Personalmente el rollo místico de encontrar a Dios de la cinta, me resultó aburrido, sobraba, metido con calzador. ¿De verdad esta historia necesitaba una introducción a las paranoias de dios es todo y nada? ¿De eso nos iba a hablar la película?

Luego avanza el metraje (efectos especiales buenos, al servicio de la narración) y empieza lo interesante, una especie de odisea del equilibrio ecológico, de relación del hombre con el medio, de lo que hace al hombre feliz. A través de imágenes en las que la realidad y el puro delirio se van mezclando adentrándose en lo humano. Muy interesante, genial.

Pero continuamente aparece el Pi presente para recordarnos que oye, que no va de eso, que va de encontrarse con Dios.

Y vuelta a sumergirte en la vida, pequeña, microcósmica, cruel y dura.

Y otra vez la llamada de atención... que si que si, que Dios...

Y así llega a la orilla el personaje. Y uno esta estremecido, con el momento en el que el tigre simplemente es tigre y se marcha, y el hombre que había establecido un vínculo con él queda vacío y herido. Y de nuevo... aparece la sombra alargada e innecesaria de Dios, de la manera más ridícula que podía ocurrírsele a nadie.

La escena de Pi, en la cama, contando lo que de verdad sucedió es escalofriante y uno dice. Bien bien, parece que las llamadas continuas son fuegos de artificio.

Y entonces llegamos al final abominable, en donde Pi, se convierte en un Unamuniano, en un auténtico San Manuel Bueno, Mártir y nos regala ese final en donde el cretino debe elegir la fantasia ante la verdad, ya que eso le permite creer en Dios.

¿Era necesario? Yo diría que no...

Reflexionando, la película funciona mejor sin toda esta moralina dirigida. Funciona mejor con la desnuda simplicidad de la historia, y dejando que cada cual saque sus conclusiones. Pero en este mundo trastornado, hasta las conclusiones nos las tienen que dar mascadas, y remascadas durante toda la cinta. ¿Será para que las podamos tragar mejor?