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España España · Valladolid
Críticas de Alberto Monje
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Críticas 69
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de febrero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es complicado ver reflejado en el cine la realidad iraní. Una sociedad machista, clasista, tremendamente marcada por su opresor gobierno. No vengo aquí a hablar de política, pero sí que es verdad que la segunda película de Asghar Farhadi, “Beautiful City”, no puede ser entendida sin su enorme crítica social.

Había momentos en los que no entendía cómo esta película pudo sobrepasar la incisiva censura persa. Temas como la religión o la situación de la mujer son prácticamente los personajes principales en un film en el que es más importante lo que cuenta que cómo lo cuenta.

“Beautiful City” es una historia sobre personas desesperadas. A’la es un joven que intenta evitar contra natura que ejecuten a su compañero Akbar; Firoozeh, ha perdido la esperanza de salvar a su hermano de la merte, solo quiere que su marido le trate bien y le deje en paz y Abolqasem, quiere que de una vez por todas se ejecute a Akbar para así vengar a su hija. Estos tres son los personajes principales sobre los que Farhadi ordena toda su historia. El director controla a la perfección todas sus personalidades y toda su humanidad, consiguiendo llevarles a temas más trascendentales. A’la y Abolqasem, en las largas conversaciones que tienen para evitar la muerte de Akbar, llegan a reflexionar sobre los asesinatos, sobre el perdón, la rendición… “Tu hija no sabía que iba a morir, Akbar sí, lleva 2 años sabiéndolo” llega a decir en una escena, ante el rostro desorientado del anciano. A este mismo, pese a ser un hombre que solo desea la muerte de un joven, se le dota de sentimientos tan humanos como los de los que intentan evitar la ejecución. Sabe que nada cambiará en su vida en cuanto Akbar esté muerto, seguirá estando triste, echando de menos a su hija. Ella es lo único que le quedaba de su esposa fallecida, por eso desea tanto la venganza. Lucha contra las instituciones eclesiásticas, también religiosas, para adelantar la ejecución del joven, pero no consigue nada. En cierto momento del filme se declara “enfadado con Dios”, arremetiendo contra la religión, algo imprescindible en la sociedad iraní. Farhadi también arremete contra el sistema islámico imperante. Critica la sociedad impasible ante las injusticias, solo inmiscuida en sus rezos. A’la, el alter ego del director en muchos momentos, le preguntará a un imán: “¿Es rezar más importante que salvar una vida?” a lo que responderá: “Lo es, hijo”.

Como ya he dicho, el tema de la mujer tiene mucha importancia en la película. A todas las mujeres que aparecen, en cierta manera, se las ve apartadas, subordinadas a sus maridos. Firoozeh, hermana de Akbar, es un gran ejemplo de ello. Vivirá temiendo a su marido todos los segundos en los que esté él cerca, buscando sin nunca decirlo, alguien que le trate bien. “¿Alguna vez me has tocado excepto para pegarme?”, llega a decirle. En varias escenas del metraje vemos maltrato físico de hombres a mujeres.

