El hecho de titular la película como Ocho apellidos marroquís es una buena estrategia de marketing, pero esta no cuenta ni con los guionistas ni con el director de las dos anteriores. Y sucede lo mismo con el humor paródico, ausente en todo el metraje.

Los tópicos culturales y los estereotipos están llenos de rancios clichés y la trama romántica está muy forzada. A pesar de ello, las actuaciones de Julián López y María Ramos son bastante convincentes. Asimismo, en el desenlace, al menos los personajes terminan con transformaciones que distraen de la vergüenza ajena del arranque y, al final, aunque tenga poca gracia, el largometraje consigue tocar la fibra sensible.

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