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Bélgica Bélgica · Bruxelles
Críticas de George Kaplan
Críticas 4
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
30 de mayo de 2007
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel narra en esta película, (Palma de Oro en Cannes, y censurada y calificada como obscena en nuestro país), la historia de la inevitable renuncia de Viridiana a llevar una vida religiosa. A lo largo del film, que en ciertas escenas adolece de un estilo algo tosco, vemos como Buñuel hace uso de varios registros, para pasar así de un aparente drama psicológico inicial que revela la obsesión sexual de Don Jaime, a mostrar finalmente la contraposición entre los valores de Jorge, caracterizado por el hedonismo, y los de Viridiana, quien trata de vivir acorde con sus fuertes convicciones religiosas. Todo ello, acompañado de un retrato lleno de humor y cargado de realidad de los pobres a los que dedica su vida Viridiana tras abandonar el convento.
La película está centrada en ella, quien tras una serie de acontecimientos trágicos que le imposibilitan continuar con su vida cristiana, acabará renunciando a ésta y se entregará a la modernidad representada por Jorge en un final algo imperfecto y precipitado.
En mi opinión, sin llegar a ser la obra maestra absoluta que muchos consideran, es una película excelente de la que cabría destacar, entre otros muchos aciertos, la mirada objetiva del director, que no comete el error, tan frecuente en muchos directores actuales, de juzgar lo que filma (simplemente muestra), el tratamiento de los personajes, sobretodo, Viridiana, Jorge y Ramona, la criada de la casa, un reparto brillante, el magnífico y negro retrato de los pobres, y la parodia final del cuadro de “La última cena”.
George Kaplan
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10
18 de abril de 2007
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Au revoir les enfants” es una película maravillosa, un bellísimo y triste retrato de la infancia, un canto a la amistad y, al mismo tiempo, un duro alegato contra las injusticias que el propio Louis Malle sufrió de niño durante la ocupación alemana de su país natal en la Segunda Guerra Mundial.
La película, que ha sido calificada por el crítico Carlos Boyero, como “sutil, hermosa, compleja, dura, tierna y honesta”, narra la intensa relación de amistad entre dos muchachos, Julien y Jean Bonnet, en un colegio interno dirigido por religiosos durante la ocupación alemana.
Entre ambos chicos, en el difícil intento de vivir, junto a sus compañeros, en un mundo ajeno a la brutalidad de la Francia ocupada, irá surgiendo un fuerte lazo de amistad en una edad en la que comienzan a interesarse por las chicas, mientras gozan del placer de la lectura de “Los tres mosqueteros”, “Las mil y una noches”, y las novelas de Julio Verne. Todo ello, mientras descubren el significado de valores como el compañerismo, la fidelidad o la traición.
El director francés afirmó que “a través de este muchacho que se me parece, he intentado reencontrar aquella primera amistad –la más fuerte- bruscamente destrozada, y representar mi descubrimiento del mundo absurdo de los adultos, con su violencia y sus prejuicios.
El film, ganador del León de Oro en el Festival de Venecia, tiene un guión espléndido. No se me ocurre una mejor manera de contar esta historia, emotiva a la par que desoladora. Destacar también la música de Schubert, la aparición de la bella Irène Jacob, que interpreta el papel de la profesora de música, y la magnífica escena en la que niños y clérigos se reúnen para ver, entre carcajadas, “El inmigrante”, de Chaplin.
“Adiós, muchachos” quizás suponga la obra cumbre de Louis Malle, quien reconoce que “esta película es mi punto de partida, mi origen voluntario, en el que yo me reconozco de verdad”.
Julien no olvidará nunca esa mañana de enero que supone el final de la película, final con el que es prácticamente imposible no emocionarse. Nosotros tampoco seremos capaces de olvidar esta obra maestra y este canto a la amistad que denuncia la brutalidad de sucesos como los ocurridos hace ya más de 70 años.
Como diría W. G. Sebald, “queda el recuerdo, no lo destruyáis”·
George Kaplan
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7
12 de abril de 2007
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ascenseur pour l'echafaud", un interesante film "noir" basado en la novela de Noël Calaf, supone el debut en solitario de Louis Malle como director. De la película destacaría tres cosas: su fotografía, la banda sonora y la presencia de Jeanne Moreau.
La fotografía en blanco y negro de Henri Decae, responsable de la fotografía de "Los 400 golpes", refleja con maestría la atmósfera de una noche gris del París de finales de los cincuenta, sobre la que es imposible desviar nuestra mirada.
La banda sonora correspone a Miles Davis, quien improvisó toda la partitura contemplando las imágenes del film una vez acabado. Sencillamente impresionante.
Por último, y no por ello menos importante, destaca Jeanne Moreau. Lejos de ser la típica joven muñeca a la que nos tiene acostumbrados la gran pantalla, la imagen de la actriz francesa podría llevarnos a pensar, más bien, en una mujer madura en apariencia no muy atractiva. Pero su belleza es incontestable. La escritora Amparo Serrano de Haro la define perfectamente al decir que "quizá su encanto especial proviene de ser un poco fea, en la proporción exacta en que un cóctel debe ser algo amargo. O no tanto de serlo como de poder parecerlo". Es imposible no sentirse fascinado por esta gran mujer que, sin duda, es una de las mejores actrices de la historia del cine europeo.
Acabo con unas palabras del maestro François Truffaut, que decía que cuando se imagina a Jeanne Moreau nunca se la imagina leyendo un periódico, sino un libro; es una mujer para el amor, el gran amor, no un flirt.
George Kaplan
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7
7 de abril de 2007
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre serbio (Lazar) llega a su casa tras cumplir una condena de diez años y encuentra que en ella viven una mujer (Jasna) y su hija pequeña autista (Jovana), ambas refugiadas bosnias. Lejos de echarles de casa, él las acepta y, juntos intentan construir un mundo propio que está condenaco al fracaso.
Esta película, cuyo título evoca una conocida obra de Shakespeare, es un comprometido y duro retrato de la sociedad serbia actual, una sociedad destrozada por la guerra, cuyos ciudadanos, al igual que la hija autista, se ven abocados a una dificultad irreductible para relacionarse con el mundo exterior y superar sus graves problemas. Pese a la crudeza del film, hay un toque poético y humano en la narración, una narración que, a nivel formal, adolece de un ritmo excesivamente cargado de escenas cortas y fundidos en negro que acaban por minar poco a poco la profundidad de la propia película.
No obstante, nos encontramos ante una película notable, en la que los tres personajes en torno a los que gira, aunque lentamente dibujados, están fantásticos, especialmente la hija autista Jovana Mitkic, a la que el director encontró en un centro especializado, y Lazar Ristovski.
El cine de Paskaljevic, cuyo último estreno Optimistas consiguió la Espiga de Oro de Valladolid en la pasada edición, se hace necesario para adentrarnos en el retrato de la sociedad serbia, a la que, pese a su cercanía geográfica, se le ha venido dando la espalda desde Europa. Lejos de caer en lo grotesco, el cineasta serbio hace gala de un realismo y una crudeza, cargados a la vez de crítica y humanidad, que me parecen imprescindibles para cualquier película que pretenda lanzar una mirada sobre una sociedad marcada por la posguerra.
Es imposible olvidar esa neblina invernal de Belgrado, omnipresente a lo largo de toda la película, una metáfora de la depresión en la que está inmersa la Serbia posterior a la guerra de los Balcanes.
George Kaplan
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