"Der Räuber" supone el regreso a la actualidad de Benjamin Heisenberg, uno de los alumnos aventajados de la considerada Escuela de Berlín, que en esta ocasión ha intentado fusionar los códigos de este "movimiento" con el thriller de atracos. El resultado es una mezcla irregular pero al mismo tiempo valiente, sólida, que a través del montaje y la dirección consigue algo tan complejo como definir a un personaje: no a través de diálogos, sino de situaciones tanto internas -subtexto- como externas -detalles técnicos-. La valentía de Heisenberg da como resultado una de las películas de género más valiosas del año y quizá una de las más generosas en cuanto a virguerías en secuencias de acción, sin nada que envidiarle a The Green Zone (Paul Greengrass) o The Town (Ben Affleck).

El argumento se basa en un hecho real recogido en una novela de Martin Prinz, que cuenta la historia de un atleta de maratones, Johann Rettenberger, que tenía como hobby el atracar bancos. Sin necesidad de ahondar en sus motivaciones, el film abre con la salida de prisión de Rettenberg tras un intento frustrado de atraco, y continúa mostrándonos cómo a pesar de todo sigue intentándolo al tiempo que se ve atrapado en las redes de las relaciones sociales en el momento más inoportuno. "Der Räuber" se desarrolla pues en dos frentes, utilizando recursos dramáticos para las secuencias íntimas y transmitiendo velocidad y rabia en las secuencias de acción. Hay una en concreto que bien podría ser del mismismo Greengrass, una complicadísima persecución que tiene lugar en numerosas localizaciones.

Protagonizada por un sobrio Andreas Lust, al que secunda Franziska Weisz, "Der Räuber" es un buen trabajo, al que se le pueden sacar pegas si se busca la coherencia desde el principio hasta el final, pero que transmite energía, fuerza y vitalidad. Como apuntaba Sergi Sánchez, su éxito es 'su capacidad para transmitir la sobredosis de adrenalina de un hombre desesperado'. Funciona perfectamente, aún con sus errores.