Una cinta de 180 minutos de David Lynch, autor de sobra conocido por su talento y el mundo surrealista y onírico que a veces impregna en sus obras.

A grandes rasgos el guion aquí no existe, es más un telón de fondo que incluye una trágica historia ocurrida en Polonia, la recreación de esta en la gran pantalla en un film que no llegó a existir debido a lo que consideran una maldicion y el remake que se intenta filmar sobre la misma. Y más que poder decirse que ficción y realidad se fundan o se confundan en sus distintas proyecciones e incursiones entre sí, creo que no existe tal realidad en ningún momento y tampoco importa.

Su narrativa no es la de una historia, sino la de un sueño, y como tal funciona, además de estar repleta de símbolos fácilmente interpretables propios del reino onírico.

Creo (subjetivamente claro) que en este sueño lo que importa es lo que te hace sentir, y en este caso, para mi se pierde la esencia y no logro entrar en la obra. Aprecio la misma diferencia que hay entre “Twin Peaks” y su secuela o posterior remake a una “Mulholand Drive” y está “Inland Empire”, falta el equilibrio, la sutileza, la inspiración que hace que unas obras sean grandes y otras que cogen los mismos elementos, pero los intentan llevar a la máxima potencia, sean casi paródicas en ciertos momentos, bastante aburridas en general y con muy pocos destellos que valgan la pena. Del mismo modo que si un pastelero intentase meter 5Kg de chocolate en una tarta de 15cm de diámetro, aunque supongo que para algunos se trataría de “su postre maestro”.

En cuanto a la opinión de algunos críticos de que es “poscine” o que es buena precisamente por rechazar el guion, me gustaría recordar que el guion es el mensaje que quiere transmitir el director y que a parte de columna vertebral de un film, como suele decir la frase, un mal director podrá hacer una buena película con un excelente guion, pero difícilmente un excelente director pueda hacer una buena película con un mal guion.

Para mi, un mal sueño.

Una cinta con aroma de serie b sobre la que es mejor aproximarse sin saber mucho de su trama previamente.
Su guion gira en torno a unos secuestradores que raptan a la hija de alguien importante y como sus planes no saldrán exactamente como pretendían, acercándose a un whodunit de Agatha Christie.

Los directores de “Noche de bodas” ofrecen una entretenida película que mezcla terror y humor, siendo parodia de género y manteniendo el buen nivel que ofrecieron en aquella, pese a la sencillez de la propuesta.

Todos los actores están bien, aunque la mayoría no tenga suficientes minutos o protagonismo para destacar, a excepción de Melissa Barrera y la joven Alisha Weir que están muy correctas y un Dan Stevens, que como ya le ocurrió en “The Guest”, tiene un carisma que brilla bastante en este tipo de papeles.

En definitiva, una propuesta divertida y entretenida que da una pequeña vuelta de tuerca paródica al género, dedica el film a Angus Cloud en una de las últimas ocasiones de verle en pantalla y que puede estar bastante bien si se ve sin demasiadas pretensiones.

Una obra que cuenta la historia del principe Amleth y su búsqueda de venganza contra su propio tío, que asesinó a su padre. En ella se inspiró William Shakespeare para su obra “Hamlet” adaptada en multitud de ocasiones en cine y teatro y obra universal.

Como no podría ser de otra manera, es cine de autor, ya que su director Robert Eggers tiene un estilo muy concreto que no depende de un mayor o menor presupuesto, pero su principal talento, el de crear atmósferas sugestivas y dotadas de potencia visual y buena fotografía, que utiliza hábilmente recursos sobrenaturales para plasmar elementos psicológicos, aquí no funcionan como lo hacían en “La Bruja” en mayor medida y en “El Faro”.

Si bien la ambientación está bien cuidada, la narración es pésima, la conexión emocional con los personajes es inexistente y la crudeza de alguna imagen no compensa ni subsana nada de eso, y es que el film en lugar de épico, es fundamentalmente previsible.

Gustará a los fans de Eggers pero decepcionará tanto a amantes del cine histórico, como del cine épico, de los vikingos, del cine de aventuras, de la fantasía medieval y de cualquiera que busque algún personaje carismático o memorable y además posiblemente se puedan sentir engañados viendo el trailer y si no han visto otras películas del autor, ya que a priori pensaran que esta obra tiene todos los ingredientes de algo que debería gustarles.

Una serie de animación entretenida y resultona sobre un grupo de seres de otro planeta que se estrellan en la Tierra. Al poco el variopinto grupo, que venía para terraformar el planeta para su especie y destruirlo, acaba formando una especie de familia y usa el clásico humor de toda sitcom.

Uno de sus creadores es Justin Roiland, también co-creador de Rick and Morty, pero el parecido con esta última es puramente anecdótico, ya que las similitudes están sobretodo en la forma, el estilo visual de los personajes y esos pequeños garabatos como pupilas tan característicos, su humor soez, vulgar y algo guarrete, y su voz para dar vida al personaje de Korvo, que es la misma de la de Rick.

Esta es una serie mucho más simple y sencilla, sin la complejidad y oscuridad que aporta Dan Harmon a nivel conceptual y de guion, así como los recientes guionistas de Rick and Morty.
Sin embargo, las vicisitudes de Korvo y Terry, sus dos hijos-replicantes y la pupa como mascota-devorador de mundos, tiene su encanto y puede hacer pasar un buen rato con sus referencias, y sus historias de dentro del muro.

Una serie que avanza lentamente, con calma, presentando a cada uno de sus personajes con cuidado y complejidad, mientras introduce temas sobrenaturales que en el fondo hablan del interior de cada uno.

Mike Flanagan es un autor que lleva años profundizando en el género de terror y ahondando en sus metáforas para mostrar algunos de los miedos más elementales del ser humano, como el miedo a la muerte, el miedo a una vida desperdiciada, el ansía por una segunda oportunidad, los caminos paralelos de destrucción y redención que habitan en cada mente, y poco a poco, desde algunas películas con buenos detalles y planteamientos interesantes, ha llegado a un formato de mini serie que le da un tiempo y una cadencia que le sienta bien a su obra, como ya sucedió con “La maldicion de Hill House”.

En la isla en que nos sitúa, llegamos a conocer y entender bien a todos los personajes, lo que es todo un logro, y el guion y los diálogos procuran ir por un camino más difícil para dejar poso, el de la reflexión, los silencios, las charlas teológicas o filosóficas, y de fondo, la amenaza, el miedo atávico ancestral que solo es un reflejo de todo lo que llevamos dentro, de lo que somos capaces de hacer, de aquello de lo que nos solemos distanciar, pero que siempre sigue estando ahí.

Tanto Hamish Linklater, Zach Gilford, Annabeth Gish, Samantha Sloyan o Kate Siegel tienen planteamientos distintos o opuestos, pero conforman un mural donde se expone un gran abanico de emociones y pensamientos que conectan con cada héroe, villano, o persona simplemente imperfecta que hace lo que puede, y es difícil no conectar con una producción tan cuidada y cocinada a fuego lento.