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España España · Barcelona
Críticas de Sémele
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
6
27 de junio de 2010
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es un niño pijo, llamado Chris, arquitecto con un concurso en ciernes, cuya familia posee un bonita casa en una urbanización de Cerdeña. El chico tiene una novia, Gitti, a la que seguramente conoce desde hace apenas dos telediarios, con la que decide compartir unas semanas de descanso y de lo que se tercie en la mencionada casa.

Son días de playa, de excursiones, de salidas nocturnas, de amor, de sexo... En fin. Lo normal en una pareja que está enamorada. Lo inquietante de esta singular película, con un ritmo pausado que pone en ciertos momentos a prueba la paciencia del espectador, es que se está asistiendo al pasmoso desarrollo de una relación de pareja.

A los arrumacos y/o revolcones fogosos se pasa poco a poco, a partir de diálogos en un principio intrascendentes, de miradas, de gestos..., al verdadero descubrimiento de la otra persona gracias a la rutina y a la convivencia. Así, mientras Gitti se rebela como una mujer con carácter, divertida, perspicaz... Chris se muestra como un hombre terriblemente inseguro e indeciso, abrumado por las circunstancias personales y laborales, con mucho miedo al fracaso. Una cena con una pareja, Sana y Hans, este último había compartido estudios con Chris, pone de manifiesto que todo aquello que creían tan seguro, hasta la engañosa solidez de su relación de pareja, se va desestabilizando.

Da la sensación de que en esta película no ocurren grandes cosas, y es cierto, todo es sumamente sutil, aunque cargado de significado hasta el punto de que cuanto más se piensa más cosas se descubren.

Valorable las interpretaciones de la pareja protagonista, en especial de Birgit Minichmayr, que nos meten de lleno en las complejidades de las relaciones de pareja. Es una película que va creciendo poco a poco, aunque lo hace con un ritmo muy pausado.
Sémele
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9
19 de abril de 2009
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Déjame entrar" es algo extraño, es como si se metiera en una coctelera todos y cada uno de los ingredientes de una película de terror -léase, de vampiros-, un poco de cine social, un retrato de acoso escolar y una historia de amor -algo que enganche y mucho-. Y ya. De esta mezcla, en principio algo desconcertante, surge una película perturbadora, hipnótica, intensa, brutal.

Todo en ella fluye de un modo extraordinario: su ritmo pausado, su potente y envolvente música, sus interpretaciones... Cuesta mucho encontrar una película de terror que resulte tan perturbadora, tan bien introducida en los cauces cotidianos que resulte como mínimo escalofriante, tan capaz de transmitir el miedo a veces de una forma sutil (no hace falta que se vea la mordedura para hacernos una idea del horror) y otras de una manera tan brutal, que sólo puedo contar en los 'spoilers'.

Aparte estan las interpretaciones de los dos chavales, Oskar y Eli, interpretados por Kare Hedebrant y Lina Leandersson, que desprenden una química estupenda. Su forma de actuar es tan natural que una empieza a olvidarse de que sólo son unos críos y que interpretan casi como adultos. Porque a pesar de ser una película de terror, "Déjame entrar" es, sobre todo, una historia de amor (como lo era el "Dracula" de Ford Coppola). En esta extraña historia, Oskar y Eli viven su primer amor de un modo brutal. Y un poco nostálgico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sémele
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8
21 de octubre de 2016
21 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bellísima historia, plagada de momentos de humor y de emoción, que invita a la reflexión sobre cómo educar a los hijos en el contexto del mundo actual.

La propuesta es muy sugerente. ¿Cuántos no se han planteado la idea de alejarse del mundanal ruido? La sociedad actual, con los modelos que la rigen, a menudo encorsetados, deja al individuo poco margen para crecer, para formarse como ser humano, más allá de los dictados que se imponen. Nos adoctrinan, nos llevan de la mano, nos dicen como debemos actuar, cómo debemos ser, para encajar en este mundo. Luego está el tema de las nuevas tecnologías, los videojuegos, etc etc, que provocan un atontamiento en los adolescentes (y en los adultos...). Total: extraordinario para algunos, un asco o una pena, para otros, o, simplemente, es lo que hay, para los conformistas.