El gran acierto del prácticamente novato todavía director, es contar una historia desde la mayoría de puntos de vista posibles. Se les da humanidad a todos los personajes, por mucho que parezca que, a priori, no la tengan. Akbar solo sale en dos escenas, no es más que una justificación para, primero, contar una historia con unos personajes muy potentes y, segundo, reflejar una sociedad de la que solo se pueden muy pocos aspectos positivos, el resto, está totalmente podrido. Quizá el iraní no había llegado todavía en ese momento con “Beautiful city” al altísimo nivel narrativo de “A separation” o “Le passée”, pero demuestra una intención y unas ganas de hacer el mejor cine social que poco después quedarían demostradas.
Alberto Monje
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9
21 de febrero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles ya era un autor de reconocido prestigio cuando en 1962 adaptó al cine una de las novelas más importantes de la literatura moderna: “El proceso”. Ésta misma, era algo inclasificable, tachada de “anarquista” y de existencialista por sus contemporáneos, pero homenajeada una y mil veces en años posteriores (véase “La peste” de Albert Camus, por ejemplo).
Pero vamos a pararnos en lo que de verdad nos concierne, que es el film. En él vemos a un Anthony Perkins con el rostro indeciso, perdido, pero al mismo tiempo, sabiendo que no podía ser de otra manera. Un actor, seguro que empujado por su éxito con “Psicosis”, da vida a una historia que de convencional no tiene ni los créditos finales. Para empezar, el surrealismo que puebla la obra es magistral, bastante diferente del monumental “El perro andaluz”, pero manteniendo la esencia de “sueño-pesadilla”. Durante todo el metraje, el espectador no sabe realmente lo que está pasando, sólo ve pasillos, papeleo, personas perdida, sombras y mujeres que le activarán los deseos sexuales. En cierta manera, el espectador es Mr. K, que se levanta por la mañana y se ve inmerso en una pesadilla, que no sabrá si es realidad, o simplemente un mal sueño (y tan malo).
Como siempre en Welles, hasta el más mínimo detalle técnico es cuidado al milímetro. Es digno de destacar la fotografía e iluminación, que crea claroscuros muy acordes con la trama y sombras que se alargan y dan más sensación surrealista. Respecto a la música, ayuda a relajar el ambiente en los momentos más “lights” dramáticamente y, en cierta manera, olvidar todo lo que el espectador ha visto y acaba de ver.
En una película, si el espectador no se sumerge en ella de lleno, alguien ha hecho mal su trabajo. “El proceso” despierta en el espectador un instinto de supervivencia que no está acostumbrado a sacar casi nunca. Debe estar todo el tiempo alerta ante lo que pasa, porque si no s perderá y acabará como esos pobres abuelos que vemos en el film perdidos en los pasillos en el tribunal. El espectador, como Mr. K, no sabe realmente por qué le están juzgando, y no sabe lo lejos que pueden llegar en su proceso de degradación personal y eso le asusta, sí, pero conforme va pasando el tiempo va entrando en el sádico juego participando activamente de él e, incluso, intentando adelantarse a la trama, una trama que no le agarrará hasta que el espectador no puede más y se rinde. En “El proceso”, Mr. K. y el espectador ya están predestinados a perder.
Y esa es la esencia de la película y su gran fuente de calidad. No es una película que te haya dado la sensación haber visto antes, no es como ninguna otra. Además lo pasas muy mal, realmente sufres, pero cuando terminas de verla, sientes la necesidad de volver a revivir esos momentos de angustia, pues así es el cine: cuando algo te atrapa, ni el tiempo puede hacer que te suelte y, “El proceso” es prueba irrefutable de ello.
Cualquier otro director habría hecho una sátira sobre la justicia en su país o una crítica muy dura a los jueces y burocracia en general. Pero Welles no es así, más allá de las lecturas políticas que se puedan hacer a esta obra, yo creo que no las tiene. “El proceso” es un film sobre el caos, el descontrol y a desesperanza, nada más, cualquier lectura que se le pueda hacer va a ser alejada de las intenciones del director, intenciones puramente artísticas.
Alberto Monje
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8
8 de noviembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres personajes solitarios. Tres personajes que no han encontrado su lugar en el mundo. Una pastelería de dorayakis que los une. Básicamente esto es Una pastelería en Tokio, una película dulce sobre las relaciones humanas y lo esenciales que son en nuestra vida.

Sentaro dirige una pastelería del centro de la capital nipona donde acude Wakara, una joven escolar. Tokue, una anciana que se acerca un día al local, se ofrece a ayudar a Sentaro a cocinar los mejores dorayakis que haya probado, éstos son unas tortitas con pasta de judía dentro, el Anko. La pasta que cocina Tokue, está para chuparse los dedos. Por ello, sin dudarlo, Sentaro contrata a la anciana, pese a su avanzada edad y una enfermedad que tiene en las manos.

Naomi Kawase consiguió el galardón a la mejor dirección en esta pasada Seminci con esta cinta. En su trabajo podemos observar un gran cuidado con la forma y el estilo en lo narrado, además la dulzura y el sentimiento que revierte en la cinta, la convierten en una gran experiencia para casi cualquier público.

Si hay que ponerle una pega a la película es su metraje, quizá, demasiado largo. La historia está muy bien contada y medida en su mayor parte, pero son esos últimos 20 minutos los que reinciden innecesariamente en la misma idea. Aun así, el filme no deja de ser tan apasionante y consigue tratar numerosos temas como: la dulzura de la vida, la pasión por el trabajo, la armonía del hombre con la naturaleza o la lepra en la sociedad nipona actual. Este último tema sorprende desde nuestra perspectiva occidental, pero es un verdadero lastre sanitario y, sobre todo, social para muchos japoneses en la actualidad. Merece la pena ver la película y descubrir hasta qué punto una de las sociedades más avanzadas de la tierra posee tantos prejuicios irracionales hacia esta enfermedad.

Quizá un público más refinado, un público que se conozca a la perfección todas las teorías cinematográficas sobre las historias o la narración, al conocido como “crítico pijo”, le falte algo. Pero el resto de los mortales somos capaces de disfrutar con una obra que no es perfecta, pero que, si llega al corazón, lo acaba siendo. Esta gente refinada le sacará mil pegas: que si los personajes son demasiado tópicos, que si la historia no llega a despegar, incluso usarán palabras que ni ellos mismos saben lo que significan para argumentar sus ideas. Ahora bien, que no os engañen. An es una película que hay que ver y disfrutar porque en su esencia está la vida misma y, en palabras de su propia directora, “sólo el hecho de vivir es algo maravilloso”.

