Media votos
5,8
Votos
1.933
Críticas
1.758
Listas
29
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Lafuente Estefanía:
6
5,8
467
Drama
En el preludio del siglo XX, Pedro (Alfredo Castro) llega a Tierra del Fuego, un territorio hostil y violento, para fotografiar el matrimonio de un poderoso latifundista, Mr Porter. La futura esposa, apenas una niña, se convierte en su obsesión. Tratando de capturar su belleza, traiciona al poder que domina el territorio. Pero es descubierto. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y tan en blanco como se queda uno al final de la proyección.
Una cinta de esas de "arte y ensayo", como las llamábamos antes. Cine independiente o indie lo llaman ahora. Carne de festivales.
Cierto que los aspectos técnicos resultan impactantes. Sobre todo lo que tiene que ver con la fotografía y la iluminación, no en vano la cosa va un fotógrafo, Pedro (Castro). Un fotógrafo de los de placas de cristal que se ocultan para enfocar bajo la tela negra. Encuadres, posturas, juegos de sombras y de luces ... todo impecable. No vaya a resultar que en casa del herrero el cuchillo sea de palo.
Estamos en la Tierra de Fuego, una hacienda en un desierto blanco de nieve. En el centro la casa principal que enciende las luces con parsimonia a medida que se acerca la noche. El propietario, un Sr. Porter al que no veremos, va a casarse con Sara (López de Ayala), una niña que no pronuncia una sola palabra en las pocas escenas en que aparece para las sesiones de retrato.
Una pequeña sociedad aislada en el extremo del mundo de donde parecen no poder salir. Un poco como en el buñueliano Ángel exterminador. Allí se acumulan cien siglos de soledades, de tedio, de incomunicación y de rutina que solo se rompe en periódicas razias para exterminar algunos indígenas que sobreviven con dificultad por los alrededores.
¿Denuncia del colonialismo genocida? ¿Semejante despliegue técnico solo para esto?
Con todo, la película engancha. Tiene algo que mantiene la atención del espectador que, ciertamente, espera algo. No puede ser mostrar tanta belleza para nada.
Pues para casi nada es. Como no sea para ahondar en el personaje de Pedro (extraordinaria interpretación), ese fotógrafo que contempla los horrores que lo rodean con la pasividad de la placas que impresiona con sus fotos. Los mismos ojos que saben evaluar la luz y buscar los más bellos claroscuros, los mismos ojos recogen las imágenes de las más vulgares violaciones y asesinatos. Aparentemente sin inmutarse, metabolizando los hechos, lo mismo que hace el objetivo de su cámara.
Tal vez esa última composición fotográfica en la que los cazadores posan con sus piezas humanas nos aclare algo las cosas. Abajo dejamos la hipótesis.
Cinta inquietante, perturbadora, sosegada. Demasiado sosegada tal vez. Pero también una cinta muy bella, más en las formas que en el fondo.
Recomendable para fotógrafos y cinéfilos de mostras y de festivales, no para los que gustan de la acción y de obras con un mínimo de argumento. Pero recomendable.
Una cinta de esas de "arte y ensayo", como las llamábamos antes. Cine independiente o indie lo llaman ahora. Carne de festivales.
Cierto que los aspectos técnicos resultan impactantes. Sobre todo lo que tiene que ver con la fotografía y la iluminación, no en vano la cosa va un fotógrafo, Pedro (Castro). Un fotógrafo de los de placas de cristal que se ocultan para enfocar bajo la tela negra. Encuadres, posturas, juegos de sombras y de luces ... todo impecable. No vaya a resultar que en casa del herrero el cuchillo sea de palo.
Estamos en la Tierra de Fuego, una hacienda en un desierto blanco de nieve. En el centro la casa principal que enciende las luces con parsimonia a medida que se acerca la noche. El propietario, un Sr. Porter al que no veremos, va a casarse con Sara (López de Ayala), una niña que no pronuncia una sola palabra en las pocas escenas en que aparece para las sesiones de retrato.
Una pequeña sociedad aislada en el extremo del mundo de donde parecen no poder salir. Un poco como en el buñueliano Ángel exterminador. Allí se acumulan cien siglos de soledades, de tedio, de incomunicación y de rutina que solo se rompe en periódicas razias para exterminar algunos indígenas que sobreviven con dificultad por los alrededores.
¿Denuncia del colonialismo genocida? ¿Semejante despliegue técnico solo para esto?
Con todo, la película engancha. Tiene algo que mantiene la atención del espectador que, ciertamente, espera algo. No puede ser mostrar tanta belleza para nada.
Pues para casi nada es. Como no sea para ahondar en el personaje de Pedro (extraordinaria interpretación), ese fotógrafo que contempla los horrores que lo rodean con la pasividad de la placas que impresiona con sus fotos. Los mismos ojos que saben evaluar la luz y buscar los más bellos claroscuros, los mismos ojos recogen las imágenes de las más vulgares violaciones y asesinatos. Aparentemente sin inmutarse, metabolizando los hechos, lo mismo que hace el objetivo de su cámara.
Tal vez esa última composición fotográfica en la que los cazadores posan con sus piezas humanas nos aclare algo las cosas. Abajo dejamos la hipótesis.
Cinta inquietante, perturbadora, sosegada. Demasiado sosegada tal vez. Pero también una cinta muy bella, más en las formas que en el fondo.
Recomendable para fotógrafos y cinéfilos de mostras y de festivales, no para los que gustan de la acción y de obras con un mínimo de argumento. Pero recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Es el final de la jornada cinegética y los cazadores quieren inmortalizarla posando "aguerridos" con las piezas que han cobrado. En el suelo yacen unos pocos indios tendidos. De momento Pedro, bruscamente, suspende el montaje de la foto y, uno a uno, hace que los actores levanten hacia arriba los cañones de sus escopetas como apuntando a las ventanas de la casa del patrón. Todos quietos, pasa un buen rato y ¡click! Se cierra el diafragma.