Tengo que ir perdiendo esta costumbre mía de dedicarme a ver toda cuanta película es ganadora de infinidad de premios y de críticas maravillosas porque por norma general no suelen ser de mis favoritas; al contrario que muchas otras más desconocidas. Pero como el hombre (mujer en este caso) es el único animal que tropieza no ya dos, sino veinte mil veces con la misma piedra, pues aquí estoy, un domingo más, con la última sensación de los pasados Oscar.

Madre mía, madre mía...

No soy muy de hacer críticas pero es que en este caso creo que no ha habido gran cosa que me haya gustado de esta película: el gran plano secuencia tan molón me mareó bastante, sobre todo en los diálogos; la banda sonora con tanto platillo y timbal me puso de un extraño mal humor y el argumento... Bueno, que no le vi mayor argumento por ninguna parte. ¡Si hasta el protagonista me caía mal! Después de ver no sé cuántos preestrenos en escena y tantas veces la misma historia repetida, acabé por aprenderme los diálogos de memoria y, creedme, no fue divertido.

Se me hizo tremendamente larga, aburrida y pretenciosa (y mira que odio usar esta palabra en las críticas, pero es que esta película lo es: ¡¡PRETENCIOSA, coño!!)