Jackson naufraga en la adaptación de la famosa novela de Alice Sebold. Las múltiples posibilidades que ésta ofrecía no son aprovechadas por mor de una rígida e insípida adaptación, obviando los elementos más escabrosos pero emocionalmente con más recorrido, bastante plana en su concepción y que, por desgracia, no subsana los pasajes menos acertados del original literario, especialmente el ridículo final.

No va a dejar contentos a los que leyeron “Desde mi cielo” (suele suceder con las adaptaciones con cierta frecuencia), pero, lo que es peor, tampoco entusiasmará a los que no hayan llevado a cabo su lectura. Si acaso puede sorprender la explosión de imágenes oníricas (me quedo con los barcos “embotellados”), cuando no resulten desbordantes.

Dos percepciones generalizadas y casi unánimes que he podido constatar:
1-La mejor interpretación (con permiso de Saoirse Ronan), y posiblemente lo mejor del film, corre a cargo de Stanley Tucci, un genial señor Harvey, tan sutil para construir casitas de muñecas como feroz para cometer el peor de los crímenes.
2-El excesivo, abultado e incomprensible metraje, al que sobran como mínimo 20 minutos.

Añado yo que la cautivadora Saoirse Ronan (lo mejor de “El último gran mago” y ya nominada por “Expiación”) tiene una presencia espectacular. No puede ser más fotogénica; vive un idilio con la cámara, hasta tal punto de comerse a bocados la pantalla. La inclusión de estos dos actores, muy superiores al resto, es el mayor acierto de Peter Jackson.
El resto del reparto no acaba de convencer del todo. Una lástima la renuncia de Ryan Gosling por diferencias creativas con el director. Rachel Weisz se limita a cumplir, aunque en descarga del matrimonio, hay que decir que sus personajes no tienen un excesivo peso específico, y Jackson no quiere profundizar en el hondo dolor de una familia destrozada cuya vuelta a la normalidad, al menos de manera inmediata, es una quimera. Susan Sarandon aparece anecdóticamente, pero su concurso es trivial, cuando no demencial (su breve catálogo de habilidades como la abuela Lynn se desliza entre lo cómico y lo irrisorio).