Ante esta perspectiva tan poco halagüeña, Ben y Leslie deciden criar a sus seis hijos en medio de la naturaleza, enseñándoles todo lo que necesitan para sobrevivir (desde defenderse usando armas blancas hasta cazar animales salvajes, construirse una cabaña o escalar una rocosa montaña) y luego les ponen todo tipo de lecturas, para que aprendan a pensar por sí mismos, a la par de que les dan respuestas a todas las preguntas que les plantean, sean cuales sean, y les piden que argumenten sus ideas para que los demás puedan apreciarlas en toda su dimensión.

El paraíso soñado, vaya. Sin embargo, su castillo de arena se viene abajo y deben volver a la civilización y enfrentarse al mundo real, opuesto al mundo que conocían hasta ahora.

Matt Ross, guionista y director, elabora una película compleja y profunda, que opta por un aire humorístico pero no nos ahorra el drama ni la emoción (hasta la lágrima). Los dilemas que plantea remueven la conciencia, hacen pensar. Por ejemplo: el padre cree estar tomando las decisiones correctas para con sus hijos, pero tal vez en el fondo estén equivocadas, a pesar de sus indudables buenas intenciones.

"Captain fantastic" encuentra su aliado perfecto en un Viggo Mortensen en estado de gracia. Está fantástico, en su salsa como el padre de esta linda prole, espléndido en su madurez interpretativa. Es decir, que elige muy bien sus papeles y hace lo que quiere, sin estar pendiente de Hollywood.

Se nota que el actor disfrutó y se sintió plenamente identificado con Ben, ese hombre sencillo que hace todo por sus hijos. Los jóvenes y niños son simplemente geniales, con especial mención a los dos chávales pequeños. Sin caer en el sabelotodísmo, los chiquillos, rubitos y preciosos, resultan divertidos, tiernos y cómicos.

El guion funciona bien en todos sus tramos, aunque eché un poco en falta más cara a cara entre Frank Langella, que interpreta a Jack, el padre de Leslie, y Ben, puesto que ambos representan las dos caras de la misma moneda, la civilización contra la naturaleza. Se me hizo demasiado breve su encontronazo, siendo uno de los platos fuertes de la historia.

También la parte final, como se resuelve el conflicto, me parece demasiado acomodaticio y un poco simple, para lo que ha venido siendo la película. Tal vez debiera haber sido un poco más valiente, optar por lo que se habría hecho en realidad... qué sé yo. Me resultó bonito, pero algo increíble, aunque en el fondo tampoco esté mal. Sí me parece más lograda la última parte (justo antes de los títulos de crédito), donde más o menos se entiende que los extremos nunca son buenos, sean cuales sean.

Una película notable que invita a la reflexión, a la par que te hace reír y te hace llorar. Muy recomendable.
Sémele
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5
22 de enero de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un poco extraño ver cómo una obra es encumbrada a lo más alto, por crítica especializada y no tan especializada (en la que me incluyo yo) y por el público en general. Y todavía es más raro cuando todas esas alabanzas que oyes y lees, por más predisposición que tengas, no las encuentras allá dónde miras.

Esto es lo que me ha pasado con "La Ciudad de las estrellas: La La Land". Donde otros ven una obra maestra que no acepta discusiones, yo veo una película que está bien en ciertos momentos (entre el 5 y 6), pero en otros es de lo más normalilla, tirando a pasable y, en unos pocos, se me vuelve soporífera. Intentaré explicar aún con el riesgo que supone ir a contracorriente en este río de fervor y de entusiasmo que me desarma por completo.

