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Voto de Lafuente Estefanía:
8
5,6
338
Western
En una ciudad fronteriza del Oeste americano, dominada por la banda de los Newton, un agente secreto del gobierno es asesinado. Su hijo, un joven educado pero impulsivo, se traslada hasta allí para buscar a los autores del crimen y vengar la muerte de su padre. Para ello contará con la ayuda de un predicador. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Presentada al comienzo como "Una leyenda del Oeste", pronto veremos que lo que hace el director es sentar a sus personajes en el diván freudiano para que nos cuente cada uno su propia historia.
Banal nos parece la excusa política que sirve de fondo a la trama, tal como se nos explica en el despacho de "Asuntos secretos" del Gobierno americano. Los comandos de un tal Ed Newton, que casi ni aparece en la cinta, venden armas de contrabando a Maximiliano de Austria en su lucha contra Juárez al que apoyan los americanos para que funde la "República Libre de México".
Para ello envían un agente secreto, Mitch Baker (Brady), cuyo padre fue asesinado cuando trataba de cumplir la misma tarea. Acepta la pistola paterna pero rechaza, vengativo, la placa de marshall que le da la cobertura legal.
Estaríamos ante una de tantas venganzas justicieras del Oeste, de no ser por la riqueza psicológica de los principales protagonistas que merece un trato aparte que comentaremos en zona spoiler para no desentrañar el argumento.
Hay también un interesante detalle sanitario. El reverendo Simons tiene nociones de cirugía y extrae una bala a uno de los matones mientras pronuncia: "El plomo es venenoso, morirás si no te saco la bala". Es curioso, desde que aparecen las armas de fuego la medicina galenista trató siempre estas heridas como Galeno recomendaba hacer con las que se envenenaban. Primero aplicando directamente aceite hirviendo, luego se sustituirá esta terapia tan peligrosa buscando sobre todo la extracción del proyectil para evitar su toxicidad.
En conjunto una buena película, más por la profundidad del análisis de la compleja sicología de los personajes que por la trama en sí.
Banal nos parece la excusa política que sirve de fondo a la trama, tal como se nos explica en el despacho de "Asuntos secretos" del Gobierno americano. Los comandos de un tal Ed Newton, que casi ni aparece en la cinta, venden armas de contrabando a Maximiliano de Austria en su lucha contra Juárez al que apoyan los americanos para que funde la "República Libre de México".
Para ello envían un agente secreto, Mitch Baker (Brady), cuyo padre fue asesinado cuando trataba de cumplir la misma tarea. Acepta la pistola paterna pero rechaza, vengativo, la placa de marshall que le da la cobertura legal.
Estaríamos ante una de tantas venganzas justicieras del Oeste, de no ser por la riqueza psicológica de los principales protagonistas que merece un trato aparte que comentaremos en zona spoiler para no desentrañar el argumento.
Hay también un interesante detalle sanitario. El reverendo Simons tiene nociones de cirugía y extrae una bala a uno de los matones mientras pronuncia: "El plomo es venenoso, morirás si no te saco la bala". Es curioso, desde que aparecen las armas de fuego la medicina galenista trató siempre estas heridas como Galeno recomendaba hacer con las que se envenenaban. Primero aplicando directamente aceite hirviendo, luego se sustituirá esta terapia tan peligrosa buscando sobre todo la extracción del proyectil para evitar su toxicidad.
En conjunto una buena película, más por la profundidad del análisis de la compleja sicología de los personajes que por la trama en sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ya de entrada sorprende que la "misión" encomendada a Mitch deba desarrollarse en la localidad de Mission (Texas), y en el centro de la misma se encuentre una misión que dirige un padre laico (parece de alguna iglesia protestante), dedicado a recoger los niños mestizos abandonados lo mismo por los indios que por los blancos. Por un momento pensamos bautizar la reseña como "Misión en Mission". Porque de esto se trata.
Lo que no podíamos esperar es la variedad de perfiles psíquicos que nos presenta Dwan. Para empezar el citado Mitch al que encargan ocuparse del mismo caso que causó la muerte a su padre, en colaboración con otro marshall amigo de ambos, al que rechaza pues busca la venganza sin contemplaciones. Poco a poco cambiará de parecer, como se aprecia en la significativa y bella escena en que el viejo marshall, herido de muerte, le entrega su propia placa que ahora sí acepta.
