa elementos únicos o peculiares de la narrativa o estilo original.

De hecho, dichas plataformas, bajo el pretexto de la diversidad y otras chorradas varias, propias del buenismo postmoderno (que implican decoro y sazonamiento de todo «course» con interracialidad, «varieté» sexual y mujeres «empoderadas»), lo único que buscan es un molde único, el «café para todos», que se pueda lanzar como churros a un mínimo coste para un público aborregado y servil en estas cuestiones. Como árbitros del mercado del entretenimiento (para llenarse los bolsillos, como todo «quisqui») lo hacen de puta madre, en este sentido; pero su visión del arte y del cine, es el que pueda tener un gato de su sombra.

A pesar de toda la bobalicona y sobreimpuesta diatriba sobre la interculturalidad y esas payasadas políticamente correctas, lo cierto es que los «correanos», muy zorros y correosos (valga la redundancia), cogen lo que les sale del nabo (no indiscriminadamente, sino que los muy peseteros ya saben lo que se hacen) de uno y otro mundo, estilo o índole, para endosarnos (como pepino por donde más escuece) con la debida dosis de vaselina, su «dulzón» producto que, como las «chuches», tiene mucho colorido y azúcar, pero no es más que eso... para caries severa del mundo del cine como entretenimiento y como arte.
«Pa’» que me entiendan ustedes, mis queridos, sufridos e inteligentes lectores, no se fíen ustedes de un restaurante griego regentado por turcos.

Mis amigos y familiares agricultores, saben mejor que yo, que lo que triunfa ahora en el mercado son esas creaciones (incluso a veces manipuladas genéticamente), que tienen las fortalezas de la versatilidad (y por ende adaptabilidad) ambiental, teóricamente pues, menores costes de producción, ideales para esa "gran bolsa" de consumidores intolerantes a varias cosas (siempre he pensado que quien sea intolerante a la lactosa, simplemente, no tome leche, joder, en vez de recurrir a los «light» de dudosa eficacia sucedánea, y potencialmente cancerígenos por manipulación en la nebulosa y viscosa cadena de producción y conservación alimenticia). Y así tenemos a estos pomelos enanos en las plataformas, que ni pinchan ni cortan, aptos pues para «todos los públicos», mezcla de «mandarines» del continente, y limones (o limas), aderezados con jengibre para sushi, del archipiélago nipón (no olvidemos que, al fin y al cabo, los coreanos, los hijos de Manchuria, no dejan de ser ellos mismos un híbrido en el que ha cuajado a las mil maravillas el experimento globalizador del actual neoliberalismo, basado en la producción y el consumo salvajes).

Total, que como el auténtico y genuino «picante» no sienta bien a todos, y comer «pez globo» es un riesgo para algunos, nuestros chicos han elaborado una receta que, empezando ya por los efectos, pierde toda esa autenticidad que tenían antaño los elaborados, artísticos, sugerentes y extraordinarios maquillajes que usaban los actores de teatro del extremo Oriente para decir en sus obras mudas (o casi mudas), todo aquello en lo que la palabra nada tenía que decir; por contra, tenemos esa pretenciosa elaboración de efectos digitales (hechos por supuestos artesanos del CGI que imaginan al espectador en su butaca, en pañales y con chupete), que no son nada del otro mundo (la analogía de décadas anteriores resultaría mucho más auténtica en comparación), y vendidos a precio de oro por sus artífices.

Ello me reafirma en la hipótesis de que se espera que la audiencia se rinda a esos alardes de efectismo, refiriendo de nuevo a las ya mencionadas producciones del anime «manga». Visionarlas era más parecido a una sesión de hipnosis a base de efectos lumínicos y cromáticos en las supuestas escenas de luchas y despliegue de super poderes por parte de los héroes, o a una insufrible noche en una «disco tecno», que al auténtico desarrollo de una historia con cabeza y pies.
En el puchero caldoso de Kim Tae-hyung, bajo la fallida pretensión de maquillar (nunca mejor hallada la redundancia) con exhibicionismo digital, los tópicos y trillados contenido y forma del cine asiático (sin ya ponerle el cognomen de terror), hallaremos los clásicos ingredientes de la receta: elementos simbólicos, legendarios y folklóricos en el sustrato contextualizador (tan mal planteados y/o explicados como ejecutados, en un guion lo más parecido a una montaña rusa); sincretismo mitológico oriental; y una «performance» de fuegos artificiales después de un tedioso intento de desarrollar una enrevesada trama, para lo que se emplean no pocas vueltas de metraje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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