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Voto de Tony Montana:
8
6,5
7.463
Intriga. Fantástico
Después del trágico accidente sufrido por su mujer, un escritor que cae en la adicción a ciertas drogas, empieza a sufrir horribles alucinaciones que lo transportan a un mundo de pesadilla absolutamente kafkiano (“Interzone”). (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2008
86 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
El propio Cronenberg afirma concienzudamente su locura, la cual le permite rodar sus particularísimos films por donde se mueven una galería de personajes enfermos, psicóticos, raros y diferentes con respecto al concepto del canon social de lo que se considera moral o socialmente correcto, y criados en un orden social en el que la violencia no es algo visible pero sí perceptible. Quizás no soy el más indicado para hablar de su cine debido a lo poco atrayente que este me resulta en general, a lo difícil que me suele resultar ser ver una película suya por lo pretendidamente interesante pero lo tremendamente decepcionante que suele ser, pero no por ello le niego el mérito de ser, quizás, el más personal de los cineastas surgidos en los últimos años (con la excepción del maestro de maestros en este campo, Lynch). Quizás, las obras de ambos que más me han gustado han sido precisamente las que tenían un corte más convencional, tirando a clásico, donde su particular universo visual y su potencial narrativo (enorme en ambos casos, algo imposible de negar) se ponían al servicio de una historia menos personal pero sí más universal con respecto a su habitual mundo. Es por ello que me ha sorprendido gratamente ver esta película de culto donde el estilo Cronenberg es llevado a su paroxismo. Y más aún me ha sorprendido por haberse unido a uno de los escritores a los que más fobia le tengo, William S. Burroughs, del que he leído algunas cosas y casi siempre he salido asqueado, si es que he llegado a acabármelo, como el caso de la obra en cuestión.
Para comprender la situación de la cinta y disfrutar con ella (o intentarlo al menos) es obligatorio haber, si no leído al escritor, sí conocer un tanto de su vida y obra, de sus miedos, las inquietudes que le movían a describir los aspectos más malsanos de una personalidad atormentada como la suya propia. Y es que El almuerzo desnudo es algo así como el Ulyses de la generación Beatnik (a la que tampoco soporto, dicho sea de paso) de la que después se desmarcó, una obra culmen y difícil de leer por excesivamente personal escritura y su particularísima narrativa. Cronenberg, pudiendo intentar adaptar la (inadaptable) novela original, escoge narrar, a modo de falso biopic, el proceso de escritura de la novela en el momento más autodestructivo de la vida del escritor, cuando creó, producto de su subconsciente, la Interzona. Más, ¿Dónde están las virtudes de una película tan compleja como la novela, y, por tanto, difícil de digerir por el espectador? En que Cronenberg consigue hacer suyo un mundo tan particular y narrar esta trama detectivesca, un mero mguffin, que va mostrando, a modo de muñecas rusas, toda la vida de este escritor de culto, con evocadores pasajes puramente surrealistas en los que es fácil, realmente fácil, perderse y que requiere una aportación extra por parte del espectador de adentrarse en este estudio metaliterario sobre una de las más influyentes obras del siglo XX.
(Continúa debajo)
Para comprender la situación de la cinta y disfrutar con ella (o intentarlo al menos) es obligatorio haber, si no leído al escritor, sí conocer un tanto de su vida y obra, de sus miedos, las inquietudes que le movían a describir los aspectos más malsanos de una personalidad atormentada como la suya propia. Y es que El almuerzo desnudo es algo así como el Ulyses de la generación Beatnik (a la que tampoco soporto, dicho sea de paso) de la que después se desmarcó, una obra culmen y difícil de leer por excesivamente personal escritura y su particularísima narrativa. Cronenberg, pudiendo intentar adaptar la (inadaptable) novela original, escoge narrar, a modo de falso biopic, el proceso de escritura de la novela en el momento más autodestructivo de la vida del escritor, cuando creó, producto de su subconsciente, la Interzona. Más, ¿Dónde están las virtudes de una película tan compleja como la novela, y, por tanto, difícil de digerir por el espectador? En que Cronenberg consigue hacer suyo un mundo tan particular y narrar esta trama detectivesca, un mero mguffin, que va mostrando, a modo de muñecas rusas, toda la vida de este escritor de culto, con evocadores pasajes puramente surrealistas en los que es fácil, realmente fácil, perderse y que requiere una aportación extra por parte del espectador de adentrarse en este estudio metaliterario sobre una de las más influyentes obras del siglo XX.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que Cronenberg supo ver en la obra total del escritor su vía de mostrar todo aquello que siempre ha enseñado en sus películas, y no sólo eso, si no la posibilidad de llevar a cabo un ejercicio de experimentación cinematográfica que va más allá de lo realizado hasta ese momento en su carrera. El director supo captar de manera perfecta las intenciones de Burroughs, sus ideas sobre la necesidad de la renovación de la lengua, del anclaje al que se veía sometida la escritura desde hacía siglos, y su pretendida revolución, la destrucción de la narrativa convencional y la subversión de los temas tratados en las novelas, la destrucción del academicismo en su totalidad. El director es capaz de realizar una síntesis de todo ello en este extraño rompecabezas y filma con un estilo sublime y oscuro, tan habitual en él, una gran pesadilla psicotrópica en la que el alter ego de Burroughs, Will Lee, brillante Peter Weller, pasea por ese psicotrópico mundo de terror que se confunde con la realidad en el que el sexo es algo violento y enfermizo y que, a la postre no logra más que causar problemas, una de las grandes obsesiones de Cronenbrg, la necesidad absoluta de drogas en la peor época de la vida del escritor y su miedo a todo aquello que le rodeaba, además del odio a lo tradicional, representado en la férrea moralidad de los Estados Unidos del mccarthismo de los años 50, de los que huye en su refugio en Tánger, donde dará rienda suelta a su reprimida vena homosexual, uno de sus grandes temores que siempre afloró en su obra, pero con un tratamiento, como ya he dicho antes, verdaderamente enfermizo y malvado. El director canadiense y el escritor americano consiguen ser una sola persona, y Cronenberg logra un acertado ensayo sobre la praxis burroughsiana que bien se podría resumir en la inquietante escena del paseo en coche y el poema del culo parlante, absoluta paranoia lisérgica dirigida con un encanto mágico por Cronenberg. ¿Por qué me gusta, si son dos autores que nunca suelen llegarme? Por la perfecta forma en que Cronenberg ha sabido ser Burroughs, pero de una manera totalmente personal con este extraño experimento, entendiendo que la mejor forma de adaptar a un autor no es hacerlo palabra por palabra, puesto que esto lleva a un excesivo enfriamiento de la historia, si no entender su mensaje y traspasarlo a la pantalla de manera personal.