Sin embargo el protagonismo de Brady tiene importantes competidores. Por un lado la figura femina, la casi niña Angelita (magnífica Bancroff), que baila al inicio una danza sensual y casi erótica ante los ojos de los demás niños de la misión, que tiene pegado en la pared lo que parece un cartel publicitario con su imagen bailando y mostrando sus piernas. Cartel sobre el que repetidas veces se vuelca la cámara que no parece muy propio de una casa misional. Sensualidad que capta con la primera mirada el frío y atildado Mitch que desde ese instante resulta inexorablemtne atraído por la muchacha. Más que Angelita deberíamos hablar del síndrome de "Lolita", la de Nabokov, naturalmente. Por detrás el reverendo Simons (Williams), con una actitud y un rostro un tanto equívocos y sospechosos, de hecho nos tiene un rato en duda sobre las verdaderas intenciones de su misión que, finalmente, serán de lo más honorables.
Pero es que el ambiente que se respira en esa casa es sumamente intrigante, casi hasta el agobio. Todos de escuchan a todos tras las puertas, a través de las paredes o de las esquinas. No hemos visto nunca una obra con tantos alcahuetes y mirones. Todos espían a todos, incluso los niños de la misión. Pero el que se lleva la palma es un personaje siniestro cuyo nombre no recordamos, con un rostro de lo más expresivo, siempre atisbando por las ventanas, voyerista profesional, cobarde que no duda en asesinar por la espalda para ganar méritos ante la banda. Un joven cuyo ojo capta la cámara repetidas veces a través de los agujeros del papel que cubre todas las ventanas del pueblo. Todas las ventanas están forradas con un papel a cuadros, otra singularidad más. Tremenda la expresividad de este ojo y de este rostro. Por cierto, al final salva la vida. Y es que es difícil acabar con las ratas.
Lo que no podíamos esperar es la variedad de perfiles psíquicos que nos presenta Dwan. Para empezar el citado Mitch al que encargan ocuparse del mismo caso que causó la muerte a su padre, en colaboración con otro marshall amigo de ambos, al que rechaza pues busca la venganza sin contemplaciones. Poco a poco cambiará de parecer, como se aprecia en la significativa y bella escena en que el viejo marshall, herido de muerte, le entrega su propia placa que ahora sí acepta.
Sin embargo el protagonismo de Brady tiene importantes competidores. Por un lado la figura femina, la casi niña Angelita (magnífica Bancroff), que baila al inicio una danza sensual y casi erótica ante los ojos de los demás niños de la misión, que tiene pegado en la pared lo que parece un cartel publicitario con su imagen bailando y mostrando sus piernas. Cartel sobre el que repetidas veces se vuelca la cámara que no parece muy propio de una casa misional. Sensualidad que capta con la primera mirada el frío y atildado Mitch que desde ese instante resulta inexorablemtne atraído por la muchacha. Más que Angelita deberíamos hablar del síndrome de "Lolita", la de Nabokov, naturalmente. Por detrás el reverendo Simons (Williams), con una actitud y un rostro un tanto equívocos y sospechosos, de hecho nos tiene un rato en duda sobre las verdaderas intenciones de su misión que, finalmente, serán de lo más honorables.
Pero es que el ambiente que se respira en esa casa es sumamente intrigante, casi hasta el agobio. Todos de escuchan a todos tras las puertas, a través de las paredes o de las esquinas. No hemos visto nunca una obra con tantos alcahuetes y mirones. Todos espían a todos, incluso los niños de la misión. Pero el que se lleva la palma es un personaje siniestro cuyo nombre no recordamos, con un rostro de lo más expresivo, siempre atisbando por las ventanas, voyerista profesional, cobarde que no duda en asesinar por la espalda para ganar méritos ante la banda. Un joven cuyo ojo capta la cámara repetidas veces a través de los agujeros del papel que cubre todas las ventanas del pueblo. Todas las ventanas están forradas con un papel a cuadros, otra singularidad más. Tremenda la expresividad de este ojo y de este rostro. Por cierto, al final salva la vida. Y es que es difícil acabar con las ratas.