El cine de Miyazaki es universal y la razón de esa universalidad se aprecia mejor analizándola comparativamente con otros realizadores de su mismo campo.

Esta película de Shinkai presenta todos los elementos del universo miyazakiano pero sus efectos en el espectador quedan lejos de los que proporcionan las producciones del maestro. Tenemos una chica protagonista, un impresionante marco natural, un mensaje ecológico, una entrada a un mundo onírico, criaturas fantásticas de intenciones complejas… Tenemos, en definitiva, el set Miyazaki al completo salvo al propio Miyazaki que aderece los diferentes ingredientes según su fórmula magistral.

Por encima de cualquier otra consideración, el metraje es absolutamente desproporcionado para la historia que pretende contarse y el espectador medio abandona el viaje mucho antes de que lo culminen los protagonistas.

El resultado es que si seguimos las películas del genio con la boca abierta, esta otra, apenas logra terminarse sin que se nos cierren los ojos. La distancia existente entre los mundos de Howl o Chihiro y el de Agartha es más abismal aún que el precipicio que deben superar en su periplo los protagonistas y, así, el mundo onírico de Miyazaki se torna en somnífero en Shinkai.

La hija de Blancanieves es la única que puede salvar a los personajes de los cuentos de hadas de su aburrida existencia en la realidad a la que les ha condenado la madrastra de Blancanieves (que, por cierto, también sufre la condena). Con una sola frase se resume todo el meollo de la trama, por más que luego se empeñen en darle una y mil vueltas (hasta que la audiencia se harte). Y la clave está en “aburrida existencia”, y es que excepto por el “morbo” de saber que los habitantes del pueblo son trasuntos de los personajes de cuentos, las tramas de cada episodio son de lo más aburridito que pueda encontrarse en televisión.

Ninguno de los personajes ni principales ni secundarios tiene el más mínimo encanto, carecen de la más mínima personalidad y no son más que marionetas en manos de los holgazanes guionistas. Son personajes que no pueden atraer tramas interesantes porque carecen de cualquier atractivo y, por tanto, merecen vivir la vida aburrida a la que han sido condenados. Sufren una justa condena.

Lo más desconcertante (y triste) son los comentarios que identifican a esta serie con la Magia, quien haya disfrutado con series como Legend of the Seeker o con aquel maravilloso Merlin de Sam Neill sabrá dónde reside la Magia en una serie de televisión, desde luego muy lejos del prefabricado Storybrooke por donde no merece la pena ni pasar un fin de semana.

Nota.- No aguanté el visionado más allá del quinto episodio porque los guionistas no tienen respeto por los personajes, los personajes no tienen respeto consigo mismos y la serie no tiene respeto con el espectador. (Respecto = Autenticidad = Magia).

Irrelevante serie en la que el sheriff de una pequeña localidad del sur de EEUU con extraordinarios poderes sobrenaturales se dedica, al parecer más que nada por entretenerse, a hacer el mal de forma retorcida entre sus vecinos, sin embargo no logra corromper a su supuesto hijo, permanentemente protegido por el fantasma de la hermana a la que el sheriff asesinó, de manera bien poco sutil, nada más comenzar la serie y con la que el chico mantiene diálogos tan empalagosos como irrelevantes. En definitiva, el sheriff puede hacer que sus conciudadanos se maten entre sí o se automutilen o que crezcan árboles gigantes (!), pero cuando se trata de lograr que su hijo gane el concurso de ciencias o el campeonato de tiro con arco haciendo trampas ahí sus poderes nada pueden hacer. Inconsistente.