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Voto de Juan Nadie:
1
6,6
4.185
Western
El mercenario y ex-soldado yankee Django (Nero) llega a un desértico pueblo mexicano con un ataúd. Su objetivo: la venganza contra el mayor Jackson. Un spaghetti-western originalmente prohibido en Inglaterra por su violencia... Fan declarado del film, Quentin Tarantino "copió" la escena donde un general le rebana la oreja a un predicador para su "Reservoir Dogs" y en 2012 estrenó "Django Unchained", una película que homenajea a ésta ... [+]
25 de febrero de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No salgo de mi asombro como este bodrio de proporciones incalculables puede gustar tanto, no sé que efecto podría causar en su tiempo. A día de hoy es una auténtica horterada de lo más ridícula, aburrida, anticuada e irrisoria, que hasta la película fallida del gran Sergio Leone "Agáchate Maldito" parece una auténtica obra maestra, comparada con este cañamón. Y quien mejor que el propio gran Leone para decirnos lo que opinaba de todos estos esperpentos, a día de hoy insoportables de ver, que solo producen vergüenza ajena.
El éxito de mis westerns tuvo consecuencias desastrosas. La marea de engendros que provocó en Italia fue horrible. Vi todo estos subproductos, o casi. Y al principio me hacían cierta gracia. El hecho de que el público manifestara interés por ellos al menos reveló que el Oeste seguía cargando de magia y que el hombre de la frontera era un héroe todavía vivo en el corazón de los espectadores.
Pero lo cierto es que eran bodrios a cual más absurdo. No habían entendido nada de mis películas. Incluso los más respetados me parecen horribles, como los de Sergio Corbucci y Sergio Sollima. Conozco muy bien a Corbucci, trabajamos juntos en varias ocasiones. Es un hombre que domina la técnica, pero hacer westerns no es cuestión de técnica. Hace falta espesor, verdad y profundidad, y nada de esto se encuentra en los westerns de Corbucci. Menos en ese tan prestigioso para los franceses de Il grande silenzio (1968). Es tan falso como pretencioso, con esa idea gratuita de que transcurra en la nieve. Y Sollima es un falso intelectual. Antes de dirigir ejercía la crítica de cine y escribía anónimamente diálogos, corregía sinopsis, en films de todo tipo. “El halcón y la presa”, tenía una historia maravillosa, que le escribió Sergio Donati, mi guionista. La rivalidad entre un cazador de recompensas y un fuera de la ley injustamente reclamado, que acaba convirtiéndose en amistad. Pero Sollima la desaprovechó del todo.
Del western europeo salvaría “Yo soy la revolución” (1968) de Damiano Damiani, protagonizado por dos de mis estrellas en “La muerte tenía un precio” Gian María Volonté y Klaus Kinski. Y no sé yo si algo más.
Por eso me disgusta que todo el mundo me señale como el padre del Spaghetti –western. Porque soy el padre, si, pero de un montón de hijos de puta.
El éxito de mis westerns tuvo consecuencias desastrosas. La marea de engendros que provocó en Italia fue horrible. Vi todo estos subproductos, o casi. Y al principio me hacían cierta gracia. El hecho de que el público manifestara interés por ellos al menos reveló que el Oeste seguía cargando de magia y que el hombre de la frontera era un héroe todavía vivo en el corazón de los espectadores.
Pero lo cierto es que eran bodrios a cual más absurdo. No habían entendido nada de mis películas. Incluso los más respetados me parecen horribles, como los de Sergio Corbucci y Sergio Sollima. Conozco muy bien a Corbucci, trabajamos juntos en varias ocasiones. Es un hombre que domina la técnica, pero hacer westerns no es cuestión de técnica. Hace falta espesor, verdad y profundidad, y nada de esto se encuentra en los westerns de Corbucci. Menos en ese tan prestigioso para los franceses de Il grande silenzio (1968). Es tan falso como pretencioso, con esa idea gratuita de que transcurra en la nieve. Y Sollima es un falso intelectual. Antes de dirigir ejercía la crítica de cine y escribía anónimamente diálogos, corregía sinopsis, en films de todo tipo. “El halcón y la presa”, tenía una historia maravillosa, que le escribió Sergio Donati, mi guionista. La rivalidad entre un cazador de recompensas y un fuera de la ley injustamente reclamado, que acaba convirtiéndose en amistad. Pero Sollima la desaprovechó del todo.
Del western europeo salvaría “Yo soy la revolución” (1968) de Damiano Damiani, protagonizado por dos de mis estrellas en “La muerte tenía un precio” Gian María Volonté y Klaus Kinski. Y no sé yo si algo más.
Por eso me disgusta que todo el mundo me señale como el padre del Spaghetti –western. Porque soy el padre, si, pero de un montón de hijos de puta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Nada más el empezar, ver a Franco Nero (actor de poca calidad interpretativa y muy poco carisma) arrastrando una ataúd, que no digo que en aquella época causaría una gran impresión, pero a vista a día de hoy es tan ridícula que ya nos dice que clase chulería anticuada y sesentera vamos a ver.
Y no digamos el final, que protegiéndose detrás de una cruz de un cementerio y, supuestamente con las manos destrozadas que apenas puede sujetar el revolver, pega cuatro tiros sin apuntar, y se carga a los seis malos como si nada. Y para terminar de rematar la faena, nos deleitan un último plano con el revolver manchado con quien sabe de que salsa utilizarían para parecer sangre humana como la única y gran proeza de nuestro distinguido y ridículo heroe. De traca vamos
Y no digamos el final, que protegiéndose detrás de una cruz de un cementerio y, supuestamente con las manos destrozadas que apenas puede sujetar el revolver, pega cuatro tiros sin apuntar, y se carga a los seis malos como si nada. Y para terminar de rematar la faena, nos deleitan un último plano con el revolver manchado con quien sabe de que salsa utilizarían para parecer sangre humana como la única y gran proeza de nuestro distinguido y ridículo heroe. De traca vamos