25 años después de su estreno en otros países y suponiendo el debut de Will Smith, Netflix ha conseguido traerla y doblarla al castellano (A donde te lleve el día, es la traducción el castellano al comenzar la cinta por el narrador) aparte de poder estar al alcance de los fans de Smith y otros actores. No esperaba gran cosa ya que apenas sabía de la trama y solo sabía del repartazo que tenía pese a que la mayoría fuesen apariciones breves. Perfectamente pudo haber servido de ejemplo a Aronofsky para su espléndida Réquiem por un sueño, salvando las distancias. Marc Rocco del que me falta su otra película también muy bien valorada, logra una cinta solvente e interesante, un tanto gratuita en el vocabulario pero bien planteada y desarrollada en general salvo ciertos personajes, como es normal, el exceso de personas siempre pasa factura al desarrollar. Pero la cinta reside en la cierto modo redención de sus dos protagonistas que se dan cuenta de qué están haciendo con sus vidas, y en las consecuencias que atribuye las drogas. Una cinta digna de poner en institutos y otro tipo de centros para que los chavales vean la cruda realidad, bien enfrentada en el personaje adictivo de Sean Astin quien logra posiblemente su mejor actuación y para mí revelación de la cinta a diferencia de lo que buscaba en Smith que se queda en un digno debut pero poco trascendente ya que a la vez rodaba el príncipe de Bel Air que fue lo que le dio la fama. La película es un tanto lenta en desarrollo y quizás se deba al abuso de extender el repertorio musical y la cámara lenta, tanto que por momentos parece un videoclip musical y eso adolece a la trama aunque visualmente y sonoramente no quede mal pero alarga minutos que se podrían haber metido para desarrollar a otros personajes ajenos a la pareja protagonista y Sean Astin. Aún así es una cinta correcta, con mensaje claro, importante y no es larga. No me parece la gran obra que decían varios críticos pero el resultado es aceptable e interesante.