Disfrutable película de bajo presupuesto dirigida por Allan Dwan y protagonizada por un heroico y fornido Scott Brady y por una joven y por aquel entonces aún desconocida Anne Bancroft, cuyo personaje parece estar metido con calzador como vínculo romántico en esta simple trama con la venganza como tema principal.

El film, dentro de un montaje algo desmañado, presenta un vigoroso ritmo narrativo (con la utilización de un pequeño flashback al principio) y algunas plausibles escenas de tiroteo, con personajes secundarios retratados de manera singular, destacando la continua presencia como observador de un turbador y turbado Scott Marlowe, quien ahora mira a través de una ventana rota y más tarde juega con una soga.

Dentro de los muchos títulos de serie B que dirigió Dwan desde finales de los años 40 hasta principios de los 60, este es uno de los más interesantes, una película tan barata como entretenida en la que, aparte de varias melopeas, somos testigos hasta de una pelea de gallos.