Media votos
7,0
Votos
6
Críticas
6
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Magín García Restrepo:
10
6,8
3.487
Drama. Romance
Martin Eden es un chico humilde de pueblo que se gana la vida trabajando como marinero. Un día, Martin defiende de una agresión a Arturo, un joven de clase alta. Como agradecimiento, éste invita a Martin a su hogar y poco a poco le va introduciendo en su estilo de vida. El joven conoce así las ventajas de la educación, y ve esto como una oportunidad para progresar y convertirse en el escritor que ha decidido que quiere ser, mientras ... [+]
4 de junio de 2020
70 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin Eden es una parodia. No es una película especialmente chistosa, pero la clave de la parodia no es su hilaridad sino la imitación de un modelo para desbaratarlo, para revelar su constitución interna. De ahí que si alguien, por ejemplo, quiere conocer la estructura de un género, lo mejor es que se fije en su parodia. Porque quizás por estar entretenidos con la trama no prestamos atención al arsenal de trucos que cualquier obra o género necesariamente utiliza y con los cuales logra su objetivo; por ejemplo hacernos llorar o asustarnos. La pregunta aquí es cuál es el objeto de la parodia. No es la novela de Jack London del mismo título en que se basa el guion. Qué sentido tendría hacer una película para parodiar una novela de comienzos del siglo XX, no especialmente famosa hoy en día. Parodiar a Jane Austen sería más entendible dado el éxito actual de las novelas, y sobre todo las muchas adaptaciones al cine y a la televisión. Pero hacer una parodia italiana de una novela de un autor americano muerto hace más de cien años no es algo que parezca tener mucho interés, sobre todo considerando lo ambiciosa que es la película. No es precisamente un video hecho por estudiantes para la clase de literatura del colegio, al contrario, se trata de una película muy arriesgada formalmente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero, de nuevo, se trata de una parodia, aunque no de la obra de Jack London. El objeto del ataque paródico es difícil de caracterizar, aunque podría decirse, quizás, que es el tiempo, no el tiempo de la vida de una persona, que podría llamarse el tiempo biológico, sino el tiempo histórico, o dicho de otra manera, la “Historia” con mayúscula. No es fácil de expresar, pero la película despedaza la idea, según la cual, en principio, una vida humana solo se explica en relación con un momento histórico determinado. Porque Martin Eden vive durante todo el siglo XX, y no en línea recta, pues el personaje va y vuelve en el tiempo según las circunstancias. No es que se haya trasladado la obra a una época distinta, como Ricardo III (Richard Locraine, 1995) con Ian Mckellen, donde la obra de Shakespeare es ambientada en los fascistas años treinta. Más bien es que el personaje no está circunscrito a ninguna época, precisamente porque se mueve con naturalidad por todas. Puede ser un obrero en los años ¿cincuenta, sesenta? y bailar en una fiesta de barrio, o asistir como invitado inapropiado a una cena de burgueses cultos de la Belle Époque. La música también va desde pop italiano de los setentas hasta música electrónica y sonidos clásicos, sin que se corresponda necesariamente con la época representada. En realidad, no es que la obra se adapte a otras épocas sino que todas las épocas le vienen bien a la obra. Y es un tema para pensar, si a cualquier otra narración o personaje no se le podría aplicar este mismo tratamiento.
Pues se supone que una época histórica es como un suelo donde se dan ciertas plantas y otras no nacen o nacen débiles e improductivas. Por ejemplo, el café no se da ni en zonas muy bajas ni muy altas, necesita de una determinada altitud entre los extremos. Sin embargo, la planta Martin Eden se da bien en todas las altitudes y bajo todos los climas históricos. Como una mala yerba, florece y da frutos lo mismo en cuidados jardines que entre ruinas. Quiero decir, Martin goza y sufre lo mismo a finales que a comienzos de siglo, y su suerte no parece marcada por los grandes hechos históricos, sino por las circunstancias de su vida personal, sobre todo por los encuentros afortunados o nefastos.
La escena final es especialmente significativa, y en cierta forma resume la película. Martin está sentado en una playa de Nápoles al atardecer, detrás y delante de él hay unas ruinas, a un lado una familia de negros se divierte -¿inmigrantes de nuestra época?-; al otro lado, unos jóvenes con uniformes charlan y juegan, parecen fascistas o militares, uno de ellos cubre con pintura unos grafitis contra la guerra. Un hombrecito apoyado en un palo pasa gritando que hay guerra, se acerca a Martin y parece preocupado por el evidente deterioro físico del muchacho. El hombrecito se va y Martin corre hacia las olas. ¿Qué guerra anuncia el viejo, la Primera, la Segunda, o es cualquier guerra?; y los fascistas juguetones justo al lado de una familia de negros tranquilos en la playa, ¿es una escena de hoy o de hace cien años?; y en qué fecha el hombre solitario sale corriendo hacia el mar.
No se habla en la película sobre la historia. La reflexión sobre el tema se ve y se oye en la pantalla, a través de las imágenes y la música. Esta película cautiva al espectador con su brillantez, pero a la vez lo obliga a pensar, no tanto en el destino de Martin Eden, sino en el tiempo sin tiempo en que vive su aventura.
Pues se supone que una época histórica es como un suelo donde se dan ciertas plantas y otras no nacen o nacen débiles e improductivas. Por ejemplo, el café no se da ni en zonas muy bajas ni muy altas, necesita de una determinada altitud entre los extremos. Sin embargo, la planta Martin Eden se da bien en todas las altitudes y bajo todos los climas históricos. Como una mala yerba, florece y da frutos lo mismo en cuidados jardines que entre ruinas. Quiero decir, Martin goza y sufre lo mismo a finales que a comienzos de siglo, y su suerte no parece marcada por los grandes hechos históricos, sino por las circunstancias de su vida personal, sobre todo por los encuentros afortunados o nefastos.
La escena final es especialmente significativa, y en cierta forma resume la película. Martin está sentado en una playa de Nápoles al atardecer, detrás y delante de él hay unas ruinas, a un lado una familia de negros se divierte -¿inmigrantes de nuestra época?-; al otro lado, unos jóvenes con uniformes charlan y juegan, parecen fascistas o militares, uno de ellos cubre con pintura unos grafitis contra la guerra. Un hombrecito apoyado en un palo pasa gritando que hay guerra, se acerca a Martin y parece preocupado por el evidente deterioro físico del muchacho. El hombrecito se va y Martin corre hacia las olas. ¿Qué guerra anuncia el viejo, la Primera, la Segunda, o es cualquier guerra?; y los fascistas juguetones justo al lado de una familia de negros tranquilos en la playa, ¿es una escena de hoy o de hace cien años?; y en qué fecha el hombre solitario sale corriendo hacia el mar.
No se habla en la película sobre la historia. La reflexión sobre el tema se ve y se oye en la pantalla, a través de las imágenes y la música. Esta película cautiva al espectador con su brillantez, pero a la vez lo obliga a pensar, no tanto en el destino de Martin Eden, sino en el tiempo sin tiempo en que vive su aventura.