Este es el título de un libro del biólogo Richard Dawkins, en el que parece inspirarse este documental, ya que ilustra algunas de las tesis que se exponen en el libro con argumentos rigurosos y una mayor profundidad que en el film. El problema de las religiones, además de que inculcan una actitud crédula y acrítica ante los propios mitos y dogmas, es su pretensión de elaborar una “verdad absoluta”, de carácter revelado, ante la cual no cabe otra actitud que la reverencia ciega o, en todo caso, el respeto sumiso.

En general, los feligreses de cualquier religión tienen muy poco sentido del humor para aceptar que sus creencias o ritos puedan ser objeto de burla o de parodia; tienen una gran propensión a sentirse ofendidos ante las críticas, ya que éstas atentan contra unas creencias y sentimientos que, por el carácter sagrado que les atribuyen, se ve que tienen más valía que los valores que defendemos las personas agnósticas o ateas.

Está claro que este documental no es un ensayo que pretenda profundizar en la naturaleza de las religiones o en el debate de las grandes cuestiones existenciales. Tampoco lo pretende. Es un documental militante de carácter satírico, que pone de manifiesto lo absurdo y arbitrario de los mitos y los dogmas de las diferentes religiones; el fanatismo acrítico con el que son aceptados por sus creyentes; la facilidad con la que las religiones tienden a proclamar las cruzadas más diversas (contra la ciencia, contra el evolucionismo, contra la homosexualidad, contra las libertades, etc.) y a intentar controlar la vida de las personas, incluso las no creyentes; su inequívoca vocación de poder político y económico.

Ya sé que hay muchísimas personas religiosas inteligentes y tolerantes. Pero la realidad es que la esencia misma de toda fe (la creencia ciega en mitos indemostrables) favorece la desconfianza hacia la razón y la proliferación de frikis como algunos de los que aparecen en Religulous. Como se dice en el film, solemos considerar absurdas y ridículas las creencias de los otros mientras nos parecen normales las historietas inverosímiles que se nos han inculcado desde pequeños.

En fin, no creo que este documental consiga “convertir” a las personas creyentes, pero sí que supone una llamada de atención ante la amenaza real que suponen los fanatismos religiosos en alza, algunos de los cuales los tenemos bien cerca. Y el recurso al humor como arma de combate me parece de lo más saludable.

A través de la actividad política cotidiana de un ministro, el director disecciona la trastienda del poder. Con un guión inteligente y lleno de matices, llegamos a hacernos una idea del funcionamiento del gobierno, del ejercicio de la política, como sugiere el título. A pesar de que en el cine hay muchos ejemplos de cine político, este film aporta una visión menos solemne o grandilocuente, más pegada a la realidad, sin maniqueísmo y sin recurrir, por ejemplo, a la inclusión de subtramas forzadas de la vida privada del ministro para humanizarlo.

El guión evita la identificación política de los protagonistas (aunque adivinamos su tendencia conservadora) y, sin necesidad de complicar demasiado la trama, nos muestra con verosimilitud las jerarquías del gobierno y sus luchas internas, la vida estresada de los altos cargos, las ambiciones personales, el oportunismo y la dificultad de ser coherente y fiel a los principios, el papel fundamental de los asesores, esos personajes en la sombra que son los que hacen el verdadero trabajo, el frágil juego de las lealtades, la relevancia de la comunicación y de las relaciones públicas, etc. La película no se centra en un asunto concreto (aunque sugiere, de fondo, el tema de las privatizaciones), pero consigue que todo lo que se explica resulte cercano, real y creíble.

La película narra la sobria tenacidad de Salma, una viuda que vive sola en una casa junto a la frontera con Israel, para rebelarse contra la decisión del gobierno israelí de arrancar su campo de limoneros, por la amenaza que suponen para la seguridad del ministro de Defensa, que se acaba de instalar en una casa frente a la suya. Se trata de un film correcto que, centrándose en una anécdota pequeña, ejemplifica la realidad del conflicto israelo-palestino, aunque para ello suaviza demasiado las terribles aristas de dicho conflicto. Una fábula, en fin, sobre la prepotencia israelí y la resistencia (pacífica) palestina, con unas cuantas concesiones para gratificar al público (que menciono en el spoiler).

Tercera parte de la trilogía que ha hecho el director, a lo largo de una década, sobre el México contemporáneo (y que yo he visto en apenas un mes). Esta película es como un espejo deformador que refleja la devastadora realidad de una zona rural norteña del país sometida al imperio del narcotráfico. Quizás es la más realista de las tres, la que deja menos espacio para el humor y la parodia: cuando alguna situación o alguna réplica nos hace gracia, la sonrisa no tarda mucho en congelarse, ante la violencia rutinaria y brutal de los narcos, una violencia despojada de toda épica; sólo el tiroteo final está estilizado, porque se trata de una masacre metafórica, que canaliza la rabia del director contra todos los estamentos cómplices de una situación a la cual no se ve ninguna solución (los capos narcos; el poder político; las fuerzas armadas; el clero).

La trama recupera de "La ley de Herodes" el proceso de envilecimiento del protagonista, que ingresa en un bando narco y pierde rápidamente la ingenuidad para aprovecharse de una afiliación que es también una trampa, una prisión de la cual no hay escapatoria. Y la historia repasa los lugares comunes del género y de la realidad que muestra: el poder absoluto de los capos; la corrupción de todas las instituciones; la ostentación más kitsch; la espiral infinita de venganzas y crímenes, etc.

Es un film muy duro y desolador, que se soporta y se aprecia porque, aunque lo que se muestra parezca creíble, se aplica una visión esperpéntica y corrosiva; un distanciamiento necesario para poder contemplar esa realidad en la que el narcotráfico y la violencia más deshumanizada han gangrenado todo el cuerpo de la sociedad y se han convertido casi en la única salida para una población empobrecida y sin horizontes. Una realidad en la que la vida humana no vale absolutamente nada.

Estoy totalmente de acuerdo con la crítica de Vargtimmen. Es una película que vi con agrado y que muestra con sensibilidad y mesura el desarraigo y el aislamiento de una mujer bangladeshí emigrada a Londres a causa de un matrimonio de conveniencia con un hombre mucho mayor que ella. Casi todo el film está ambientado en 2001 y también muestra el contexto social posterior a los atentados del 11-S: la reacción islamófoba de los sectores más xenófobos de la sociedad británica y la radicalización identitaria de los jóvenes musulmanes del barrio-gueto en el que transcurre la historia.

La protagonista encuentra con dificultades el camino de su autoafirmación, más allá de su papel de mediadora entre su marido autoritario y sus hijas, que se sienten más británicas que de Bangladesh. El personaje del marido es un tanto atípico y paradójico, ya que se mueve entre el machismo tradicional y una cierta capacidad de adaptación a las circunstancias, además de ser presentado como un hombre culto y moderado.

Las principales objeciones que le encuentro a la película son dos: una narración demasiado convencional, con un tono poético (sobre todo en las reiterativas imágenes de evocación de la infancia) que roza el manierismo; y un final un tanto edulcorado y poco creíble.