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Críticas de Alfie
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Críticas 256
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
25 de noviembre de 2010
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras medio Hollywood andaba por Europa y el Pacífico guerreando o filmando la contienda, John Wayne, el que dicen no sabe actuar, se quedó en los States para protagonizar un buen número de películas. Entre ellas, como no, un puñado de westerns. Quizás este “Tall in the Saddle” no sea una de las más conocidas pero tiene varios atractivos, y no solo el de ser el primer western que se vio por la televisión americana del que no sabe actuar.

Lo primero que llama la atención durante la primera media hora es el espectacular reparto, lleno de caras conocidas y habituales en el género. Ward Brond y, sobre todo, el magnífico Gabby Hayes completan junto a la bellísima Ella Raines un casting excelente. La historia es un complicado juego que mezcla asuntos familiares, con viejas rencillas y luchas territoriales entre ganaderos en un pueblo del incipiente oeste americano. Allí llegará Rocklin (John Wayne) quien pronto se verá envuelto en un fuego cruzado en el que tomará parte gustoso tras aparecer ante sus ojos la indómita y bellísima Arly Harolday (Ella Raines) y cuyo paso por el film dejará unas cuantas escenas inolvidables. Sobra decir que el que no sabe actuar vuelve a hacer lo de siempre: pararse ante la pantalla como nadie, poner a cada tipo en su sitio sin apenas despeinarse, decir sus líneas de diálogo con un ritmo y un tono sencillamente magistrales…vamos, poca cosa.

El film está correctamente grabado por un director, Edwin L. Marin, muy unido al western y en donde desarrollaría la mayor parte de su carrera colaborando, por ejemplo, en una serie de películas con el gran Randolph Scott a finales de los 40 y principios de los 50. Destacar el gran aroma westeriano que destila cada fotograma conseguido, sin duda alguna, por el excelente trabajo desarrollado durante años en los estudios del RKO Ranch en L.A. y en donde se rodaron, entre otras, “Qué Bello es Vivir”. Gloria a la RKO...y a John Wayne, claro.
Alfie
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Facing Ali
Documental
Canadá2009
7,6
919
Documental, Intervenciones de: George Chuvalo, Henry Cooper, George Foreman, Joe Frazier
8
17 de octubre de 2010
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
ALI contra CHUVALO. Maple Leaf Gardens, Toronto. 29 de Marzo de 1966.
"No quería ser un líder. Sólo quería ser libre."

ALI contra TERRELL. Houston Astrodome, Houston. 6 de Febrero de 1967.
"¿Cómo me llamo, Tío Tom?"

ALI contra FRAZIER. Madison Square Garden, New York. 8 de Marzo de 1971.
"Joe Frazier no me cae bien. Habla demasiado."

ALI contra NORTON. Sports Arena, San Diego. 31 de Marzo de 1973.
“Imagina que tienes la mandíbula rota y tienes que seguir boxeando 10 asaltos más."

ALI contra FOREMAN. 20th May Stadium, Kinshasa. 30 de Octubre de 1974.
"¿Creen que la renuncia de Nixon les sorprendió? Esperen a ver la paliza que le daré a Foreman."

ALI contra RON LYLE. Convention Center, Las Vegas. 16 de Mayo de 1975.
"Si sueñas siquiera con ganarme, más vale que te despiertes y me pidas perdón."

ALI contra FRAZIER III. Araheta Coliseum, Manila. 1 de Octubre de 1975.
"Fue como la muerte. Lo más parecido a morirse que yo sepa."

ALI contra SHAVERS. Madison Square Garden, New York. 29 de Septiembre de 1977.
"Junto con Joe Frazier, es lo más fuerte que me han pegado jamás."