Alberto Monje, Esencia Cine
Alberto Monje
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6
31 de diciembre de 2015
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno va al cine a ver una película sabe perfectamente con lo que se va a encontrar, o, por lo menos, sabe por dónde van a ir los tiros. Sabes perfectamente cuándo vas a ver una película con una historia medida, unos personajes complejos y un fondo y una forma muy cuidados; por el contrario, también sabes cuándo vas a ver una película loca, sin pies ni cabeza, solo encaminada a hacer reír al espectador. Esto último es Incidencias.

La comedia es el género donde mejor se ve la estupidez humana. Por medio de la risa nos damos cuenta del sinsentido de la vida y el de todas nuestras acciones. José Corbacho y Juan Cruz se ríen de la sociedad española de la época: prejuicios a musulmanes, políticos corruptos, policía, obsesión por las nuevas tecnologías… todo esto y más aparece en esta película que, por si surgiera alguna duda, se anuncia como “La nueva comedia de Corbacho y Cruz”. El espectador que espere cine serio, mejor que se quede fuera.

Sí que es verdad que en algunos momentos se intenta acercar demasiado a las comedias de Almodóvar —curioso que la película parezca un remake de Los amantes pasajeros, pero en un tren— aun así, ambos directores saben tener un estilo propio, quizá no el más acertado y conseguir su principal propósito: entretener y hacer reír. Por otro lado, hay momentos en los que la narración está demasiado sobrecargada por una música muy insistente, o partes de la historia demasiado típicos de las comedias, como el de un parto en el momento más imprevisto. La fórmula de combinar narración con los comentarios a posteriori de los protagonistas no siempre funciona, hay momentos en los que uno no sabe muy bien en qué momento de la trama se encontraba. Aun así, los golpes de risa y, en general, todas las situaciones son lo suficientemente buenas para olvidar su escasa inteligencia. Me gustaría hacer una mención a Lola Dueñas arrastrándose por el suelo con una pistola, de lo más gracioso e imprevisible del film.

Una de las principales razones para ver esta película es, sin duda, su casting. Ver en pantalla a Carlos Areces, Lola Dueñas, Imanol Arias, Ernesto Alterio, Toni Acosta o Rubén Ochandiano, es un placer al que pocas producciones pueden llegar. Sin duda, su principal atracción de cara al público, lo que puede hacer salir a esta película del olvido mediático. En general, parece que sea una película destinada a ser “menor”. No aspira, como puede hacerlo Ocho apellidos vascos / catalanes, a romper la taquilla. Parece que, incluso, tampoco lo quiere. Aun así, los espectadores que vayan a verla este año nuevo que se olviden de todo y solo piensen en disfrutar de esta comedia que, al fin y al cabo, para eso está hecha.
Alberto Monje
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9
24 de octubre de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine alemán, tan frío y calculador siempre. "Camino de la cruz", os aseguro, no dejará indiferente a nadie. En el film, María es una adolescente con los típicos intereses de los adolescentes, pero debe convivir en su familia y sociedad, basadas en el máximo rigor religioso.

Durante 13 soberbios planos-secuencia asistimos a los 13 momentos de la pasión de Cristo desde una perspectiva moderna, pero, sobre todo, gélidas, inquietantes y escalofriantes. En esta obra no existen los sentimientos de felicidad ni tristeza, ni nada que se le parezca, simplemente existe el agobio, que coge por el cuello a María sin que ella sea consciente. El espectador, mientras tanto, asiste a unas situaciones donde el integrísimo cristiano es el nexo y, conforme llega el final, sabe perfectamente lo que acabará pasado. El director mira con melancolía a la pequeña María, que representa a Jesús, y con perversión tanto a su severa madre como a su catequista, ambos envueltos en el velo de la sumisión y la religión más cruel. A estos últimos, lejos de ser, para el realizador, buenos religiosos, son los que, en el fondo, llevaron a Jesús a la cruz tal y como están haciendo con la pobre María.

No hay que engañarse, “Camino de la cruz” no es una reflexión sobre la religión en sí, sino una muestra de su lado más oscuro que nos enseña lo perversa que puede llegar a ser si uno se la toma demasiado en serio.

Esta película puede ser disfrutada tanto por los religiosos como por los no religiosos. Para los primeros será una genial adaptación y reflexión moderna de los textos sagrados y para los no religiosos será un estremecedor relato con una dirección y guion magistrales. Sin duda cada plano-secuencia es mejor que el anterior. Una vez que entras en el ritmo, lento, pero angustioso la película se convertirá a cada momento en algo de lo más irresistible.
Alberto Monje
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