Soy de los que piensan que el recurso del found footage, desde que "El proyecto de la bruja de Blair" lo reflotara y lo acercara a las grandes audiencias, está ya demasiado explotado en el cine. Pocas son las cintas en las que su uso está totalmente justificado. "La cueva" es uno de esos productos en los que este recurso ayuda a la historia, además de que se hace imprescindible para contarla. Alfredo Montero, en su ópera prima, no inventa nada nuevo. Cinco amigos, de viaje por Formentera, se adentran en una cueva para vivir otra nueva aventura, y acaban perdidos en su interior y sin escapatoria durante días. Sin agua, sin comida, a merced del tiempo y los elementos.

Montero saca extraordinario provecho del reducido espacio en el que se desarrolla la historia y nos regala un survival en el que muestra lo peor del ser humano en situaciones límite como las que nos presenta y consigue crear tensión in crescendo tirando de los pocos recursos de los que dispone, con un reparto compuesto de caras jóvenes y prácticamente desconocidas -quizá el más conocido sea Marcos Ortiz, habitual de la televisión-.

En su contra, solamente dos factores. En primer lugar, un guión que no define del todo bien la relación de amistad de sus protagonistas. Vamos, que no parecen ser del todo amigos, y eso reduce en parte la empatía hacia ellos. Y en segundo lugar, que el hecho de estar ante una obra de ficción pude hacer a más de uno escudarse y pensar que el resultado final es inverosímil, cuando todo lo que se ve en ella podría ocurrir perfectamente. Porque la realidad supera muchas veces en ridiculez y falta de credibilidad a la propia ficción, pero por ser realidad nos la comemos con papas, sin hacer preguntas.

Claustrofóbica, agobiante, angustiosa, y descorazonadora por la imagen tan pesimista que da del ser humano, "La cueva" es una de las grandes sorpresas del terror patrio de los últimos años. Una propuesta que ha tardado dos años en llegar a nuestras pantallas, pero cuya espera ha merecido la pena.