Tiene, sin duda, su base en JFK. Y acaso sea ARLINGTON ROAD una forma eufemística de hablar del asesinato de Kennedy, por ejemplo, extrapolando personas, situaciones y ambientes. Que, como insinúa Michael Faraday en la película, el pueblo se siente siempre más seguro con un loco y solitario terrorista en presidio, o extinto, que con la idea de toda una panda de burócratas en la sombra conspirando por acabar con un pez gordo.
Bien Jeff Bridges, que es uno de los pesos más pesados en la historia hollywoodiense, y correcto Tim Robbins, que tanto gusta de interpretar a los que guardan un secreto. Correcta también la excelsa Joan Cusack y mal, sin paños calientes, Hope Davis, algo perdida en el proceloso mar de la actuación de muy altos vuelos.
Gran historia la de ARLINGTON ROAD. Y si uno es capaz de obviar algunas de las estridencias propias del director, tan marca de la casa, un grande susto para el alma. Que muchos de los locos y solitarios terroristas que se pudren en presidio o quedaron extintos no son, no fueron, más que tristes cabezas de turco.