Hace ya tiempo que la corrección técnica y la justeza narrativa pasaron a ser una conditio sine qua non al menos en las películas premiadas. Es por este motivo que no es allí donde debe buscarse el éxito que cosechó "La vida de los otros". Intuyo que es precisamente en quiénes son los verdaderos "otros" del título de la película que debemos buscar la respuesta.

La alienación es cosa de comunistas nos dice Henckel-Donnersmarck, que para contar la historia de la redención de un individuo por sobre el "sistema" tuvo que recurrir a la Alemania de 1984, dado que después que cayó el Muro (y los empleados del régimen huyeron de sus sótanos mal alumbrados) la dicha y el amor filial que el espía desangelado envidiaba en su presa descendieron sobre todos nosotros. Y nos deja tranquilos y agradecidos de no haber vivido en esos lugares y esos tiempos.

En este patear la pelota afuera de la cancha radica el verdadero éxito de esta película. Podría decirse que Henckel-Donnersmarck es el anti-Haneke.

El 7 es por el principio, el final y la escena del ascensor con el niño.

O ateos culposos alla Unamuno.

Llegué a esa conclusión hacia la mitad de la película, tras comprobar que no me producía ninguno de los sentimiento abracadabrantes que tópicamente esta cinta es famosa por producir.

La cuestión es que al no ser yo creyente, ni importarme mayormente la cuestión de la muerte (no tengo dudas al respecto) ni de la existencia de dios (idem), es lógico que El Séptimo Sello se me pase por un mero cuento medieval sin mayor importancia.

Me quedo, eso sí, con la secuencia en que la procesión interrumpe la representación teatral.

Eso es lo fundamental en Lynch. ¿Cómo, si no caóticamente, se puede contar una historia desde el punto de vista una mente caótica?
Así, lo que para muchos es afectación, pedantería, bla bla bla, a mi me resulta simple y sencillamente inevitable.

Dicen que dijo Lynch: "La mayoría de las películas están pensadas para que las entienda mucha, mucha, muchísima gente. Poco sitio queda para soñar y hacerse preguntas."

¿Qué pasa si a algunas de las peores ideas de la historia del cine se les suma un ego del tamaño de la pirámide de Keops y se les otorga un presupuesto millonario?

Pues que Jodorowski (O "Jodo", como le dicen los que lo conocen) se despacha con La Montaña Sagrada.

Lo único bueno que se me ocurre decir sobre esta película es: El Topo es peor.

Sólo que el "déja que te explique amigo" se reemplaza por un lacónico "Mátenlo" de parte del villano de turno.

Y el plano secuencia del que todos hablan está entre lo mejor que he visto en mi vida. (El resto se los regalo, hagan con ello lo que quieran)