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España España · Valladolid
Voto de Alberto Monje:
9
Intriga. Drama Cuando un hombre se despierta por la mañana, se encuentra con que la policía ha entrado en su habitación y lo arresta, tras acusarlo de haber cometido un crimen. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles ya era un autor de reconocido prestigio cuando en 1962 adaptó al cine una de las novelas más importantes de la literatura moderna: “El proceso”. Ésta misma, era algo inclasificable, tachada de “anarquista” y de existencialista por sus contemporáneos, pero homenajeada una y mil veces en años posteriores (véase “La peste” de Albert Camus, por ejemplo).
Pero vamos a pararnos en lo que de verdad nos concierne, que es el film. En él vemos a un Anthony Perkins con el rostro indeciso, perdido, pero al mismo tiempo, sabiendo que no podía ser de otra manera. Un actor, seguro que empujado por su éxito con “Psicosis”, da vida a una historia que de convencional no tiene ni los créditos finales. Para empezar, el surrealismo que puebla la obra es magistral, bastante diferente del monumental “El perro andaluz”, pero manteniendo la esencia de “sueño-pesadilla”. Durante todo el metraje, el espectador no sabe realmente lo que está pasando, sólo ve pasillos, papeleo, personas perdida, sombras y mujeres que le activarán los deseos sexuales. En cierta manera, el espectador es Mr. K, que se levanta por la mañana y se ve inmerso en una pesadilla, que no sabrá si es realidad, o simplemente un mal sueño (y tan malo).
Como siempre en Welles, hasta el más mínimo detalle técnico es cuidado al milímetro. Es digno de destacar la fotografía e iluminación, que crea claroscuros muy acordes con la trama y sombras que se alargan y dan más sensación surrealista. Respecto a la música, ayuda a relajar el ambiente en los momentos más “lights” dramáticamente y, en cierta manera, olvidar todo lo que el espectador ha visto y acaba de ver.
En una película, si el espectador no se sumerge en ella de lleno, alguien ha hecho mal su trabajo. “El proceso” despierta en el espectador un instinto de supervivencia que no está acostumbrado a sacar casi nunca. Debe estar todo el tiempo alerta ante lo que pasa, porque si no s perderá y acabará como esos pobres abuelos que vemos en el film perdidos en los pasillos en el tribunal. El espectador, como Mr. K, no sabe realmente por qué le están juzgando, y no sabe lo lejos que pueden llegar en su proceso de degradación personal y eso le asusta, sí, pero conforme va pasando el tiempo va entrando en el sádico juego participando activamente de él e, incluso, intentando adelantarse a la trama, una trama que no le agarrará hasta que el espectador no puede más y se rinde. En “El proceso”, Mr. K. y el espectador ya están predestinados a perder.
Y esa es la esencia de la película y su gran fuente de calidad. No es una película que te haya dado la sensación haber visto antes, no es como ninguna otra. Además lo pasas muy mal, realmente sufres, pero cuando terminas de verla, sientes la necesidad de volver a revivir esos momentos de angustia, pues así es el cine: cuando algo te atrapa, ni el tiempo puede hacer que te suelte y, “El proceso” es prueba irrefutable de ello.
Cualquier otro director habría hecho una sátira sobre la justicia en su país o una crítica muy dura a los jueces y burocracia en general. Pero Welles no es así, más allá de las lecturas políticas que se puedan hacer a esta obra, yo creo que no las tiene. “El proceso” es un film sobre el caos, el descontrol y a desesperanza, nada más, cualquier lectura que se le pueda hacer va a ser alejada de las intenciones del director, intenciones puramente artísticas.
Alberto Monje
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