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Voto de Gilgamesh:
6
Drama En 1920, Gran Bretaña contaba con dos atletas excepcionales: Harold Abrahams y Eric Lidell. Las razones que los movían a correr era tan diferentes como sus vidas: pertenecían a mundos distintos, cada uno tenía sus propias creencias y su propio concepto del triunfo. (FILMAFFINITY)
29 de marzo de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oscarizada producción, con genuino sello “british”, en torno a la historia real de dos atletas británicos durante las Olimpiadas de París, en 1924. Además de la presión propia de la gran competición, unida al imperioso deseo de ganar, ambos atraviesan serias contradicciones morales: el uno, porque no acaba de encajar en la sociedad inglesa debido a su origen judío; el otro, ministro de la Iglesia de Escocia, por sus profundas convicciones religiosas que condicionan mucho su carrera deportiva. Las interpretaciones son excelentes, tanto como la cuidada ambientación, factores ambos típicos del cine británico. Punto y aparte merece la banda sonora, famosísima composición del griego Vangelis Papathanassiou, que ganó un merecido Oscar. La película en su conjunto resulta sólo entretenida. No se puede negar que tiene mucha calidad, pero resulta un tanto fría y distante.
En total, el film obtuvo cuatro Oscars, lo que constituyó un enorme éxito para el cine británico, que andaba de capa caída por aquel entonces. El productor ejecutivo fue Dodi Al Fayed, que años más tarde se haría tristemente famoso por ser el acompañante de Lady Di, muriendo con ella en aquel trágico accidente en el parisino puente de L’Alma. Otra trágica coincidencia fue el destino de dos de los actores del film, Brad Davis e Ian Charleson: ambos murieron de sida diez años después.

Escena para el recuerdo: El alumno Abrahams (Ben Cross) almuerza con los rectores de Oxford. En un momento dado, mientras toman el té, el rector de Trinity (John Gielgud) le pregunta por el origen de su entrenador, Sam Mussabini (Ian Holm), del que “teme” que sea italiano. Abrahams contesta: “Sólo es medio italiano”. A lo que el estirado docente inglés responde: “¡Ah, me siento aliviado!”. Entonces, Abrahams aclara: “En realidad su otra mitad es árabe, señor.” El rostro del rector se vuelve lívido por el disgusto y, por un instante, es incapaz de articular palabra...
Gilgamesh
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