Complicado es para cualquier distribuidora traducir un título que parece salido del cine porno gay, como lo es para Régis Wargnier enfrentarse a un proyecto de este tipo sin resultar demasiado académico y formal. O lo que es lo mismo, aburrir al personal con lo de siempre y más de lo mismo.

La historia de estos dos pigmeos ‘abducidos’ por ‘Shakespeare emporrado’ AKA Joseph Fiennes (como actor ya ha demostrado sobradamente que es muy limitadillo), Kristin Scott Thomas AKA no me des una escopeta y déjame durmiendo en la batcueva junto a los miles de espectadores que se reconciliaron con la almohada gracias a “El paciente inglés” y sus amiguitos y secuaces parece más un homenaje a “El silencio de los corderos” trasmutado a “Webster”, “Gorilas en la niebla” y “Madagascar” que un filme con mensaje humanístico.

Javier Ocaña de El País tiene toda la razón: sería mucho más interesante contar esta misma historia desde el punto de vista de los pigmeos (véase quién es el protagonista de las películas de Tarzán) y no seguir la estela habitual de una fallida película de aventuras soporífera de época. Aunque cierto es que tiene su encanto cuando a los pigmeos les toman medidas, les miran la entrepierna y descubren que ‘los eslabones perdidos’ también tiene pilila y vagina como el resto de mortales.

Y al igual que Boyero me parece sensiblera y más plana que la delantera de Sigourney Weaver. También aburrida y ya puestos a mejorar y realizar una crítica constructiva las dos horas se tenían que haber reducido a una pigmea película de hora y media.