Vi la casi unanimidad de crítica profesional y de público en torno a esta película, lo que me llevó a la sala.

Pronto mis temores sobre el error cometido comenzaron a hacerse patentes. La película rebosa artificialidad por todas partes, estamos en uno de esos casos en los que uno siente cierta vergüenza de que alguien le vea en la butaca viendo aquello que se está perpetrando en la pantalla.

No entiendo a que vienen tantos elogios, pues la película tiene la poco elogiable "virtud" de que los minutos parezcan tener 120 segundos.

No sé si el director y guionistas pretendían dar un espaldarazo al empoderamiento femenino y al carácter contradictorio que muchas veces muestran los seres humanos, empoderamiento que lleva la voz cantante en esta película y que desafía cualquier concepción tradicional de las relaciones familiares y de pareja, lo que en sí no es ni loable ni criticable. Pero -cómo me suele ocurrir tanto con el cine latinamericano como con el español- veo actores intentando interpretar un papel delante de una cámara -Quizá se deba a lo absurdo de las situaciones-, y no a personajes creíbles en una historia. Nada es plausible y uno tiene la sensación de estar contemplando algo envuelto en una atmósfera onírica ajena en gran medida al mundo real. Puede que eso sea también una licencia
creativa intencionada de los autores, pero a mí todo lo resultante me deja frío y no me suscita ningún interés. Los ritmos reguetoneros no hacen más que contribuir al desaguisado de este engendro.

En la sala donde se proyectó, la película tenía subtÍtulos -recuerdo aquella absurda polémica que se produjo el año pasado o hace dos sobre aquella afamada película mejicana en blanco y negro- y en mi opinión no está en absoluto de más, no sólo porque estemos en un entorno social donde se usa una jerga determinada y propia de una ciudad o región -la parte menos glamurosa de Santiago- ya que el mismo problema pueden tener también espectadores hispano parlantes de fuera de Chile, sino porque, como suele ocurrir en muchas películas latinoamericanas, la banda de sonido adolece de cierta falta de nitidez, lo que puede hacer que uno se pierda parte de los diálogos, aunque lo que se diga en ese momento sea en español internacional estándar.
Resumiendo, la originalidad y la transgresión no son en sí mismos sinónimos de calidad.

He leído varias de las críticas de otros espectadores, y es lo mejor que este bodrio infumable, pretencioso y absurdo ha aportado a mi existencia, pues por lo menos esto me ha permitido reírme y pasar un buen rato. Me refiero como es lógico a los que piensan como yo, que, al igual que algunos de ellos, también manifiesto mi asombro y desconcierto por el rotundo éxito de crítica y premios que ha obtenido esta filmación perpetrada por esta presunta directora a -o lo que sea- de cuyo nombre trataré de no olvidarme nunca para no verme atrapado de nuevo en una película en donde ella haya participado, aunque sea como mera portadora de cafés para los actores, pues seguro que los envenena con sólo tocar la taza.

Abotargado y anestesiado, y casi en coma profundo, salí huyendo de la sala antes de que tan infausta e inacabable proyección deviniera en daños cerebrales irreversibles.

El fenómeno Jumanji era algo totalmente ajeno a mí cuando se estrenó en pantalla grande en 1995. Consideraba que sería una película de aventuras para críos y de escaso interés para alguien como yo que por entonces tenía 32 años. Algunos después me topé con ella una tarde de domingo en la TV, y resultó que aquellos efectos especiales y esa acción trepidante y variada de principio a fin me atrajeron sobremanera. Me pareció un pelín cruda para niños pequeños, pero muy curiosa por llevar con aquella magia e intensidad el África de la segunda mitad del s.XIX a una mansión estadounidense de 1995. A mí me dejó huella.

No vi la "continuación" de 2017, por lo que es posible que esta tercera entrega me cogiera algo desubicado.
El caso es que en mi opinión dista mucho del interés de la primera entrega. Mismo nombre de un juego que ahora es de ordenador y la sensación de "deja vu" con respecto a otras películas del género durante bastantes momentos de la proyección. La película da bastante cancha al sentido del humor pretendiendo ser algo gamberra e irreverente, pero el problema es que no tiene más que un par de golpes o tres medio graciosos y lo demás es forzado y sin chispa alguna. Los efectos especiales no tienen ni con mucho el ingenio y la creatividad que tenían en la primera entrega, pese a que la tecnología ha evolucionado mucho en 24 años, lo que dice muy poco en favor de los creadores. Supongo que tendrá gran éxito de público, pero en mi opinión -pese a su buen reparto- es un film perfectamente prescindible.

El documental se centra en la conversión o, -en algún caso, reconversión- de unos miembros de una familia navarra -la del director y de otra persona externa-, al catolicismo, partiendo de muy diferentes visiones previas sobre el hecho religioso.
Encantadora la benjamína de la familia.
El director parte como persona agnóstica a la que inicialmente esta situación no agradaba en exceso, pero que ha tenido la valentía y amplitud de miras para exponernos esas vivencias de forma respetuosa. En mi caso, como creyente heterodoxo no vinculado a la iglesia católica ni necesariamente al cristianismo en general, ha supuesto una agradable e interesante aproximación a la experiencia vital de estas personas.

Entré en la sala donde se proyectaba esta película por cuestión de compatibilidad horaria, y no muy convencido a priori -pese a gustarme la historia universal- de que las vicisitudes de palacio en la corte inglesa de ppos del S. XVII fuera a resultarme de fácil digestión, temiendo además que los 120 minutos de metraje pudieran devenir en una pesada losa. Sin embargo, la película no sólo consiguió interesarme desde el principio, sino que además ese interés no decayó en ningún momento. Pese a no ser una comedia, -otro espectador menciona : "Su macabro y ácido humor negro"-, no pude reprimir la risa en múltiples ocasiones viendo las arteras maniobras de un@s y otr@s
-En especial de las primas- por llevarse el gato al agua a toda costa, dejando las consideraciones éticas y morales en un muy segundo plano -si en algún momento contemplaron tal cosa-. En definitiva una película ágil, muy bien ambientada, con diálogos ingeniosos, muy mala leche y a la vez muy divertida. Así da gusto ir al cine.