Obra maestra. Insuperable. Imperdible. Insólita. No es sólo la mejor serie de televisión de todos los tiempos para mí. Es una de las mejores historias que el lenguaje audiovisual, conjugado con la potencia narrativa de sus guiones, ha entregado jamás. Los moldes que ha roto, rompe y romperá están totalmente justificados. Todos sus personajes (no sólo Walter White/Heisenberg o Jessie Pinkman, aunque obviamente son de las inolvidables) respiran vida propia en la pantalla. Sus tramas jamás parecen tener límites. Es la única serie que jamás ha pegado un bajón, ni una sola ligera decepción. Arranca sobresaliente, se desarrolla con matrícula de honor y acaba ya en la estratosfera directa a atravesar la corteza terrestre. Una transformación única e irrepetible.