Lo peor de todo es que las cualidades interpretativas de Susan Sarandon se encuentran muy por encima de esta pesadísima repetición de monólogos atropellados que la actriz pronuncia, es un recurso que no hace nada de gracia, sino que al contrario, pone nervioso al espectador. Los conflictos transmiten una manera insustancial de abordar la vida y le dan a la película una atmósfera infantil, en realidad es como una película para niños protagonizada por mayores. La inseguridad y la indecisión de su protagonista se intenta hacer pasar por tono de ambigüedad que ejerzca de filtro para el metraje entero, siendo la incoherencia argumental el único resultado. Al final parece que todo queda bien, pero en realidad es como si no hubieras visto nada, inviertes el metraje y lo que se vería parecería igual de irrelevante. Si estás contando milongas al menos podrías hacer que el personal se divierta, sobre todo si tienes a J. K. Simmons dispuesto a hacer el canelo.