Cuando Hugo irrumpe en la vida de Frédéric y declara delante de la familia de este que es homosexual, no se produce aparentemente ningún cambio, es más, después de la cena ambos hombres tienen una larga charla hablando del amor, de la vida y de la muerte. Pero las palabras de Hugo van haciendo que Frédéric se replantee su vida, la seguridad de su matrimonio, el cariño de su hijo y todo empieza a tambalearse. La propuesta temática es interesante y la historia la adecuada para entrar en esa situación en la que un hombre se replantea su vida. Pero los diálogos pretenden llegar al fondo existencial y eso en cine se hace muy pesado. Por otra parte el director adolece de esa característica tan frecuente en el cine francés, alargar las escenas innecesariamente y componerlas con planos que fotográficamente son muy bonitos pero llegan a cansar. ¿Y el tango? Se ha bailado tantas veces en el cine que es muy arriesgado incluir otro más en una película. El resto de la música es ampulosa y con pretendidos sones de “qualité” que empalagan. Creo que se puede prescindir de su visión.