No voy a discutir el apartado técnico, porque la verdad hay poco o nada que criticar. La fotografía, la dirección artística, los efectos especiales, el vestuario, el maquillaje... bueno, el montaje, sí, podríamos llegar a discutirlo, aunque uniéndolo a otros apartados más artísticos. En otras palabras: técnicamente, es una película que roza la perfección. Pero no se puede esperar otra cosa... Es un producto made in Hollywood, confeccionado para agradar a las masas, llenar salas de cine y llevarse algunas estatuillas en los Oscar y demás premios de la temporada.

Sigamos...

Centrándonos en el argumento, tal vez Damien Chazelle, un joven director de tan solo 31 años, quería rendir homenaje a los musicales clásicos, sí, y decidió que una historia de amor al uso, no demasiado original, le venía como anillo al dedo. No lo sé. El caso es que aquí, sin ir más lejos, nos muestra una pareja, Mia y Sebastian, que viven su relación dentro de los cánones de las comedias hollywoodienses, es decir, se encuentran, se odian, vuelven a encontrarse, se gustan, se enamoran...

Lo que parece algo diferente (sin volverse locos tampoco) es que ella es una aspirante a actriz que trabaja como camarera y él es un teclista de jazz que sueña con tener su propio local. De ahí que se encuentren en la susodicha Ciudad de las Estrellas o Los Ángeles, el lugar de los sueños, donde en palabras de Sebastian: "Se rinde culto a todo pero no se valora nada". Probablemente, es la mejor frase de toda la película.

En ciertos momentos, su relación me recordó a la que mantenían los personajes de Jesse Eisenberg y Kristen Stewart en "Café Society", la de Woody Allen. Y manda narices que me pareciera esta última muchísimo más interesante y juguetona, pese a que tampoco es que fuera muy original.

El género tampoco es fácil de definir...

Creí que era un musical, al menos ese arranque espectacular (en varios momentos estuve esperando a que saliera Danny Succo, con su chupa de cuero y su gesto chulesco) me lo demostraba. Pero sigue y te parece que es una comedia romántica con canciones y luego... tras una hora y diez, te acaba pareciendo un drama agridulce, un intento de retrato generacional de unos jóvenes cuyos sueños son (casi) imposibles, con casi ninguna canción.

El arranque, además, juega en su contra, a mí modo de ver, porque te pone las expectativas muy arriba y luego, a medida que va transcurriendo el tiempo, nunca se vuelve a alcanzar ese nivel. Las canciones y los números de baile, cargados de buenas intenciones y técnicamente perfectos, ni son memorables ni inolvidables (como han dicho hasta la saciedad), ni se te quedan pegados a la retina, ni tienes ganas de saltar a la pantalla y ponerte a bailar y a cantar... Nada. Tras uno o dos, ya me parecieron repetitivos y cansinos, incluso el recurso de la música de piano se vuelve demasiado recurrente. No hay una intención de contar tras ellos, más allá de maravillar.

Las comparaciones son odiosas, pero la emoción que encerraba un musical como "Moulin Rouge", ese ciclón avasallador de música, baile y color, no aparece por aquí ni por asomo. Ahí entraba la música y ni te dabas cuenta por lo bien que quedaba, y te dejaban con la boca abierta, porque sentías la pasión, la furia, la fuerza que emanaba. Pues aquí ni por asomo sentí eso. No debe ser fácil hacer un musical o un drama con canciones, y aplaudo este intento. Pero una de las claves, como espectador, creo que es que entre la música y la percibas como algo natural, algo que fluye y que viene para hacer avanzar la historia, de otra manera... pero no para que te la pare, te despiste con fuegos artificiales perfectos, pero que acabes preguntándote qué coñ... hacen éstos ahora cantando y bailando. Viendo "Moulin Rouge", es que ni en sueños me planteé esa cuestión.

Y, por eso, hablaba del argumento, porque es demasiado sencillo para una película que dura más de dos horas y, por tanto, se ve excesivamente alargado hasta el infinito y más allá. Como un chicle. Porque en realidad, lo que están diciendo es que no daba más de sí.

