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España España · Badajoz
Voto de Weis:
7
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
20 de diciembre de 2008
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera ausencia se encuentra en la dirección de Bertolucci: a diferencia de sus compatriotas, en ella no hay atisbo del "giallo" que abarrotó las pantallas durante la década. Y aun tratándose de thriller, los recursos correspondientes al género quedan ocultos en pos de una narración mas férrea, sin tramposos y delirantes efectismos. Con independencia del guión, del que hablaré mas tarde, el cineasta italiano prefiere diseccionar los entresijos de la personalidad, de la derrota espiritual, y rehuir del recurso de tópicos (o llamémosle pautas establecidas de carácter académico). Mas que como realizador, con cámara y focos, practica su actividad con pluma sobre papel. Dibuja personajes desdibujados (valga la redundancia), frustrados, moralmente arruinados, pero bajo una envoltura un tanto intrascendente, como el escritor que poco a poco disecciona las marcadas características, y sabiendo que el lector aun no se ha sentido identificado con su fluida imaginación, tiraniza la narración para ensalzar la concesión. Y aun así es válido. Digo con esto que el resultado que apreciamos, tiene claras referencias al pasado poético de Bertolucci. Con todo, dotar de aire histriónico y libertino a la obra se agradece.
La segunda ausencia se encuentra en el guión: concretamente en su lejanía mundana, en su necesidad de condescendencia con el público. Los diálogos (y los monólogos sobre todo) están escritos con reflexión, con lucidez y sobriedad, pero con resultado tambaleante. Salta a la vista que la escritura está claramente encarada para el lucimiento de Brando (que conjuga su memoria con su ágil improvisación), pero el guión hace que el ritmo narrativo dé tumbos y obtengamos varios actos en el tiempo; el peligro que ello conlleva es que de largos momentos de vacío desembocan instantes poderosos y altos, de penitencia, de repercusión en el continuado trayecto de los hechos, pero el contraste de ritmo merma (es decir, los minutos trascurren hasta que algo perturbe la aparente tranquilidad, pero desde que termina una escena elevada hasta la otra, la función se hace vacía).
Durante ese tempo intrincado y algo confuso, Bertolucci se ausenta de la acción y satiriza, a modo de símbolo representado por Léaud, al expresionismo expansionista francés por jóvenes ilusos y soñadores, y los castillos en el aire creados por éstos.
La obra deja un sabor agridulce, al haber podido ser mas esquilmada que el resultado servido. Aun así, no es justificación para darse su ausencia en tu memoria.
Weis
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