ALI contra HOLMES. Caesar's Palace, Las Vegas. 2 de Octubre de 1980.
"Es 7 años más joven que yo. ¿Y qué? Voy a destrozar a Holmes."
Alfie
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7
16 de octubre de 2010
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, esta es la típica comedia neoyorquina vestida con algunos ropajes propios del cine indie. Qué quiere decir esto: aparición de toda clase de personajes, cada uno de su padre y de su madre, y que conviven en una extraña armonía mientras se desmarcan con comportamientos neuróticos y en muchos casos inexplicables; la sombra de Allen es alargada. Así que ya sabes, si eres alguien que habla rápido, que no entiendes a las mujeres aunque no tengas problemas para acostarte con quien elijas de ellas y tus problemas cotidianos van desde no saber que sofá/ tres mil dólares la unidad comprar a la pobreza en el mundo subdesarrollado urbano, entonces puedes ser un perfecto neoyorquino.

Rebecca y Mary son dos hermanas: la primera es buena, alta, que trabaja con los pechos (lástima…no los suyos, hace mamografías), tiene un perro y una abuela a los que cuida por igual, que no se diga, y suele pillar poco. La segunda es atractiva, folladora fracasada (los novios la dejan por otras más macizas), que odia a la susodicha abuela, que hace limpiezas faciales y que se pega unas sesiones de rayos uva que ya querría Pepe Domingo Castaño.

La abuela de ambas, la susodicha y a la que le quedan dos telediarios, está como una regadera y se suele reír de todo y de ellas. Normal, con unas nietas así quien se sentiría orgulloso ¿verdad? Otra cosa son sus vecinos, un matrimonio pintoresco formado por un regordete que se tira a unos pibones de aúpa y una esposa que suelta veinte pavos cada vez que se encuentra a un indigente. El colmo es que tienen una hija que sí, que es inteligente, pero que tiene la pobre la cara como un Cristo. Encima se dedican a la venta de muebles “de diseño” conseguidos con los cadáveres de los ancianitos aún encima de la mesa. Osea, un completo.

Pues este es el cuadro al que hay que poner una música tranquilita y un par de situaciones trágico-cómicas para tener el resultado deseado. La verdad es que la película es entretenida, bien hecha y viene a confirmar lo que uno sabe desde hace tiempo: la sonrisa de América no es la de Julia Roberts, es la de Amanda Peet.

PD - Te quiero Amanda aunque tengas un hijo que no sea mío.
Alfie
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9
15 de octubre de 2010
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué gran actor es Fred MacMurray, qué sobriedad y qué empaque a la hora de interpretar a Clifford Groves, ese empresario juguetero bonachón, dócil y algo desdichado…y Barbara, qué aparición más fantástica dando vida a Norma Vale, la única mujer que puede acabar con la pesadilla existencial en la que está sumido Cliff…y cómo no hablar de Douglas, qué manera de mandar a paseo el modelo ideal de familia americana con su niña bailarina y su típico american boy como hijos ejemplares. Además, el tipo llenaba las salas con estos films; todos iban a ver sus historias soñando ser Rock, Barbara o Jane, sin saber que en el fondo Douglas torpedeaba el sueño al que casi todos aspiraban.

Pero quiero hablar de blanco y negro y de Joan Bennett. Ambos fueron motivo de ciertos lamentos posteriores del director; del blanco y negro porque a él le hubiera gustado rodar en color, como un año antes en “All that Heaven Allows”, para conseguir esa fuerza visual que tan bien manejaba. Supongo que las exigencias del estudio, la Universal, y los deseos de la productora, Ross Hunter, tuvieron algo que ver. Esto obligó a Sirk a rememorar sus trabajos en el cine negro y a concentrarse más exhaustivamente en la composición de planos, en el juego de luces o la aparición de elementos visuales que impactaran, o al menos lo intentaran, de la misma manera que lo hacía el Technicolor.

