Mira que empecé a ver esta película con la mejor de las intenciones y la más grande de las sonrisas (sonrisa que, poco a poco con el pasar de los minutos, fue desvaneciéndose) pero para mí, no hay por donde cogerla.
Animada por las críticas positivas que mis contactos de Facebook hacían de la misma, esperaba encontrarme si no con un peliculón, al menos con un producto decente que me dejara con buena sensación. Pero nada.
El argumento me parece un total absurdo con un metraje larguísimo para lo que tiene que contar; y durante toda la película mi cara no mostraba otra cosa que desconcierto y el más absoluto de los asombros. ¿En serio ésta es la obra de la que todo el mundo no tiene más que buenas palabras? Debo de estar hecha de una pasta extraña porque a mí no es que me pareciera mala, es que me pareció insufrible.
No le pongo menos nota por el trabajo realizado por Joaquin Phoenix. Bastante hizo con el papel que tenía delante, a él no tengo nada que objetarle.

Con películas como ésta, los grandes directores pueden demostrar que se puede meter miedo al público sin necesidad de pegar sustos innecesarios cada dos por tres. Y es que en esta película no hay gran abundancia de ellos: no hay ataques gratuitos, falsos ataques o noches tormentosas, ni falta que hace. Los momentos de miedo son suficientes en sí mismos sin necesidad de más.

Es cierto que hacia la mitad pierde un poco de fuelle durante un rato, en casi todas las películas siento que pasa lo mismo, pero el ritmo se vuelve trepidante en los diez últimos minutos. Sólo por ellos, ya merece la pena el visionado de esta obra clásica típica de mi infancia que me gusta recordar de vez en cuando.

Si en algún momento de mi vida me decidí a ver esta película, teniendo en cuenta que no es del estilo que me suele convencer, fue nada más y nada menos que por las estupendas críticas que le dedicaban algunas personas de mi alrededor. Pero está claro que, por mucho que me esfuerce, estas cosas no me van demasiado.
Al grano.
No discuto la inteligencia y el sentido del humor retorcido que hay que tener para hacer una parodia mínimamente decente de un producto que, por lo general, no destaca por su calidad. El problema es que yo me esperaba precisamente eso, más inteligencia. Me prometieron carcajadas (no he soltado ni la primera, pero bueno, lo acepto, no soy de risa fácil), diversión (no me he divertido precisamente) y, no sé, "algo más". Y con lo que me encontré es con una película de un humor tremendamente absurdo (vale, sé que es una parodia, tiene que ser absurda, pero ¿tanto?) y que SE ME HIZO LARGA (increíble) a pesar de que no llega a la hora y media y estoy acostumbrada a ver películas de muchísimo más metraje.
Vamos, que el experimento no ha salido del todo bien. Quizá la vi en el día equivocado. O quizá, simplemente, es que no he nacido para esto.

Tengo que ir perdiendo esta costumbre mía de dedicarme a ver toda cuanta película es ganadora de infinidad de premios y de críticas maravillosas porque por norma general no suelen ser de mis favoritas; al contrario que muchas otras más desconocidas. Pero como el hombre (mujer en este caso) es el único animal que tropieza no ya dos, sino veinte mil veces con la misma piedra, pues aquí estoy, un domingo más, con la última sensación de los pasados Oscar.

Madre mía, madre mía...

No soy muy de hacer críticas pero es que en este caso creo que no ha habido gran cosa que me haya gustado de esta película: el gran plano secuencia tan molón me mareó bastante, sobre todo en los diálogos; la banda sonora con tanto platillo y timbal me puso de un extraño mal humor y el argumento... Bueno, que no le vi mayor argumento por ninguna parte. ¡Si hasta el protagonista me caía mal! Después de ver no sé cuántos preestrenos en escena y tantas veces la misma historia repetida, acabé por aprenderme los diálogos de memoria y, creedme, no fue divertido.

Se me hizo tremendamente larga, aburrida y pretenciosa (y mira que odio usar esta palabra en las críticas, pero es que esta película lo es: ¡¡PRETENCIOSA, coño!!)

Todavía no sé bien cómo valorar esta película. Lo primero que se me viene a la mente son imágenes blancas, muy blancas, tremendamente saturadas, y el sonido repelente del puñetero teléfono que no paraba de sonar, se me ha quedado grabado en la cabeza.
Esta opera prima del que sin lugar a dudas es mi director predilecto (con permiso de Tarantino), es agobiante, asfixiante, amenazadora y rara, muy rara. Pero es que a mí me gustan las películas así, qué le voy a hacer, las comedias absurdas y facilonas no están hechas para mí.
Lo que más me ha gustado es que, durante su escasa hora y media, no ha dejado de recordarme a mi película fetiche, Requiem por un sueño. Esa música hipnotizadora (se nota que es el mismo músico, Clint Mansell), esos movimientos de cámara, los primeros planos de las pastillas, la paranoia interior del protagonista y, sobre todo, esas alucinaciones del principio con la puerta. Una delicia para mis sentidos.
Lo peor (que para mí no es tan grave): es una obra bastante compleja que posiblemente el gran público no esté dispuesto a aceptar, por falta de paciencia o porque no está educado en cine como éste.
Para mí, de notable. Pero es que estamos hablando de Darren Aronofsky, yo nunca le voy a dar menos de un notable.