La primera vez que la maestra se dirige a él es una escena para el recuerdo, cargada de sutileza, deliciosa en su suavidad cortante, que incomoda y fascina a partes iguales. Ahí prácticamente acaba lo bueno, nada interesa especialmente y el origen de la química entre maestra y alumno resulta un verdadero misterio para este servidor; el chico no da la impresión de poseer ninguna facultad brillante que pueda hacer deleitar a la elegante profesora.

Luego el marido de la profe, un tipo raro que palia su fracaso con la ven da lo pilla... pero aquí no ha pasado nada, parece. ¿Seré yo el que no se habrá enterado bien? Después el chico se empieza a fijar en las de su edad y las deja boquiabiertas con sus modales y habilidades. Dentro de un tiempo en el cual el chico da indicios de no interesarse ya tanto por ella, la profesora se siente despechada y en un acto que evidencia una manifesta falta de madurez y de equilibrio emocional, le comunica al director que el chico falta mucho a clase, con la razón de que repita curso y no tenerlo más en su clase: la realidad era que la situación la desbordaba y no podía aguantar mantener la normalidad, lo que en un tiempo fue emocionante e íntimo ahora se volvió en un criadero de conejos. Lo deseoso se volvió monstruoso, la agradable mujer se transformó en un ser cruel al dejar de ocupar el lugar que deseaba. No se entendieron bien. ¿Quién se equivocó aquí? Yo pienso que ella, da la impresión de que él, joven e inocente no llegó a enterarse muy bien siquiera de lo que sucedía, no tenía consciencia de sus actos, más allá del despertar del instinto más básico, no hablemos ya de las implicaciones y consecuencias emocionales que podía producir todo. Ella, que podría ser su madre tendría que haber asumido esa realidad. El resto lo encuentro de escasa relevancia, como mera descripción para situar al espectador en un contexto, sin embargo la profundización en esas tramas paralelas converge en una pérdida de interés.