Cuando era más joven, solía pensar que llegada una edad los problemas desaparecían, o que la persona adquiere la experiencia, conocimiento y aptitudes necesarias para solucionar cualquier contratiempo de forma instantánea, casi mágica, sin que apenas le diera tiempo a sufrir. No hace falta que incida en lo inocente de dicha creencia, pero por si aún pudiera permanecer algún atisbo de aquel pensamiento, esta película lo termina de desmentir. Ni siquiera encuentro las situaciones demasiado disparatadas o exageradas. La narración desmenuza de una forma certera y arisca el desgraciado presente de cada mujer, por lo que el interés y la empatía surgen de inmediato. No estamos hablando de pornografía emocional: la película es una sucesión de chispeantes e ingeniosos diálogos que reflexionan sobre las cosas de la vida que tú mismo te habrás planteado en alguna ocasión. Todo con un sentido del ritmo endiablado, casi ninguna duda que al espectador se le pase por la cabeza se queda en el aire, instantes después de que a uno se le ocurra alguna réplica está siempre termina siendo abordada. Las dosis de humor corrosivo y las deliciosas interpretaciones (especialmente la seca Ozores) terminan por redondear un metraje irresistible.