Luego de culminada Reptiles, la peli deja en claro que estamos ante una obra centrada en un actor. Es, casi, un unipersonal focalizado en la dirección de actores, con un guion orientado al noir. Si bien es cierto que son muchas las virtudes que presenta el film, resulta harto dificultoso lograr integrarlas de manera orgánica cuando se degusta el producto final.

Existe un factor puntual que lastra la propuesta: el guion apunta para un lado durante la friolera de una hora para ir, primero progresiva y luego drásticamente, cambiando su foco de atención en su segunda parte. Aquí es donde comienza a resaltar Benicio del Toro, que en los inicios de la peli tan solo parecía ser el policía de turno encargado de resolver el caso. Frente a un asesinato standard dentro del policial noir, surgen un montón de sospechosos que, fieles al estilo de la obra, se muestran turbios y apesadumbrados. Cebos falsos, pistas que no son tales: toda la peli puede enmarcarse dentro del refrán "es que la gallina cacarea pero los huevos están en otro lado".

Con una fotografía elegante, en uso frecuente de ocres y grises, Reptiles busca ser un buen ejemplo de cine de género. Aunque posee ciertas dosis de cine de autor que pecan de extravagantes: la banda sonora empalaga más de la cuenta, mientras que el montaje es correcto en su mayor parte, oscilando entre elipsis bruscas y el plano fijo, moroso, centrado en gestos y detalles.

De Justin, y su curiosa madre; de los compañeros de trabajo de del Toro, sumados a los sospechosos inestables que pululan por la obra; incluso la misma víctima de homicidio. Todos aportan una cuota actoral en su justa medida a la que se echa en falta una transición armónica en el devenir narrativo. Reptiles se siente como una torta cortada a la mitad sin demasiada sutileza.

Del Toro no le suma al resultado final, del Toro la salva de la desprolijidad absoluta.