Luego, como lluvia de mayo... a la hora y cinco o hora y diez, ¡Por fin! Se vislumbra lo interesante de la película. Curiosamente, cuando llega, en medio de una larga discusión entre los protagonistas, empiezas a saborear lo que querían contarte de verdad. Y esos temas sí me resultaron interesantes, el precio a pagar por los sueños, las inevitables renuncias para lograrlo, la frustración por no conseguir lo que uno sueña, la falta de confianza en uno mismo, el cambiar los sueños para adaptarse y madurar... Ése es el retrato generacional que podría pasar por bueno, pero ya lo vi en "A propósito de Llewyn Davis" y me pareció muchísimo mejor. Y pasó desapercibida.

En el apartado de interpretación, Emma Stone está genial como Mia, y el guión está ideado para que esta gran actriz se luzca de principio a fin. A Ryan Gosling, no obstante, le toca lucirse en el espacio que le dan.

(SIGO EN EL SPOILER, PORQUE NO ME CABE)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sémele
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7
11 de enero de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Legend" es, sobre todo, Tom Hardy. Un actor relativamente joven que combina un gran talento y un físico contundente en sus interpretaciones. La película se beneficia de su carisma y de su excelente actuación.

Sobre sus hombros recae esta historia, una mirada a dos personajes reales, los hermanos gemelos Ronald y Reginald Kray, que sembraron el pánico y controlaron la ciudad de Londres en la década de los 60. Pobres e hijos de un barrio obrero, lograron hacerse ricos y famosos, hecho que fue su perdición.

Envuelta en una ambientación glamourosa y técnicamente logradísima (los dos hermanos interactuan sin que se note el truco), esta cinta de gángsters, dirigida por Brian Helgeland (guionista de algunas cintas de Clint Eastwood y director de "Destino de caballero" y "Payback"), pone hincapié en retratar la relación entre los hermanos y su distinta manera de llevar "los negocios", en cómo sus diferentes caracteres chocaban continuamente. Entre paseos por clubes de lujo y visitas a la cárcel, entre pactos con mafiosos norteamericanos y viejas rencillas con mafiosos locales, la película entretiene. Es una tragicomedia, rozando el thriller criminal, que resulta atractiva y entretenida.

Lo mejor sin duda es la relación conflictiva entre ambos hermanos, doblemente interpretados por Hardy, y aquí vemos su gran talento: son absolutamente diferentes. Uno, Ronald, esquizofrénico y homosexual, impulsivo y propenso a la violencia, y el otro, Reginald, atractivo y carismático, ambicioso pero igualmente violento. La pelea que tienen ambos es buenísima. Nos aguardan algún momento cómico que funciona como contrapunto a los momentos de violencia. El más sangriento de los hermanos, Ronald, parece tener problemas para articular las palabras y tiene cierta vis cómica, a pesar de lo ultraviolento que es. Reginald, el guapo y atractivo, quiere llevar una buena vida con su chica mientras se ocupa de sus negocios cada vez más ambiciosos. La película entera evoca, sin duda, el cine de Martin Scorsese ("Uno de los nuestros").

Otro de los puntos que más me ha gustado es que puede verse también como una historia de amor. Y aquí aparece la chica del gángster: Frances Shea, la joven novia y después esposa de Reginald (interpretada por una dulce y frágil Emily Browning). Es además la narradora de la historia. Una chica enamorada y fascinada por un hombre al que en el fondo desea enderezar. De hecho, la relación entre ambos (que va evolucionando) es lo que más me ha gustado, por eso la veo más como una historia de amor, aunque estemos ante una peli de mafiosos. Su relación, llena de claroscuros, me ha dejado un regusto agridulce.

No creo que pueda verse como un biopic al uso, sino como una cinta entretenida sobre dos personajes reales, con la visión particular de su director; una tragicomedia de gángsters, estupendamente ambientada y filmada, con una doble interpretación de un actor cada vez más sobresaliente.

Recomiendo verlo en versión original para apreciar todos los matices de la gran interpretación de Hardy. Los Kray són como dos personas distintas y tienen hasta una voz distinta.
Sémele
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