La otra queja era Joan Bennett, sobre su papel secundario y que, según él, podía haber tenido más relevancia, más pulso. Pero yo voy a discrepar con él y, por lo que leo por aquí, con alguno más. Creo en Bennett, mucho, y en su grandiosidad a la hora de interpretar el papel de Marion, la perfecta esposa en el perfecto matrimonio. Y es que ella ya sabía lo que era interpretar ese rol con maestría. Sino véanla unos años antes en “The Reckless Moment” de Max Opüls, donde ya da vida a una gran señora que hace todo para salvaguardar su familia. Está bien, aquí no lucha, pero porque tiene la batalla ganada desde el principio. Desde su clase, desde su posición privilegiada, ella deja clara una cosa: “todo lo que yo tengo, mi casa, mi hogar, mi marido, mis hijos…sería deseado por cualquier otra mujer”, y desde esa superioridad moral ella juega, vive y gana (los ojos de envidia de Norma cuando está en casa de los Groves son esclarecedores). Cierto es que dicha actitud es en parte debida a la propia idiosincrasia de su marido, aunque supongo que esto también es mérito de ella y de muchos años de convivencia.

De esta manera dos mujeres, a la altura una de la otra, se enfrentan en silencio. Dos grandes actrices y dos grandes personajes que no dejan de hacer lo correcto en cada momento. De Barbara ni hablar, magnífica. Bennett, sin duda, a la altura. El gran perjudicado, como siempre en estos lances, el hombre que queda en medio y que ve como, de una manera u otra, sus sueños de juventud son cortados de raíz y escapan volando mientras advierte que el único lugar de libertad es el aire fresco de su jardín.
Alfie
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7
14 de octubre de 2010
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela de Alec Coppel (“A Man about a Dog”), quien también se encargaría del guión, Dmytryck dirige este noir que le dio la posibilidad de adaptar en Gran Bretaña los convencionalismos del cine negro americano. Fue sin embargo éste un proyecto “obligado” que tuvo que emprender después de su huida precipitada a Londres tras ser perseguido como miembro del Hollywood Ten. Así, se produce una mezcla curiosa, vista también en otros films (“The Verdict” Don Siegel, 1946), donde muchas características típicas del género se ven rodeadas de un contexto cultural diferente. Las formas, modales, conversaciones o maneras de expresarse propiamente victorianas inundan una historia donde vuelven a aparecer puntuales a su cita la infidelidad, la mentira, los celos o el poder destructivo de la represión sexual. Como ven lo que es negro es negro, y nunca debe faltar.

El argumento es sencillo: un doctor londinense, Clive Riordan, está cansado de las continuas infidelidades de su mujer, Storm Riordan, una atractivísima Sally Gray. Ella, además de ejercer el adulterio con asiduidad, profesa un odio visceral hacia su marido que en ningún momento esconde. Una noche la sorprenderá con el americano Bill Kronin mientras vuelven a casa juntos. Más allá de hacer la vista gorda, el Dr. Clive saca a relucir la última promesa que hizo a su mujer: “el próximo hombre con el que me engañes lo mataré”. Tras no producirse el irracional y esperado ataque de celos que hubiera acabado con la vida del americano, el doctor idea un plan para cometer el asesinato perfecto, sin huellas, sin sospechas, dejando para ello cautivo a Bill hasta encontrar el momento apropiado para su ejecución. Encadenado a una pared, Bill será visitado todos los días por su captor quien no vacilará a la hora de contarle pormenorizadamente sus siniestros planes.

Así pues, se produce una situación dramática nueva propia de cualquier secuestro; una lucha psicológica entre dos hombres que nos regalará los mejores momentos del film. La aparición de la policía, de Scotland Yard, acercará aún más si cabe el film a las islas: Naunton Wayne interpreta al Superintendente Finsbury, auténtica reencarnación del inmortal personaje de Sir Arthur Conan Doyle y que dará los penúltimos instantes interesantes del film. La resolución del caso se aleja un poco del virtuosismo conseguido durante toda la película aunque deja un último guiño que asegura un buen sabor de boca final.

Llena de simbolismos antiamericanos (las conversaciones de los veteranos ingleses en el club, la aparición sin cesar de un americano encadenado a la pared o incluso la última frase que pronuncia Bill Kronin), “Obsession” se revela como un film de desahogo de su director, donde se intuye una cierta, aunque no por ello menos justa, pataleta hacia un país que meses antes le había dado una patada en el culo, lo había sacado de sus estudios y lo había acusado de traidor. Las rectificaciones y agradecimientos vendrían después.
Alfie
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